En el año
2011, la economía española estaba en la segunda recesión de la Gran Recesión.
El paro superaba el 22% (y el paro juvenil, el 47%).
La situación
de la mayor parte de los jóvenes dependía más de la renta y la riqueza de sus progenitores que de sus propios esfuerzos. Se daban los requisitos para un gran
estallido.
Según el Banco de España, los ingresos de los españoles de menor edad
descendieron casi una cuarta parte (un 22,5%). Se tenía que producir el mayor desafío
que tenían que afrontar las democracias maduras: restaurar el contrato social
entre generaciones.
Desde Mayo
del 68 y los movimientos antiglobalización, los jóvenes no habían sido los
actores fundamentales de los cambios políticos. En ese momento recuperaron su
protagonismo. En febrero de 2011 un pequeño grupo de activistas decidió crear
un grupo de debate en Facebook y adoptó el nombre de “¡Democracia real, ya!
Toma la calle. No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”.
Elaboraron un manifiesto que entre otras cosas decía:
“Somos
personas normales y corrientes, somos como tú: gente que se levanta por la
mañana para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos.
Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los
que nos rodean […]
Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase
política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar
nuestra voz a las instituciones facilitando la participación política ciudadana
mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la
sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a
los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través
de una dictadura partitocrática […]
Somos personas, no productos del mercado.
No soy sólo lo que compro, por qué lo compro y a quién lo compro. Por todo lo
anterior, estoy indignado. Creo que puedo cambiarlo. Creo que puedo ayudar. Sé
que unidos podemos. Sal con nosotros. Es tú derecho”.
La
manifestación, en la que no tuvieron protagonismo alguno los partidos políticos
o los sindicatos que fue ignorada en principio casi del todo por los medios de
comunicación tradicionales, prendió para sorpresa de éstos y del poder
establecido en todas sus formas. Cuando la manifestación terminaba en Madrid,
algunos centenares de participantes se fueron a la Puerta del Sol, se
instalaron en ella y comenzaron a debatir.
Los concentrados comenzaron a
tuitear lo que allí estaba pasando y empezaron a aparecer miles de jóvenes,
muchos con sus sacos de dormir, que acamparon en la plaza. Al día siguiente, se
repitió lo mismo en la barcelonesa Plaza de Cataluña, y el movimiento se extendió a otras ciudades: de
movilizaciones dinámicas se pasó a acampadas estáticas en el espacio público a
través de las redes sociales.
Como una corriente eléctrica. Como un
electroshock. Había aparecido en los espacios públicos una comunidad de
indignados con lo exterior y de una nuca vista fraternidad entre sí.
En el disco
“Ara que tinc vint anys” (Ahora que tengo veinte años) de 1968 se encuentra la
canción “Els vells amants” (Los viejos amantes), donde el cantautor Serrat
dibuja con precisión el amor de los viejos amantes simbolizado en esas manos
arrugadas y nerviosas que se estrechan en el ocaso de la vida.
El tiempo ha vuelto sus cabellos blancos.
Sus manos, nerviosas y arrugadas.
El tiempo ha vuelto sus cabellos blancos
y un poco más triste
su mirada.
Se quieren como yo quisiera ser querido
(si las costumbres que sigo me lo permiten),
se quieren como yo quisiera ser querido
cuando la esperanza
comienza a estar seca.
Y se cogen de la mano
los viejos amantes,
recuerdan, como ayer,
las flores que cogieron.
Y se cogen de la mano
los viejos amantes.
Se miran y lo saben todo,
no les hace falta
decir nada, ninguna palabra.
Donde los viejos viven se paró el tiempo
con el retrato que cuelga en la pared.
Donde los viejos viven se paró el tiempo
después de casarse
aquel domingo.
La radio antigua y el gran reloj y
el tapete cargado de puntillas.
La radio antigua y el gran reloj
que aún suena de hora
en hora con pereza.
Y se cogen de la mano
los viejos amantes.
Y se acunan cada noche
como dos niños pequeños,
Y se cogen de la mano
los viejos amantes.
Y se preguntan: "¿Estás bien?
¿Hoy no te duele
nada...?"
Y por Sant Jordi él le compra una rosa
envuelta en papel de plata.
Y por Sant Jordi él le compra una rosa
nunca ha olvidado esa fecha...
Y por las calles se han perdido los amantes.
No tienen miedo, no tienen premura.
Y por las calles se han perdido los amantes.
con una flor y su
ternura...
Y de aquella indignación, nació una nueva «casta» de políticos. Mucho postureo, poco resultado y como todos, a intentar «engordar» lo máximo posible el su paso por «la cosa publica». Se echa de menos la limpieza publica de dirigentes como «el califa»... se estará mas o menos de acuerdo con sus tesis, pero se le echa de menos
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