Es evidente que una de las principales causas del Golpe de Estado que protagonizaría Primo de Rivera, en septiembre de 1923, fue la cuestión de exigencias de responsabilidades por el Desastre de Annual, acaecido en el verano de 1921, responsabilidades que alcanzaban a la cúpula del ejército e incluso al propio Rey.
Tampoco llegó a realizarse la política económica prometida, ni las reformas religiosas, el proyecto de hacer más representativo al Senado no fue materializado, se desató un incremento de la conflictividad social que se recrudecería tras la represión, entre otras razones por la creciente oposición a la carnicería de la guerra de Marruecos.
Tampoco llegó a realizarse la política económica prometida, ni las reformas religiosas, el proyecto de hacer más representativo al Senado no fue materializado, se desató un incremento de la conflictividad social que se recrudecería tras la represión, entre otras razones por la creciente oposición a la carnicería de la guerra de Marruecos.
El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera, con la complicidad del Rey, dio su golpe de Estado poniendo fin al sistema político de Cánovas de partidos oligárquicos, de acuerdo en lo fundamental, que se alternaban en el poder; se transforma en una dictadura militar con la Constitución y las Cortes suspendidas, una censura férrea, la disolución de todos los Ayuntamientos y Diputaciones provinciales y todo el poder en manos del Dictador asistido por una Junta Militar cuyos componentes no tenían inicialmente ni la condición de Ministros.
Algunos historiadores han tratado con benevolencia a Primo de Rivera, casi siempre porque escribían en la comparación con Franco. En abril de 1924 vio la luz, contando con toda la colaboración obligatoria de todos los gobiernos civiles, el nuevo partido único al servicio del dictador: La Unión Patriótica. El partido tenía algunos precedentes locales y regionales pero fue el viaje de Primo y el Rey a Italia, en noviembre de 1923, donde quedaron maravillados por Mussolini, lo que determinó extender su organización a toda España.
El 3 de diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil. La esencia del poder militar no cambia, pero ahora se forma un Gobierno que cuenta con Ministros civiles, en un intento continuado de transformar lo que en un principio se había anunciado como régimen transitorio en unas instituciones estables que dieran una vida continuada y a largo plazo al sistema dictatorial.
El proyecto de convocar una Asamblea Nacional Consultiva se lanzó en un congreso de la Unión Patriótica en julio de 1926. En realidad, se trataba de seguir el consejo que Mussolini había enviado a Primo de Rivera a través de su Ministro Eduardo Aunós, Ministro de Trabajo, que montó los esquemas de la Organización Corporativa Nacional. Se podía decir, en comparación, que era una anticipación casi completa de las Cortes de Franco.
Los socialistas de la UGT que, casi desde el comienzo, colaboraron con la Dictadura, tendrían una participación destacada, hasta tal punto de dar lugar a constantes quejas por parte de las organizaciones católicas que criticaban los “privilegios de los socialistas”.
El último intento institucionalización de la Dictadura fue el anteproyecto de Constitución de 1929 que pretendía consagrar una Monarquía Autoritaria, católica y conservadora de representación orgánico-corporativa. El rey Alfonso XIII no parecía dispuesto a continuar apoyando al Dictador en un proyecto que le restaba poder y consolidaba la situación de Primo de Rivera.
Los intelectuales y la Universidad también fueron, mayoritariamente, contrarios a la Dictadura, de modo expreso Miguel de Unamuno. Primo de Rivera decidió consultar por su cuenta con la cúpula militar en demanda de una confianza con la que ahora no contó: en su respuesta, los generales reiteraron solo su fidelidad al Rey y a cualquier Gobierno que gozara de la real confianza. El 28 de enero de 1930, dos días después de la consulta, dimitió.
Los casi quince meses que transcurren hasta la proclamación de la Segunda República evidencian una descomposición de la Monarquía de Alfonso XIII que había unido su suerte, indefectiblemente, a la del Dictador. Los intentos del Rey de regresar al sistema anterior con partidos turnantes se saldaron con un rotundo fracaso.
“El error Berenguer” fue el resonante título que José Ortega Y Gasset puso en un artículo periodístico que terminaba con las proféticas palabras “delenda est monarchía", "hay que destruir la monarquía".
POSDATA.- Los hechos y las conclusiones se han basado en los historiadores señores Madariaga, Oliveira, Ben Ami y Tussel
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