En efecto,
antes de las catástrofes y fiascos económicos de las agencias hipotecarias:
Fannie Mae, y Fraddie Mac; de la aseguradora: American Internacional Group; de
los bancos de inversión: Lehman Brothers, Merrill Lynch, Goldman Sachs, Morgan
Stanley y demás patulea neoliberal. Sí, hubo dos accidentes económicos muy
importantes antes de llegar a la Gran Recesión de 2008.
Escribamos
sobre el primero: el escándalo de la empresa Enron, séptima empresa
estadounidense por su tamaño y llegó a valer en Bolsa 80.000 millones de
dólares. De un día para otro, en el invierno de 2001, suspendió pagos.
Estafó a
los ciudadanos en general, a los inversores, a los trabajadores y a los
jubilados de la empresa que tenían sus planes de pensiones en la misma. Se
marcó en ese momento un punto de inflexión sobre el papel que la economía del
engaño jugó al principio del milenio en el centro del sistema (EE UU) y, por extensión,
en el resto del planeta.
A partir de ese momento se extendió por el planeta un
sentimiento de desconfianza sobre el sistema de economía de mercado que todavía no se ha vencido. Fue la
mayor bancarrota hasta ese momento de la historia norteamericana.
Ni los bancos
de inversión, ni las agencias de calificación, ni la compañía auditora Arthur
Andersen (desapareció tras el descrédito que sufrió), ni los organismos
reguladores del mercado de valores, ni la prensa especializada que halagaba
esta sociedad como un icono de la modernidad descubrieron que Enron estaba en
quiebra y que había vaciado su balance creando cientos de empresas fantasmas
fuera de control.
Escribamos
sobre el segundo accidente económico: los fondos de inversión y de pensiones son
el corazón del capitalismo; en ellos depositan sus ahorros centenares de
millones de ciudadanos de todo el planeta a los que se ha convencido
previamente de que, sobre todo por su efecto demográfico, sus pensiones
públicas, en caso de existir, serían irrelevantes.
Cuando
empresas como Enron quebraban, los perjudicados eran sus accionistas, los
inversores, sus directivos, los trabajadores y sus jubilados. Decenas,
centenares o miles de personas, pero una minoría. Pero si los fondos de
inversión sufren algún tipo de avería, los perjudicados son millones, decenas
de millones, centenares de millones de personas.
En 2003, 95 millones de
ciudadanos estadounidenses tenían depositados en los más de ocho mil fondos que
operaban allí, por valor de siete bbbillones de dólares, lo que equivale a lo
que produce un país como España durante siete años seguidos.
Pero, además, esa
crisis no sólo afectó a los ciudadanos americanos, sino a los de todo el mundo.
Los gestores de los principales fondos de inversión gestionan más dinero que
los presupuestos de muchos países.
El 18 de
noviembre de 2003 una cadena de televisión consiguió las imágenes de una redada
en Manhattan Sur (Nueva York): alrededor de una cincuentena de intermediarios
financieros especializados en operaciones con divisas eran detenidos por
agentes del FBI.
A los intermediarios se les acusaba de extorsión, estafa a los
inversores y blanqueo de dinero negro, una práctica que en algunos casos venían
desarrollando desde al menos dos décadas. Unas semanas antes se había destapado
otro caso: esta vez se trataba de la Bolsa de Nueva York.
Su presidente,
Richard Grasso, había ideado un método, desconocido por la mayor parte de los
operadores que le pagaban, para cobrar durante ese ejercicio (2003) más de 180
millones de dólares, cuando el mercado de valores no se había recuperado de la larga
crisis que le había debilitado tanto.
El hombrecillo que tocaba la campana de
Wall Street en los días especiales tuvo que dimitir y fue sustituido por John
Reed, anterior número uno de Citigroup, el primer grupo financiero del mundo.
El premio
Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió en el libro “los felices 90” la
siguiente sentencia resumida: “El mantra de la desregulación se ha desvelado
como una trampa que, lejos de llevarnos al grado de regulación más adecuado,
nos ha conducido a la supresión irreflexiva y sin más de todo mecanismo
regulador....
...Nada tiene de casual que el origen de tantos problemas de los
felices 90 se remonten al momento en el que se desregularon sectores como el de
las eléctricas, las telecomunicaciones y las finanzas....
...Las economías de mercado
no se autorregulan, son zarandeadas por golpes que están fuera de su control,
tienen tendencias a las manías y los pánicos, a la exageración irracional y al
pesimismo, a las estafas y a una asunción de riesgos que roza la de los juegos
de azar, y a que muchos de sus errores y fechorías sean soportados por toda la
sociedad”.
¿Les suena
estas situaciones, benditos lectores, de algunos momentos pasados en España?
POSDATA. -Este escrito se ha confeccionado gracias a los
señores Paul Krugman, Joaquín Estefanía y Joseph Stiglitz.
La canción de
hoy se titula “Seria fantástic” (Sería fantástico) de 1984. En ella Serrat
plantea su utopía particular, un mundo ideal en que la solidaridad y la
convivencia entre todos sea la base germinadora de un mundo mejor. Un mundo que
esté al margen del poder y que se fundamente en el sentido común y en sentirnos
todos hijos de Dios. La canción pertenece al disco “Fa vint anys que tinc vint
anys” (Hace veinte años que tengo veinte años)
Sería fantástico
que anduviera equivocado
y que el váter no
estuviera ocupado.
Que hiciese un buen día
y que nos convenciera.
Que San Pedro,
pagando, no cantase.
Sería fantástico
que nada fuera urgente.
No pasar nunca de largo y servir para algo.
Ir por la vida sin cumplidos
llamando a las cosas por su nombre.
Cobrar en especies y sentirse bien tratado
y mearse de risa y hacer volar
palomas.
Sería todo un detalle,
todo un síntoma de urbanidad,
que no perdiesen siempre los mismos
y que heredasen los
desheredados.
Sería fantástico
que ganase el mejor
y que la fuerza no
fuera la razón.
Que se instalase en el barrio
el paraíso terrenal.
Que la ciencia fuera
neutral.
Sería fantástico
no pasar por el embudo.
Que todo fuera como está mandado y que nadie mandase.
Que llegara el día del sentido común.
Encontrarse en casa como en todas partes.
Poder distraerse sin correr peligro.
Sería fantástico que
todos fuéramos hijos de Dios.
Sería todo un detalle
y todo un gesto, por tu parte,
que coincidiéramos, te dejases convencer
y fueses tal y como yo
te he imaginado.
Esta canción de Serrat se la dedico a Oscar y a todos los defensores de la Naturaleza.
Esta canción de Serrat se la dedico a Oscar y a todos los defensores de la Naturaleza.
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