A partir de
la gran manifestación del 10 de julio de 2010 contra la sentencia del Tribunal
Constitucional sobre el Estatuto de 2006, parte del pueblo catalán adquirió de
manera relativamente autónoma una conciencia propia que se concretó en la Asamblea
Nacional Catalana (ANC) constituida en marzo de 2012 y que tres años después
contaba entre socios y colaboradores con más de ochenta mil ciudadanos
adheridos a la causa que defiende: la independencia de Cataluña.
Presidida por
Carme Forcadell, militante anteriormente de ERC, la ANC, bien suministrada de
subvenciones y ayudas públicas, se ha convertido entre su fundación y la
actualidad en una realidad parainstitucional de la Generalitat. Y lo ha hecho
hasta el punto de que ha marcado de manera indudable los hitos del proceso
independentista.
El gran
mérito de ANC ha consistido en la organización popular de las últimas Diadas,
que han marcado la estética del segregacionismo catalán. Fue también la coordinadora
de la llamada “vía catalana”, una cadena humana de cientos de miles de personas
mano con mano de norte a sur de Cataluña, que consiguió un rotundo éxito de
participación y un gran impacto en los medios
de comunicación y en las instituciones políticas.
Éxito que la ANC
repitió el 11 de septiembre de 2014, formando una enorme uve de once kilómetros
en la Gran Vía y en la Diagonal barcelonesa, donde no sería excesivo hacer un
cálculo de un millón de participantes; contribuyendo estas concentraciones a
gozar de eso que se llama “buena prensa”.
La ANC ha
tenido una colaboración servil, menor, pero legítima en la asociación Ómnium Cultural,
creada en los años sesenta con propósitos y fines culturales y lingüísticos,
que pronto derivaron a planteamientos netamente políticos mostrando un enorme
poderío rebasando las dimensiones que ERC y CyU hubieran deseado.
Sin ambas
organizaciones y sin la decisiva ayuda
de la Associació de Municipis per la Independéncia que reúne a dos de las
cuatro Diputaciones catalanas, al 75 por ciento de los municipios, a treinta
Consejos Comarcales, seis entidades descentralizadas y un consorcio, ¡Ahí es
nada! ....
Digo que sin este apoyo, el Referéndum del 9 de noviembre de 2014 no se podría
haber llevado a cabo como se produjo; donde votaron informalmente más de dos
millones de catalanes, aquél 9-N tuvo dos diagnósticos: el del triunfo por lo
que se logró en participación y organización del evento, y el fracaso por los que no fueron a votar y por la
sensación de falta de garantías democráticas para los que lo hicieron.
La
complicidad entre estas asociaciones y los gobernantes han debilitado a la
Generalitat, y a sus dirigentes, que al parecer no disponen del necesario
control de las mismas.
Apuntaremos
la aportación de El Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN) que con
laberínticos dictámenes, ha urdido escenarios, ha sugerido caminos, todos ellos
hacia la independencia que en unión de el Pacto por el Derecho a Decidir no han
dejado de formar parte del atrezo del Procés.
Aunque las
políticas y decisiones que se han ido implementando hayan obtenido el mismo
resultado que un ciclista en una bicicleta estática, se ha engordado la opinión
pública catalana propicia a absorber ese mensaje en plena crisis económica,
pero en términos reales no se ha avanzado un ápice en el propósito
secesionista.
Finalizo el desagradable
asunto de Cataluña con una canción muy poco divulgada del señor Serrat, en mi
deseo de dar a conocer sus canciones menos populares. Hoy he seleccionado un
tema del disco de 1970 “Para piel de
manzana”, su título “Epitafio para Joaquín Pasos”. La letra de la canción es del
poeta, escultor, político, sacerdote, teólogo nicaragüense señor Cardenal, don
Ernesto; el poema epitafio se lo dedicó a otro poeta paisano suyo Joaquín Pasos
(1914-1947) aquejado desde pequeño de leucemia, fue encarcelado por el dictador
Somoza. Hay que señalar como su obra más importante la titulada “Canto de la
guerra de las cosas” (recomendable lectura).
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