En
Norteamérica existe un estrato de la sociedad que ellos denominan hillbillies; les explico, benditos
lectores: son personas en las que se marca la decadencia de la clase
trabajadora blanca americana, no tienen título universitario, muchos de ellos
de ascendencia irlandesa o escocesa, con una gran falta de ambición, muy
pesimistas y víctimistas que han pasado a la pobreza en poco tiempo.
Curiosamente es el grupo más pesimista en EE.UU. más que los latinos o los
negros. Ciudadanos enfadados y muy cabreados. La mayor parte se congratulan de
haber sido votantes de Trump.
Nunca el
ideario supremacista blanco había tenido tanta influencia ni había estado más
cómodo con Trump desde que el Presidente Woodrow Wilson (que ocupó su cargo desde
1913 al 1921) despidió a los trabajadores federales afroamericanos al ocupar
éste la Casa Blanca.
Pese a
abominar Trump de todo lo que hizo su antecesor y de lo que significó Barack
Obama para la historia reciente de Estados Unidos, Trump recibió una excelente
herencia macroeconómica de aquél.
Hasta tal punto que, más allá de la retórica
y de los continuos gruñidos, apenas ha cambiado hasta ahora las principales
líneas generales de la política económica aplicada por los demócratas en los ocho
años anteriores (exceptuando una reforma fiscal muy regresiva).
Casi todas sus
decisiones económicas siempre han sido en beneficio del establishment financiero que antes tanto criticó; para ello, ha tenido
la “ayuda desinteresada” de su Gabinete, formado en su mayor parte por
millonarios y multimillonarios.
La opinión de
la premiada periodista, escritora y activista canadiense Naomi Klein, los
pilares del proyecto político y económico de Trump son la deconstrucción del
Estado regulador, una ofensiva contra el Estado de Bienestar y los servicios
sociales especialmente a las mujeres y a ejercer sus derechos; el
desencadenamiento por la fiebre de los combustibles fósiles nacionales
(ignorando el cambio climático); y la guerra de civilizaciones contra los
inmigrantes y “el terrorismo islámico radical”.
Los mexicanos eran, para este Presidente, criminales y violadores; los chinos pasaron de ser los culpables de
la invasión de productos hechos en el exterior que dejaban a los
norteamericanos sin trabajo a ser los aliados principales; los rusos pasaron de
ser amigos a enemigos.
Además de estas paranoias siderales hay en Trump una
política de imprevisibilidad, casi siempre espontánea, a veces provocada bajo
la contemplación de que la sorpresa es necesaria en política.
Más allá del
desprecio que suscita entre los liberales americanos y entre los progresistas
de todo el mundo, Donald Trump ha establecido una conexión elástica
inexplicable con sus votantes, a pesar de que sus índices de popularidad estén
en mínimos históricos.
Posiblemente el trumpismo irá más allá de Trump, como el
reaganismo trascendió a Reagan. La tercera fase de la Revolución conservadora,
con sus peculiaridades y contradicciones, está en marcha. El resto del mundo,
gravemente perjudicado por sus veleidades, estará como dice el poeta Serrat:”
con un culo así contra la pared, viéndolas venir, viéndolas pasar. Llorando en
el mar”.
POSDATA.- La señora Naomi Klein y el señor Joaquín Estefanía
han sido los valedores de este escrito; un servidor sólo ha intentado
resumirlo.
La canción
de hoy la firman el señor Benedetti y el señor Serrat. No se trata de un poema
modificado por el catalán, sino lo que se denomina letra de canción. La
titularon “El Sur también existe” forma parte con el mismo nombre del disco
datado en 1985. La canción se sustenta sobre un discurso previsiblemente
demostrable que confronta el Norte y el Sur.
Con su ritual de acero,
sus grandes chimeneas,
sus sabios clandestinos,
su canto de sirena,
sus cielos de neón,
sus ventas navideñas,
su culto de dios padre
y de las charretera.,
Con sus llaves del reino,
el norte es el que ordena.
Pero aquí abajo, abajo,
el hambre disponible
recurre al fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe.
Con su esperanza dura
el sur también existe.
Con sus predicadores,
sus gases que envenenan,
su escuela de Chicago,
sus dueños de la tierra,
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta,
sus defensas gastadas,
sus gastos de defensa,
con su gesta invasora,
el norte es el que ordena.
Pero aquí abajo, abajo,
cada uno en su escondite,
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse,
aprovechando el sol
y también los eclipses,
apartando lo inútil
y usando lo que sirve.
Con su fe veterana
el sur también existe.
Con su corno francés
y su academia sueca,
su salsa americana
y sus llaves inglesas,
con todos sus misiles
y sus enciclopedias,
su guerra de galaxias
y su saña opulenta.
Con todos sus laureles,
el norte es el que ordena.
Pero aquí abajo, abajo,
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite,
y hay quienes se desmueren,
y hay quienes se desviven,
y así entre todos logran
lo que era un imposible.
Que todo el mundo sepa
que el sur también existe
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