La
globalización neoliberal es un proceso de superación de fronteras decidido
políticamente (no un proceso natural como la lluvia); fue motivado por las
necesidades de valorar aún más el
capital y posibilitar éste por el desarrollo tecnológico y el abaratamiento de
los transportes y comunicaciones.
El
neoliberalismo se inicia, aunque mucha gente no lo quiera reconocer, en el
Chile de Allende, con el golpe de Pinochet organizado, como han descubierto
documentos desclasificados del Pentágono, desde los EE. UU.
La gestión económica
se la encargarían al famoso economista judío Friedman, el teórico de la
economía del shock -consultar el libro “La doctrina del shock” de Naomi Klein;
aplicada por Rajoy desde hace años con probada eficacia, que no eficiencia- ¡no
confundamos estos dos términos nunca!. El neoliberalismo reclamaba la ausencia
de focos de resistencia al mercado tales como los sindicatos o las
universidades protestatarias.
Se encargó,
del mismo modo, en no dar legitimidad a los discursos colectivos, de alentar, y
de qué manera, el individualismo y proclamar que el estado del bienestar se había
acabado y las propuestas transformadoras de cambios también.
Siendo
artistas colaboradores de ello los socialistas (sin denominación de origen);
Mitterrand, González, De La Madrid, Salinas y Cedillo, Andrés Pérez, etc. El
hundimiento de la URSS ayudó, y de qué modo, a un neoliberalismo desbocado. Con la inestimable “ayuda
pasiva” cuando la ciudadanía renuncia a la política, en realidad está
contribuyendo a perpetuar la política existente.
El incremento de la gente que
se entiende como “apolítica” es el
principal soporte para la política cotidiana que alimenta el sentido común neoliberal imperante.
Las
propuestas que la Trilateral recomendaba para el mundo constituyen el programa
de máximos del neoliberalismo, donde los Estados nacionales debían mutar, cambiar su pluralismo y su
democracia alcanzada en el período de posguerra, para dejar espacio a formas de
gobierno supranacional que garantizaran el comercio mundial.
Los de la
Trilateral representan el 10% de la población mundial y poseen el 80% de los recursos
del planeta. Estos señores no se acuerdan de redistribuir la renta, de la
pobreza del sur, de la deuda externa, etc. Como es común en la historia del
liberalismo, la distancia entre el discurso y la práctica es enorme.
Repasemos
brevemente la década conservadora y
sus “buenos chicos”: Pinochet y los economistas de Chicago en 1973, en 1976 los
militares argentinos, en 1978 con Juan Pablo II, Reagan y Mitterrand en 1981 y
Helmut Kohl en Alemania.
Según Juan Carlos Monedero en una lúcida
apreciación dice: “El capitalismo independiza la política y la economía
construyendo un gran teatro, el mercado, donde todos son supuestamente iguales
y construyen sus relaciones desde bases idénticas. El Estado, la política, no necesita intervenir, pues
la oferta y la demanda, la economía,
se encargan de todo. Cada cual vende y compra sin coacción externa. El que
tiene capital, compra trabajo y vende mercancías para subsistir. La
mercantilización de todo, incluidos los humanos (tratados como clientes y no
como ciudadanos)”.
Con estos señoritos, la seguridad económica deja de
ser un derecho de los ciudadanos para convertirse en una asistencia en forma de
estigma y caridad hacia los que no hubieran sido capaces de enfrentar con éxito
los requisitos de la competencia.
Y para
terminar con esta desgracia en la forma de gobernar, les digo, benditos
lectores, que si asumimos que estamos en una fase de transición hacia un lugar
todavía desconocido; si entendemos que buena parte de los paradigmas
tradicionales ya no sirven, sean en la política, en la economía, en el derecho
o en la cultura; si estamos dentro de un torbellino de transformaciones, es
necesario, por tanto, trasladar la misma radicalidad a la exigencia de una
nueva estructura política que debemos entre todos los sometidos ir construyendo.
La canción de
Serrat de hoy se la ofrezco a Araceli, una mujer que reside en Valencia, hija
de unos señores a los que quiero bastante y que se encuentra muy próxima a dar a luz a
otra luz de nombre Lucía. Es una canción vitalista, gozosa; es una canción que
anuncia un tiempo nuevo que se proyecta en el horizonte, y que viene a sepultar
definitivamente al anterior: La canción se titula “De parto” se grabó en 1974 y
pertenece al disco “Canción infantil”
Se le hinchan los pies.
El cuarto mes
le pesa en el vientre
a esa muchacha en flor
por la que anduvo el amor
regalando simiente.
Si la viese usted
mirándose
feliz al espejo...
Palpándose el perfil
y trenzando mil
nombres en dos sexos.
A su manera,
floreció por primavera,
para dar gracias al sol
y perfumar la vereda.
A su piel de satén
le sienta bien
salir de paseo.
Salpicar niñez
en la dejadez
de su balanceo.
Si la viese usted
frente al café
jugando rayuela
al atardecer,
es que, a las cinco, su ayer
vuelve de la escuela.
Y a su manera
volvió al caballo y al carro,
al muñeco de cartón
y los pucheros de barro.
Si la viese usted
cantándose
canciones de cuna,
como un cascabel
que acunase un clavel
en un rayo de luna.
Corre Lagarto...
Pon otra cama en el cuarto.
A empapelarlo de azul
y en agosto de parto.
De parto...
Gracias Oscar
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