En primer lugar hay que construir España, o si lo prefieren, el Estado español, algo que no se resuelve poniendo firmes a los catalanes o a los vascos, entre otras razones porque los que somos demócratas pensamos que las urnas son las que deciden. Los nacionalistas vascos y los nacionalistas catalanes han sido elegidos por ciudadanos y ciudadanas, y esto es sagrado, no lo puede tocar nadie.
El problema es qué hacemos para ir convenciendo, para ir ganando terreno, aún sabiendo que somos mayoría los que defendemos la unidad. Por tanto, el problema es como construimos España de una vez por todas, este problema que lleva siglos manifestándose.
Esa construcción debe obedecer a un cambio del pueblo español, consciente, sereno, sabiendo qué es lo que quiere. Para construir, hacer, negociar, pactar, dialogar buscando esa construcción, una construcción que por la parte de arriba está siendo cortada por la Unión Europea.
No estamos ya ante un Estado español encerrado en sus fronteras: militarmente dependemos de la OTAN; energéticamente dependemos de fuera; en agricultura dependemos de las subvenciones; en política económica dependemos de las decisiones de Bruselas; por lo tanto, esa idea de España independiente no existe, y debemos de tenerlo en cuenta para decidir lo que pretendemos construir.
Un Estado Federal es un Estado unitario, pero que hace su unidad de otra manera. Por ejemplo, Estados Unidos es un Estado federal en el que no se rasgan las vestiduras cuando un Estado dice cosas diferentes al otro. En los estados de Texas y Wisconsin tienen la pena de muerte, pero hay otros estados en que la pena de muerte no existe. Hay más Estados federales: México, Brasil, Alemania.
¿Cómo se federan los territorios? Por empezar por lo primero, cuando abdicó Amadeo I, en 1873, en España se instituyó la República, pero inmediatamente se vio inmersa en muchos procesos de cantonalismo: Cartagena, Córdoba, Sevilla, Jerez, Granada.
Este país nuestro al que decimos que queremos mucho es un país aún muy provinciano, mi pueblo, mi campanario, y para que no permanezca así es por la necesidad de construir.
Una vez señalado este ejemplo de lo que no debe ser un proceso constituyente, la misma Primera República nos muestra otra forma de federar territorios: cuando decide aumentar el sueldo seis reales, el doble de lo que se cobraba.
Planteó además que la jornada laboral debía ser como mucho de nueve horas. Esta Primera República planteó que aquellos arrendadores que pagaban el doble de su valor por los terrenos que trabajaban pudieran adquirir su propiedad.
Planteó además que la jornada laboral debía ser como mucho de nueve horas. Esta Primera República planteó que aquellos arrendadores que pagaban el doble de su valor por los terrenos que trabajaban pudieran adquirir su propiedad.
Las mujeres debían tener un espacio de tiempo para la lactancia y el cuidado de sus hijos. Pero todas estas intenciones no pudieron llevarse a cabo porque no tenían una base social por abajo; lo que llevó a un final que en nuestro país como siempre llegó de la mano del ejército, el general Pavía entró a caballo en el Palacio del Congreso de los Diputados y disolvió la República.
Un Estado federal debe de ser un Estado Republicano. ¿Con qué modelo de república debe comprometerse? Claramente con la que defienda los principios de la política social. ¿Cuáles son los mecanismos que controlan al Gobierno? Hay que pensar en crear un contrapoder ciudadano que tenga una función parecida a la que tenían los Tribunos de la plebe en Roma.
Cuando se discutía una ley el Tribuno podía decir “veto”. Y la ley no se discutía. Un poder que obligue a los políticos a hacer lo que han prometido, un poder que no sea judicial sólo, sino un verdadero contrapoder, para cuya institución existen en la actualidad soluciones técnicas que permitirían vertebrarlo y ponerlo en funcionamiento.
Abordemos la cuestión de las competencias. Para hacerlo con equidad lo primero es abandonar esa envidia tan estúpida que hace a nuestras comunidades elaborar sus estatutos de autonomía mirando lo que pasa en la comunidad de enfrente. A lo mejor entonces hay comunidades que empiezan a plantearse con sinceridad si de verdad quieren adquirir más responsabilidades.
La cuestión de la solidaridad es simplemente una obligación moral de compartir del que más tiene. Y punto. Porque si en Cataluña o en Euskadi se crea más riqueza, también es verdad que allí se inició antes la creación de riqueza, y estando bien que su riqueza favorezca a la gente que vive allí lo equitativo es que una parte sea destinada a otro sitio.
Encerrarse en los estrechos límites del campanario conduce al cantón, conduce al enfrentamiento, conduce a la envidia y conduce a no crear España. Eso sí, nos encerramos en nuestro pueblo, sacamos la bandera, decimos que España existe, los militares desfilan… ¿Eso es patriotismo? No, es verbena barata, pero no es patriotismo.
¿Y por qué? Porque en definitiva España no son territorios sino que son hombres y mujeres trabajando para los hombres y mujeres de España, pero esto es algo que la actual mentalidad no entiende. Hablar por tanto de España federal es hablar de ciudadanos, de República.
POSDATA.- El presente escrito es un resumen de una conferencia de Julio Anguita de hace 17 años sobre “La República Federal”. Está tratado con la misma lógica, sencillez y valentía que ha demostrado el señor Anguita en casi todas sus manifestaciones.
Finalizaremos hoy con un soneto del un poco canalla (él mismo lo dice) Joaquín Sabina titulado “Con tan poquita fe” del libro de poemas “Ciento volando de catorce” del año 2003.
Los dioses callan, la canalla insiste,
el ying y el yang bordan el paripé;
el tiempo es un rufián, la carne triste,
gran señor el plebeyo Mallarmé.
Ronca en mi cama la mujer que amo
y que me ama, qué sé yo por qué,
nada le debo, nada le reclamo.
¿A quién rezar con tan poquita fe?
Y, sin embargo, aquí de madrugada,
con mi escocés, mi porno y mi pajita,
no me amargo con tintos de verano.
La mortaja de mi última posada
si la encargo será cuando Afrodita
requise la baraja de mi mano
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