Después de la Guerra Civil, La Aurora dejó de practicarse y 45 años más tarde se recupera por iniciativa de Francisco Cantos y el cura Antonio Graciá Albero. Para ello contaron con la colaboración de Antonio Gilabert, que fue Director de la Banda Unión Musical de Caudete, quien reconstruyó las partituras de las piezas que cantaban.
"La memoria de Miguel Mollá -según decía Pepe Requena en un artículo que publicó hace unas décadas en el Diario La Tribuna- posibilitó poder recuperar muchas letras". Si no llevo mal la cuenta, son ya 30 años los que de forma ininterrumpida se viene celebrando La Aurora.
Miguel Mollá recordaba la mayoría de los cantos que había oído desde pequeño ya que los auroros salían a cantar desde del domicilio de su abuelo. Mollá rescató del olvido nada menos que 25 de estos cantos reiniciándose de esta forma La Aurora con 35 voces y 9 músicos.
Siguiendo esta tradición popular, La Aurora, que cuenta con mas de 100 socios, dedica todos los sábados de mayo, a partir de las 22:00 horas, a cantar antiguas canciones delante de las casas que tienen hornacinas de santos o Vírgenes. También donde un particular los invita a cantar delante de su casa. Dividen el pueblo en sectores, como pueden observar en el Cartel, de modo que todos los vecinos puedan participar de esta sencilla pero emotiva fiesta religiosa.
Antiguamente los auroros recorrían todo el pueblo en una noche debido a los pocos Santos que había en las fachadas y se finalizaba "a las tantas" rezando el Rosario. También atienden peticiones de familias que los invitan a cantar a cambio de una modesta limosna.
Los primeros a los que fueron a cantarles después de entonar la primera canción delante de Santa Catalina fue a Jesús Bausa, a Feliciana en el Callejón de las Campanas, a Antonio el Cura, Elisa Pagán y los de la Torrecica. Los auroros son obsequiados con torta casera y algo de bebida para hacer más llevadero el recorrido.
La comitiva no se entretiene mucho y, tras recoger el estandarte y el farol que han dejado en la fachada de la vivienda donde han cantado, se dirigen a la siguiente cita haciendo sonar una campanilla.
En otros lugares, como Murcia, La Aurora ha tenido un desarrollo mucho mayor hasta el extremo de ser declaradas, hace unos años, como Bien de Interés Cultural. El profesor Francisco López Arroyuelo dice que hablar de Aurora "es hablar de un rito en el que participan hombres y mujeres que dicen de ellos de una fe religiosa y de un acercarse a la realidad espiritual de un pueblo.....
.... La Aurora, que había comenzado a realizarse en el siglo XVI, en el XVIII tiene problemas con los Ilustrados de Carlos III al querer controlar sus Ministros Floridablanca y Campomanes, como siempre ha hecho el poder, a estas y otras asociaciones. Pasan por momentos difíciles pero seguirán existiendo y manifestándose los mayos de todos los años....".
La Presidenta, Juani Díaz Francés, me comentaba que "desde tiempo inmemorial, La Aurora no goza de ninguna cuota fija de los socios ni tampoco exige a nadie el pago de ninguna colaboración nutriéndose económicamente de las limosnas que nos dan y que nos permiten premiar, modestamente, la colaboración de los músicos ya que sin ellos careceríamos de lo principal".
El estandarte que llevan es la Virgen de La Esperanza, de Onda. Otro instrumental que les acompaña es un pequeño farol ya que en sus orígenes las calles no estaban tan iluminadas como ahora. Fue a raíz de ir cantar a Yecla, en la Casa de la Cultura, cuando tomaron contacto con los auroros de Murcia y, desde hace 20 años, van cantar a la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, en Santa Cruz, fundada en 1821.
De ellos copiaron el estandarte que preside los desplazamientos y que se coloca, junto al farol, delante de la fachada donde se canta.
Mención aparte merecen los carteles anunciadores de los itinerarios de la "Asociación La Aurora 2003" que cada año realiza la hija de la presidenta, Cristina Sáez Díaz, diseñadora Gráfica y Licenciada en Bellas Artes en la Universidad de Valencia.
El del 2014 recogió todos los santos y vírgenes que dieron lugar, junto con Francisco Domenech Mira y la Asociación Cultural "Amigos de la Historia Caudetana", a la publicación de un libro en el que recogimos toda la cerámica plana de la religiosidad popular que había en las fachadas de las casas de muchos caudetanos. La Aurora es una tradición que, a lo largo de la historia, ha tenido sus altibajos pero que ahí sigue presente y cada año con más seguidores.
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