La actual
situación de Cataluña no está en una estratagema táctica de los dirigentes
nacionalistas, sino en el resultado de una labor callada, desarrollada desde
hace muchos años, en el seno mismo de la sociedad catalana que apadrinó Pujol
desde 1980.
Una inteligente obra de ingeniería social cuyo objetivo ha sido el
de transformar la mentalidad de la sociedad catalana con la finalidad de que
sus ciudadanos se convenzan de que forman parte de una nación cultural, con una
entidad muy distinta al resto de España, que sólo podrá sobrevivir como tal nación
si dispone de un estado independiente.
Todo esto ha
ocurrido con la imprescindible colaboración de la izquierda con la pésima
gestión del Estatuto de 2006 por parte del expresidente Maragall y del Parlament,
y que acaba, en 2010, con algo mucho peor: una sentencia del Tribunal Constitucional
que, por primera vez, enmienda una Ley refrendada por una parte del electorado
español.
El PP también
se encargó de generar en España anticuerpos catalanofóbicos donde el
nacionalismo catalán y el nacionalismo
español se retroalimentan, colaborando, en su medida, el auge de los neopopulismos
europeos que buscan su correspondiente chivo expiatorio.
Ni Cataluña,
ni el resto de España han hecho nada especial para corregir o evitar la
situación actual, llegando al inevitable e insolidario proceso en que las
regiones ricas quieren desembarazarse de las menos afortunadas económicamente,
acelerado, ¡oh casualidad!, a raíz de la crisis.
Volvamos con Maragall; el visionario de
la izquierda catalanista, con una audacia temeraria, incorpora no solo al
Gobierno a una fuerza histórica pero de poco peso político entonces –ERC- sino
que además desafía a Zapatero y convence a éste para que formule aquella
aseveración que le perseguirá en la historia: “Apoyaré la reforma del Estatuto
que apruebe el Parlamento catalán” (noviembre 2013).
Los
socialistas catalanes tomaron en préstamo los conceptos y los ideales del
nacionalismo olvidando sus orígenes ideológicos que ha terminado con su
marginación electoral y el resquebrajamiento interno, siendo algunos de sus
miembros los referentes actuales de su soberanismo.
Los que por principio deberían
defender los pisoteados derechos de los parados, de la sanidad, de los barrios
abandonados, de la libertad de expresión… son los más fieros defensores de una
independencia que manejarán los amos.
El fracaso de
la izquierda en Cataluña se podría resumir así: desde hace muchos años la
izquierda catalana ha entregado la hegemonía ideológica al nacionalismo, de tal
manera que a veces se diría que en Cataluña, en la práctica: o se es
nacionalista catalán o se es nacionalista español y, también, se puede resumir
increíblemente, sosteniendo que en Cataluña se puede ser nacionalista y a la
vez de izquierdas; ¡flipante!, benditos lectores.
Me atrevo a
asegurar, con muy pocas dudas, que la causa profunda del fracaso de la izquierda en Cataluña, es
que sigue siendo prisionera de un discurso de resistencia que sirvió en el
pasado antifranquista, pero no sirve en el presente democrático.
Los catalanes
arrastran una historia que ha manejado el éxito y el fracaso cíclicamente; unas
veces, la mayor parte del tiempo, dormitando acurrucada al margen de la vida
pública; y otras veces, dando de pronto unos bruscos estallidos anárquicos que
nunca resolvían nada, pero eran tan fuertes y brutales que bastaban para hacer
tambalear a España entera. Pasadas estas convulsiones, volvía siempre al
aparente sopor, padeciendo desde hace varios siglos estos “ataques epilépticos”.
POSDATA.- El señor
Zarzalejos, don José Antonio, me ha ayudado en gran medida a terminar este
escrito; gratitud hacia él por mi parte.
El señor
Martínez Sabina, don Joaquín, nos despide con un soneto publicado hace un
montón de años en el que nos ensueña con su paseo por la acera más oscura de la
vida.
Doble o nada a la
carta más urgente
sin código, ni tribu, ni proyecto,
mi futuro es pretérito imperfecto,
mi pasado nostalgia del presente.
sin código, ni tribu, ni proyecto,
mi futuro es pretérito imperfecto,
mi pasado nostalgia del presente.
No tengo más verdad
que la que arrasa
corrigiendo las lindes de mis venas.
Por diseñar castillos sin almenas
perdí, otra vez, las llaves de mi casa.
corrigiendo las lindes de mis venas.
Por diseñar castillos sin almenas
perdí, otra vez, las llaves de mi casa.
Veranos de buen vino y
mala sombra,
de confundir enanos con molinos,
de viajar al abismo con alfombra.
de confundir enanos con molinos,
de viajar al abismo con alfombra.
Es hora de volver a la
autopista
por donde van, burlando sus destinos,
el zángano, el adúltero, el ciclista.
por donde van, burlando sus destinos,
el zángano, el adúltero, el ciclista.
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