Sostengo que
la guerra no es el mecanismo idóneo para combatir el fenómeno del terrorismo,
el terrorismo yihadista es una actividad difusa y expansiva que no se concreta
en un territorio determinado. Las acciones terroristas son aquellas que, dentro
o fuera de ese marco, afectan a personas no inmersas en el conflicto
desencadenado. Si aplicamos las normas de la guerra o de un estado de
excepción, les estamos dando una victoria clara.
Frente a
excelentes cooperaciones, cesiones de espacios o apoyos logísticos entre
organizaciones terroristas, las fuerzas del orden han hecho gala de abundantes
descoordinaciones y solapamientos; hay que crear una auténtica comunidad de
inteligencia donde lo que opere no sea la solidaridad de los cuerpos, sino la
solidaridad entre los países.
Resulta
paradójico que algunos se puedan poner de acuerdo para bombardear un país y que
no seamos capaces de trabajar en común para implementar la cooperación frente
al terror. La realidad hace parecer que existen vacíos que no se quieran llenar
con los datos de los que cada uno dispone… y no pone a disposición de los
demás.
Sigo creyendo que Occidente y sus jerarquías
políticas, militares, sociales y económicas han estado más ocupadas en las
inversiones estratégicas en esas zonas de conflicto que en sacar a los
ciudadanos del estado de postración y de ausencia de derechos en que se hallan.
Por esas omisiones inconscientes ahora se sufren las consecuencias de una
violencia irracional extrema y fanáticamente religiosa.
Las
primaveras árabes (2010-2013) tuvieron un origen y un objetivo. Los actores
eran variados (laicos, demócratas, radicales, terroristas, poderosos o
interesados) y no se supo apoyar a aquellos que hubieran cubierto el espacio
que finalmente fue ocupado por quienes patrocinaban el terror como instrumento
de implantación.
En España,
hasta 1997 la Audiencia Nacional había estimado que las personas o grupos de
ideología fundamentalista-salafista, no debían de ser considerados como
terroristas fuera de las fronteras del país en el que las organizaciones a las
que estaban vinculados cometían los atentados, sino como meros falsificadores o
delincuentes habituales, y, por tanto, su sanción no debía ser grave.
Frente al
dolor y tristeza por las víctimas, surge la tentación de responder desde las
tripas, con la desesperación. Llamar a la guerra contra el terrorismo puede
aliviar la frustración frente a ese califato inmaterial, pero no atajará la
amenaza terrorista.
La respuesta
al uso de esta nueva violencia global debe ser multidisciplinar. Seguridad
policial, judicial y, desde luego, educación. Al final, y a medio y largo
plazo, solo una educación basada en valores democráticos y respetuosos con el
Estado de Derecho se podrá confrontar aquel terror.
Si, por el
contrario, si en demasiadas ocasiones se utiliza el combate al terror en forma
partidista e interesada para revertir conquistas democráticas consolidadas
estaremos más indefensos frente al mismo. La falta de información es
equivalente a la falta de responsabilidad al emitirla y difundirla.
Se puede pensar que, frente a las amenazas terroristas, la mano dura es la única que puede rendir frutos. Sin embargo, las guerras, en su mayoría, están inducidas por intereses nada altruistas. El negocio va asociado a la calamidad y la reconstrucción, nuevamente al negocio de los vencedores.
Se puede pensar que, frente a las amenazas terroristas, la mano dura es la única que puede rendir frutos. Sin embargo, las guerras, en su mayoría, están inducidas por intereses nada altruistas. El negocio va asociado a la calamidad y la reconstrucción, nuevamente al negocio de los vencedores.
El peligro
continuo es que se predica la legalidad y a la vez se prescinde de ella
aduciendo la necesidad y la urgencia de acabar con el peligro que la
organización terrorista representa, y se exige la aceptación sin condiciones de
que “existen” pruebas que, curiosamente, suelen analizar los políticos y no los
jueces, y así se sentencia a los “culpables” y a los que no lo son.
Con esta actitud se formarán en estos países generaciones perdidas que repetirán suerte o, lo más seguro, caerán antes o después del lado del opresor. Realmente grave.
Con esta actitud se formarán en estos países generaciones perdidas que repetirán suerte o, lo más seguro, caerán antes o después del lado del opresor. Realmente grave.
Urge la
creación de un espacio único universal, lo que supone necesariamente la urgente
ratificación del Estatuto de la Corte Penal Internacional por los países más
poblados y más potentes del mundo y concebir el terrorismo como un crimen
contra la humanidad perseguible universalmente. A pesar de las restricciones a
la aplicación del principio de Jurisdicción Universal
Me inquieta que,
en esta crisis terrorista, no tengamos claro hacia dónde se dirige el mundo;
puede ser posible que la libertad y la democracia solo serán apariencia o realidad
virtual o meros argumentos retóricos para tranquilizar conciencias.
Es ahí donde
puede suceder que las Bolsas se estabilicen, bajen o suban al ritmo de las
bombas y que las grandes compañías con la bandera del progreso cometan crímenes
ambientales.
La
encrucijada de optar entre la legalidad y la justicia o sucumbir al imperio de
la arbitrariedad y de la ilegalidad internacional sigue patente en nuestros
días.
Para mayor indignación se camuflan con una capa de protección al ciudadano adornada de acuerdos entre potencias cuyo fin último es el más prosaico: los grandes negocios de quienes verdaderamente dominan el mundo y nuestras vidas.
Para mayor indignación se camuflan con una capa de protección al ciudadano adornada de acuerdos entre potencias cuyo fin último es el más prosaico: los grandes negocios de quienes verdaderamente dominan el mundo y nuestras vidas.
La única vía
es el diseño de una verdadera cultura de paz, en la que esta sea verdaderamente
sostenible; eso se puede lograr si los líderes fuesen coherentes entre lo que
se predica y lo que se ejecuta para hacer realidad la protección efectiva y en
paz de los pueblos
El escrito de
hoy lo finalizo con las estrofas de un joven poeta, periodista y community
manager valenciano de 28 años Joseph Mercier García
¡Oh, refugiados!
que causáis tal aflicción
que en un instante
lográis atemorizar al mundo.
¡Oh, desdichados!
que tan cobardes sois,
que atacáis a inocentes
para ostentar vuestro orgullo.
Vuestro dolor va devorando
las entrañas de la tierra.
Un dolor tan profundo
que ni el infierno
quema.
Estrecháis con cadenas
nuestra libertad humana
y sometéis a condena
nuestra existencia vana.
¡Oh, héroes de pecado!
que desterráis el valor
de esta vida errante
y por doquier dais sustos.
¡Oh, furtivos desalmados!
que rompéis el corazón
provocando sangre
y aún así os veis justos.
Destruís los recuerdos
y ahogáis sin pudor alegrías.
No cabe en nuestro cielo
vuestro historial de víctimas.
Mas ignoráis, enfermos,
que la muerte es más lenta
cuando se lleva por dentro
y la malicia envenena.
¿Quien ha dicho que interese acabar con el terrorismo?
ResponderEliminarNo solamente evita que el personal piense en otras cosas, vacia los almacenes de armas obsoletas justifica el militarismo, permite "conpensaciones" con sus materias primas y despues del shock vendrán nuestros financieros a poner orden.
Vamos, que si no existe se inventa.
"compensaciones"
ResponderEliminar"compensaciones" 👌
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