“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
Horacio Verbitsky, periodista y escritor argentino
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viernes, 12 de mayo de 2017

"La tarifa eléctrica, último reducto de la lucha de clases", por Óscar de Caso. "No tenemos una auténtica política energética sino la proliferación de normas parche que solo benefician a las empresas"

          Un caso extremo de la íntima relación, de la inseparable simbiosis entre el poder político y el económico lo representa el sector eléctrico. En realidad, es un poder fáctico más poderoso que la banca, su antigua madre.
          Durante mucho tiempo las eléctricas eran propiedad de la banca, pero su singularidad y la actividad accionarial les llevó a una potente independencia y a una situación de hecho oligopólica.

          Cada compañía tenía su propio territorio en exclusiva, como monopolio perfecto. Con una notable excepción “Endesa” la empresa más dinámica del INI. Durante la Dictadura de Franco se organizaron, como los Bancos, al margen del sindicato vertical único, con un formidable presupuesto y todo el dinero que fuera necesario.

          Intentaré explicar la peculiar y tramposa contabilidad con la que operaban estos tipos. Se empezaba por el final. Se fijaba el beneficio necesario para conseguir un dividendo atractivo y, a partir de este dato, se subía en la cascada de resultados fijando los demás parámetros contables. 
En la actualidad la patronal UNESA está muy disminuida; hoy es Iberdrola el lobby más efectivo, una gran compañía mundial, tras la fusión de Hidroeléctrica Española e Iberduero. Al fusionarse estas dos grandes empresas se hubiera necesitado una fuerte regulación gubernamental, ya que se ha demostrado que lo que es bueno para Iberdrola, no siempre es bueno para los españoles.

          Para conseguir la seguridad del abastecimiento energético como una cuestión de orden público la Unión Europea lo consagró como tal.
          El gobierno de Suárez diseñó en 1980 un Plan Energético Nacional que debía reaccionar ante la crisis; pero en lugar de ajustar las tarifas eléctricas al encarecimiento de la energía, fue más realista, y con una democracia precaria, frenó las nucleares y primó el gas.

          El parón nuclear es servido a Suárez trágicamente por ETA, asesinando a dos directores de la central nuclear de Lemóniz. Fue Felipe  González en 1984, cuando cerró la central de Lemóniz de manera definitiva; pagando los españoles el dinero invertido por Iberduero a cuenta del recibo de la luz. ¡Cómo casi siempre, en estos casos!
           La nacionalización de la red de alta tensión fue acordada con las compañías eléctricas en mayo de 1983, creándose Red Eléctrica de España, con el tiempo se convirtió  en una especie de cooperativa, aunque presidida por alguien del Gobierno. En la actualidad sigue siendo de control público con grandes beneficios. El Gobierno exige para ello someter a las compañías a auditorías externas, algo que abominan. Las tarifas se adaptaron a los costes y el 50 por ciento del aumento del recibo se dedicaría al saneamiento el sector.

          El Ministro socialista Solchaga se dio cuenta con rapidez que la industria eléctrica hispana estaba en quiebra; si se nacionalizaba, era un mal negocio. La quiebra se produjo al embarcarse las compañías  en los largos períodos de construcción de las nucleares con financiación muy elevada. En 1991, el Ministro decidió clausurar la moratoria nuclear y potenciar el gas.

          González siempre creyó obsoletas las nacionalizaciones, era partidario de meter en el mercado a las empresas públicas pero sin que éste pierda el control de las mismas. Es lo que hizo con Endesa, la joya de la corona; siendo en 1994 su presencia limitada al 67 por ciento. En 1997, con Aznar, el Estado pierde el control de la misma que acabará, con Zapatero, en manos italianas; ejecutando una nacionalización exótica, entrando en el patrimonio nacional italiano, después de un proceso esperpénticamente politizado.
          La irresistible expansión de Endesa provoca la fusión de Iberduero e Hidroeléctrica con la bendición de González.  El acontecimiento más cínico del sector eléctrico lo consintió Aznar en el 97 diciendo: que todos los Kw/hora tienen el mismo precio sean eólicos, nucleares, hídricos o fósiles ¿Y cuál es el único precio? Pues el que fija el mercado (las propias cinco compañías) que tienen concesiones centenarias y no existe, en la práctica, libertad de entrada ¡Olé los huevos del presidente!

          Con la política energética de Zapatero se estimuló las renovables, aunque de manera chapucera. Se pasó con las primas a estas energías, generando un coste tremendo de las tarifas, para luego recortar de golpe estas primas, arruinando a los que habían invertido en sol, viento y mareas, provocando recursos judiciales cuantiosos.

         Turno ahora de conseguir explicarles benditos lectores, algo casi inexplicable si se aplica la lógica y el sentido común (les aseguro que me ha costado tres borradores el escribirlo, léanlo muy despacito). Se llama “déficit de tarifa”, término acuñado por las compañías, aprobado por Aznar con Rato, elevado a la estratosfera con Zapatero
   Vamos a ello: en realidad es regulatorio, no económico, avalado por el Estado en el que los auditores permiten a las empresas que esa deuda la contabilicen como un ingreso pendiente de cobro. Es un ingreso seguro porque está avalado por el Estado aunque no tenga títulos físicos. Se convierte en ingreso pendiente de pago que se  distribuye en dividendos corrientes. 

  Y tiene un reconocimiento del Estado como coste financiero porque al no haberlo cobrado las empresas, es deuda. Y cuando logran titularizarlo en papel se quitan el problema de encima. (Ahora viene lo impresionante). La deuda pasa a manos de terceros. La deuda de los consumidores no es con las Eléctricas, sino con los Bancos y poseedores de títulos avalados por el Estado ¡Siempre terminamos los españoles debiendo  dinero a los mismos!
          Rajoy tampoco pudo convencer a los propietarios de la Central Nuclear de Santa María de Garoña de no clausurarla. El Presidente pretendía tenerla en funcionamiento diez años más. El pretexto dado por los propietarios Iberdrola y Endesa no era muy sólido; lo atribuyen al nuevo impuesto nuclear, aunque este impuesto solo restaría una pequeña parte de los beneficios que obtendría la prolongación de su vida útil.

          Llevamos muchos años, sin duda demasiados, en los que en España no hay una auténtica política energética, sino una proliferación de normas parche cuyas últimas consecuencias sólo entienden las empresas que se benefician de ellas.
          Al final, y después de todas estas tropelías, trataremos de “Per construir un bell somi” (Para construir un bello sueño), esta bella canción donde se antepone la belleza de un sueño a cualquier tipo de desesperanza cotidiana. El sueño cura las heridas y por él vale la pena jugarse la vida. Es obligado reivindicar la necesidad de soñar. Así lo cree Serrat en esta canción de 1989 del disco “Material Sensible”.

Para construir un bello sueño
lo primero que hace falta es estar despierto,
mano firme para llevar las bridas
y hacerse un proyecto a medida,
contando con que todo se encoge.
Materiales de primera.
Amplios y profundos sus fundamentos,
a prueba de malos entendidos,
compromisos, intereses
y accidentes.
Orientado hacia el sur y protegido de los vientos.
Nada cura las heridas como un bello sueño.
¿Quién no arriesga la vida por un bello sueño?
¿Qué sería de nosotros sin un bello sueño?
¿Qué haríamos del día y de la noche?
Para construir un bello sueño
hay que poner plena dedicación
y estar pendientes, a cualquier hora,
de si ríe, si duerme, si llora,
como si se tratara de un recién nacido.
Y para el bien de la empresa
es indispensable estar advertido
de que al final de la proeza
será su resultado 
una sorpresa.
Hay una buena distancia entre los sueños
y la realidad…
Para construir un bello sueño
hay que ser bastante audaz
-cuando la fortuna da la espalda-
para salir de entre las ruinas
y construir otro enseguida
POSDATA.- Este escrito no se hubiera llevado a cabo sin la indispensable y laboriosa información de los señores José García Abad, Martín Gallego y Jordi Évole          

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