Primera
aseveración: los déficits democráticos que padecemos en España tienen su origen
en la Transición.
La izquierda
del régimen, esto es, aquellas personas que, a pesar de sus valores
progresistas y hasta socialistas, defienden el relato oficial y mitificador de
la Transición española. Esta izquierda del régimen no solo ha sido dominante
hasta ahora en el mundo de la cultura, con todo lo que ello implica a efectos
de difusión del relato, sino que además ha sido protegida por todos los
dispositivos del régimen, incluyendo muy especialmente a la prensa de derechas.
Uno de los errores fundamentales de esta izquierda española consiste en haberle
entregado el mérito de la Transición a la derecha, lo que a esta le permite
presentarse como casi única constructora de la democracia.
Por un lado, algunos
de los protagonistas de la Transición sienten que se les impugna gran parte de
su biografía personal. Es evidente que la experiencia vital proporciona información
adicional nada desdeñable, si bien, en ningún caso es prueba de nada.
Cualquier
crítica a la Transición ha sido considerada como injusta, desleal,
antidemocrática o, en honor a los tiempos, populista. Sin embargo, esta crítica
ha sido del todo necesaria para desvelar lo que realmente hay detrás de los
procesos económicos y políticos que vivimos en el presente. Aunque la ruptura
generacional ha agravado la distancia que existe entre la parte más joven de la
sociedad y la versión oficial de la Transición.
¿Qué hizo el
PCE? lo más práctico, racionalizó lo que estaba sucediendo para acabar
justificando todo ese proceso con el argumento de que, mediante este, podría
alcanzarse el socialismo.
En vez de decir: “hasta aquí hemos podido llegar, porque nos han impedido ir más allá”, el PCE prefirió decir: “la negociación es el camino que siempre buscamos porque a través de ella podremos llegar a la ruptura democrática y al socialismo”. De esta forma, se contribuyó a legitimar el proceso y a crear en la militancia comunista la sensación de que la negociación con los fascistas era, en realidad, un objetivo deseado e incluso el inicio del socialismo.
En vez de decir: “hasta aquí hemos podido llegar, porque nos han impedido ir más allá”, el PCE prefirió decir: “la negociación es el camino que siempre buscamos porque a través de ella podremos llegar a la ruptura democrática y al socialismo”. De esta forma, se contribuyó a legitimar el proceso y a crear en la militancia comunista la sensación de que la negociación con los fascistas era, en realidad, un objetivo deseado e incluso el inicio del socialismo.
Aunque el
relato-mito oficial nos habla de una Transición pacífica, la terrible matanza
de Atocha forma parte del conjunto de los actos violentos que los partidarios
del régimen franquista llevaron a cabo con objeto de frenar o limitar el
alcance de la reforma democrática.
En las
elecciones de 1977 el PCE obtuvo el 9,4 por ciento de los votos. Los dirigentes
del PCE con Carrillo a la cabeza, concluyeron que esos resultados se debían al
miedo de la población al lobo comunista, con lo cual radicalizaron su apuesta
por el eurocomunismo. Para mostrar a la opinión pública más consenso y “sentido
de Estado” en 1978 se abandonó el leninismo, un aspecto puramente simbólico
para entonces.
A día de hoy debemos
comenzar aceptando que la Constitución de 1978 es el resultado de un franquismo
que no muere en los brazos de una revolución social, sino que más bien logra
readaptar sus formas políticas.
El poso del
franquismo pervivió en las formas culturales de entender la política y también
en el mantenimiento de las actitudes caciquistas y corruptas por parte de las
oligarquías, que no vieron afectado su poder ni su influencia durante todo el
proceso. La cultura política del caciquismo y del clientelismo, tan propios de
las formas de hacer negocio durante el franquismo, se ha trasladado sin
discontinuidad alguna a los tiempos democráticos.
Lo que unió
de verdad a los vencedores de la Transición no fue la Constitución de 1978
–sería ridículo hasta como hipótesis-, sino los negocios. Para un sector cada
vez más decisivo de las clases dominantes, de su personal político, económico y
militar, se hizo evidente la necesidad de transformar el régimen político a fin
de conservar el régimen social.
Ese régimen social era el régimen de los
negocios y de la estructura del poder, que es lo que no se ha trastocado un
ápice desde el franquismo. Así, la Transición a la democracia solo ha sido tal
en el ámbito político y, en ningún caso, en el de la estructura de poder.
Durante años decir la verdad sobre la
Transición era considerado desestabilizador de la democracia, y dar por bueno
el engaño se consideraba como facilitar el asentamiento del nuevo sistema. Lo
que no se podía decir era la verdad, que ya no era revolucionaria, sino desestabilizadora.
Porque decir la verdad era recordar que el primer jefe de Gobierno fue el
último secretario general de la Falange, que el fundador de Alianza Popular fue
el ministro que justificó el fusilamiento de Julián Grimau, que el Borbón jefe
de Estado de la democracia fue nombrado por Franco, que muchos divulgadores
oficiales del mito de la Transición fueron los periodistas y propagandistas a
sueldo de la dictadura… o que la violencia contra los comunistas y
antifranquistas no fue un elemento aislado, sino una práctica sistemática
protegida por los nuevos demócratas.
El
acontecimiento que borró definitivamente de la memoria la defensa republicana,
y con ello sus principios y valores, fue la cacareada Transición española. En
suma, el olvido es parte del consenso de la Transición. Un pacto entre élites
que convirtió la amnistía en amnesia y, con el devenir del tiempo, en
impunidad.
Porque el olvido significa dejar atrás toda interpretación de lo que pasó en aquellos años de violencia descarnada que contradiga el mito de una democracia nacida por virtud de la inteligencia de unos pocos hombres –ninguna mujer- de Estado.
Porque el olvido significa dejar atrás toda interpretación de lo que pasó en aquellos años de violencia descarnada que contradiga el mito de una democracia nacida por virtud de la inteligencia de unos pocos hombres –ninguna mujer- de Estado.
Nuestra tarea
ha de ser la de reivindicar a los héroes que arriesgaron o perdieron su vida,
quemaron sus biografías y sacrificaron tantos aspectos vitales en pos de la
democracia, porque es a ellos a los que debemos estar agradecidos.
Sin ellos, sin su lucha, esta democracia se parecería aún más al franquismo. Y con este reconocimiento, seguir su ejemplo de lucha para conquistar una democracia real. Pero nunca volver a formar parte de la cultura de la Transición, esa trampa construida para negarnos a nosotros mismos y a nuestros padres y madres.
Sin ellos, sin su lucha, esta democracia se parecería aún más al franquismo. Y con este reconocimiento, seguir su ejemplo de lucha para conquistar una democracia real. Pero nunca volver a formar parte de la cultura de la Transición, esa trampa construida para negarnos a nosotros mismos y a nuestros padres y madres.
Hoy, desde
este acogedor blog, quisiera recordarlos y darles mi admiración a dos campeones
de los Derechos Humanos que han fallecido recientemente: Carlos Slepoy y Marcos
Ana. Como escribió el poeta Miguel Hernández: “Dos hombres que contienen un
alma sin fronteras”.
Termino este
escrito con un poema del cantautor Víctor Manuel que refleja el dolor de las
víctimas y la ignominia de los olvidos impuestos por Decreto o Ley,
prescindiendo de los que sufrieron la pérdida. Sus estrofas son dardos de acero
en el corazón de los perpetradores de los crímenes franquistas.
Cómo voy a olvidarme, si el olvido es memoria.
¿De qué debo olvidarme? ¿Están hablando en broma?
Cómo voy a olvidarme, solo olvidan los bobos que reescriben
la historia, para borrarlo todo…
Como voy a olvidarme de tantos humillados, de las familias
rotas.
Que se abran las cunetas, que se miren las fosas.
Y que sea la justicia sobre todas las cosas.
Que los mal enterrados ni duermen ni reposan.
POSDATA.- Este escrito es un resumen de los razonamientos del
señor Alberto Garzón y de un servidor sobre la Transición en España.
Por una cuestión cronológica soy de la generación que nos toco vivir en primera fila un tiempo apasionante de nuestra historia, la transición que permitió unas elecciones libres tras las de febrero de 1.936.
ResponderEliminarUna serie de hechos encadenados en un corto periodo de tiempo facilitaron el temor de las clases dirigentes a un cambio violento. El atentado contra el sucesor del dictador, el golpe militar en nuestra vecina Portugal, la consolidación de grandes plataformas democráticas y la torpe respuesta de un régimen sanguinario que empezó con un golpe de estado y termino con los fusilamientos en el año 1975 a miembros de la ETA y de las FRAP facilitaron que las clases dirigentes vieran como única solución para sus intereses una salida pactada.
Por otra parte, las continuas amenazas y provocaciones desde grupos e instituciones abiertamente franquistas y antidemocráticas hacían que en nivel de exigencias disminuyeran constantemente. La semana trágica de enero del 77 y la impresionante respuesta popular facilito la legalización del PCE en abril del 77 consiguiendo pese a todas las trabas y renuncias una representación parlamentaria en las elecciones generales de junio del 77. Las amenazas mas serias, el celebre “ruido de sables”, provenían desde el ejército: permanentes manifestaciones de mandos, varias operaciones Galaxia, culminando en el fracasado 23-F fueron un permanente aviso que forzaron a moderar (o consolidar) la transición.
Había que construir una tímida democracia desmontando una dictadura conjugando amnistía, "pacto del olvido", la etapa más sanguinaria del terrorismo de ETA el GRAPO y la extrema derecha, un ejercito abiertamente opuesto…. Y se hizo lo que se pudo, creo además que sin el apoyo internacional ante el peligro de un sur de Europa desestabilizado no hubiera sido posible.
¿Insuficiente? puede ser, pero después del tiempo pasado y de mas de la mitad de él con gobiernos de centro izquierda ¿se ha avanzado algo?
Como generación creo que se hizo y bien, aunque como diría D. Mario el olvido este lleno de memoria, ahí os la dejo.
Ese gran simulacro. Mario Benedetti
Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros
en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir/arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro
el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda
en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede/ aunque quiera/ olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinaran por el olvido
como si fuese El Camino de Santiago
el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite/
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrará los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.