España arrastra tres heridas desde el siglo XIX, cuando menos. En tanto no las abramos y limpiemos no van a cicatrizar, van a seguir alimentando esa sensación de que España a veces es diferente, como rezaba el lema aquel de Fraga para vender los paradores de turismo.
Estas tres heridas las solventaron el resto de los países europeos a finales del siglo XIX, de manera que entraron en el XX con estas heridas prácticamente resueltas, sin olvidar la terrible confrontación que supone el período de entreguerras.
La primera de las tres heridas es Internacional: un país que fue imperio muy pronto y lo perdió todo, que pierde sus últimas colonias cuando otros países las están ganando. Ese dolor de la España de Unamuno, de Maeztu, de Ortega, tiene que ver con un país que no ha interiorizado su decadencia y que ha seguido viviendo ciertas ensoñaciones imperiales, pese a que el discurso siga siendo un discurso lleno de ínfulas imperiales.
La segunda herida que no hemos solventado es la Nacional, es decir, la territorial: en la que España está muy mal enseñada y muy mal aprendida. A España, le sucede lo mismo que a Italia y Alemania. Siempre hemos dicho de estos países que son naciones tardías, pero nunca nos hemos atrevido a postular lo de España, y España es una nación tardía. La primera vez que nos vimos a nosotros mismos de manera existencial como nación fue con la invasión francesa.
En 1808, e incluso ahí no fue claro, como lo refleja la jota: “La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa”. No de la tropa española, de la aragonesa. En cambio, Cataluña se ha construido como nación mucho antes que España.
Tenemos el problema de que España es un Estado antiguo y una nación joven que se construye históricamente por agregación, donde diferentes territorios no van a encontrar nunca la razón de ser de su pertenencia a un elemento conjunto. Aún hoy es prácticamente un infierno ir de Galicia a Cataluña: es más fácil ir a Madrid y después de Madrid a Cataluña. España no está integrada.
Un ejército de levas de las que los ricos se libraban nunca generó un ejército que permitiera sentirnos como parte de un mismo país; una escuela entregada a la Iglesia no terminó de construirnos como un país que se sintiera como tal; y después, la propia construcción histórica ha generado que los diferentes territorios tengan lógicas propias y nunca hayan encontrado un nexo suficiente para sentirse parte del conjunto.
Es significativo que la ikurriña sea la Unión Jack; es decir, que en un momento dado la burguesía vasca prefiere mirar hacia Inglaterra que mirar hacia el resto del Estado, y construye una bandera que imita, de alguna manera, a la bandera de otro Estado porque no encuentra las razones de vinculación con el conjunto. España ha sido mal enseñada y mal aprendida. La solución dada durante la Transición adoleció de audacia y coraje.
POSDATA.- El escrito está inspirado en los trabajos de los señores José Luis Villacañas y Monedero.
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