"Maquiavelo: ¿el buen gobierno?", por Óscar de Caso. Sostenía Maquiavelo que "un pueblo siempre necesita un líder, un guía que sea honesto, les ayude y no les engañe".

          Nicolás de Maquiavelo (Florencia, 1469- 1527), fue diplomático del Rey de Francia, el emperador Maximiliano I y César Borgia.

           Su obra emblemática El Príncipe se imprimió por primera vez el 10 de diciembre de 1513. Hoy, hace 505 años, pienso que está muy vigente para bien y para mal. El libro es un desarrollo de su experiencia en la observación de la naturaleza humana extrayendo consejos que forman al buen gobernante: sus vicios, con lo que debe de adornarse el poder, es decir, un manual para gobernar. Sus enseñanzas son más prácticas que morales; lo que viene a ser la realidad de la misma política.

          Es conveniente recordar en un principio que El Príncipe es la obra que da origen al término maquiavélico, utilizado con cierta descarga despectiva para indicar prácticas inmorales o malévolas, cuando en la realidad es una obra de gran valor por su conocimiento de la psique humana, el sentido común y el pensamiento práctico.

          En este escrito no quiero entrar en los perversos consejos que Maquiavelo ofrece a aquellos que quieren ostentar el poder a toda costa; al contrario, la lectura del libro es muy aconsejable para eso: intentar hacer justo lo opuesto. Juan Carlos Monedero escribe: ”son los profesionales (término peyorativo) de la política los que ganan. Puedes pensar que tu genio, tu chispa, tus lecturas, tu conocimiento de la historia sirven para ganar en política, y no es cierto. Ganan los que tienen en sus venas los consejos más terribles de Maquiavelo fluyendo hacia el cerebro”

          En su lectura coexisten dos tipos de ciudadanos: los nobles y los del pueblo. Maquiavelo sostiene que un pueblo que se gobierne por sí mismo siempre caerá en graves conflictos internos. Un pueblo siempre necesita un líder, un guía que sea honesto, les ayude y no les engañe. Por otro lado, es indudable que el dominio de los nobles finaliza en dictadura y tiranía.

          Con esta situación, lo más acertado habría de ser un gobierno mixto de igualdad entre nobles y pueblo. Manteniendo una ponderación entre estos dos grupos se conseguiría un bien común y la paz interna.

          Desarrollemos el liderazgo, que es la sustancia del libro: Un líder (el señor prudente) debe de adornarse y poseer cualidades como la clemencia, la prudencia, la honestidad, pero lo que debe de importar es que a los ojos de los demás parezca que posee esas cualidades; de lo que se deduce que tomar decisiones porque conviene a la apariencia, mentir porque conviene a los intereses del partido político en que milita, rompe la esencia que en democracia debe regir para quien ostenta el poder.

         Una gran parte de los políticos que hoy viven de la política carecen de moralidad; el pragmatismo con el que actúan antepone siempre el poder (el sillón) al interés público, no se comprometen en cuestiones verdaderamente importantes, que son las que, sin duda, importan a la gente.

 El poder se ha transformado en un mercado en manos de las Corporaciones, el marketing, los intereses económicos y los lobbies, globalizando un mundo más material y, por supuesto, menos humano, donde el pueblo participa en una quimera más formal que real, donde no controlamos a los que hemos elegido, dejando en sus manos el poder, la justicia y la ecuanimidad, llevándonos de manera irremediable a una más que probable tiranía a consecuencia  de que el poder difícilmente se auto controla siendo la ciudadanía democrática la obligada a controlarlo.

          Maquiavelo afirma que la sucesión de las élites descritas anteriormente se convierte en endogámica, afectando al sistema gravemente, transformándose en una “Monarquía” con derechos dinásticos.

          La consecución de estas élites políticas en el poder hace que el pueblo desconfíe del sistema, produciendo el divorcio entre gobernantes y gobernados, volviendo estos la espalda hacia sus dirigentes, buscando otros caminos quizás equivocados y en alguna forma muy extremistas. ¡Les suena todo esto de algo, benditos lectores!.

          En esta canción “Yo me manejo bien con todo el mundo” compuesta y cantada por el señor Serrat en 1983 dentro del disco “Cada loco con su tema”, relata una crónica de los tiempos que corren desde hace demasiados años, en ella describe el enriquecimiento de los individuos que son consecuencia de los nuevos valores que la sociedad parece afirmar; personas sin moral y sin escrúpulos que de todos se sirve y a todos les saca provecho.

Yo me manejo bien con todo el mundo,

en eso mi padre puede estar tranquilo:

él me ha dejado en vida sus ahorros

y yo corro con los gastos del asilo.

 

Con mi mujer, cuando nos vemos, nunca

tenemos el más mínimo conflicto:

ella se ocupa de alimentarme los niños

y yo le paso un tanto al mes por los servicios.

No sé a qué viene, portera, que vaya usted por ahí

contando esas groserías de mí,

que al jefe siempre estoy listo a servirlo,

lo que me dice coincide con lo que pienso,

le tapo sus chapuzas, le presto mi piso

y él me recomienda para un ascenso.

A los subordinados sé tratarlos

con mano izquierda, les llamo camaradas,

ellos pregonan que soy muy campechano

y a cambio no me piden nunca nada.

 

No me cabe en la cabeza lo que llegan a escribir

en las paredes del retrete de mí,

que me llevo bien con las autoridades,

jamás les llamo con nombres soeces,

yo les consiento sus barbaridades

y ellos se cuidan de mis intereses.

 

En las cuestiones espirituales,

con las sotanas me entiendo de perlas,

yo les financio sus bienes temporales

y ellos tramitan mi salvación eterna.

 

No sé cómo hay quien se atreve en esta comunidad

a poner en duda mi moralidad.