Con Donald
Trump se inició la tercera fase de la Revolución conservadora en Estados Unidos.
El carácter hortera de Trump y su nacionalismo y xenofobia rampantes chocaban
con una cierta sofisticación de los neoconservadores y con su defensa a
ultranza de la globalización neoliberal, que el nuevo Presidente representa.
Los tres últimos Presidentes conservadores coinciden en su estilo anti
intelectual. Trump ha ofrecido como alternativa frente a la globalización una
receta simple: la conversión de Estados Unidos en una potencia extractiva que
gracias a su liderazgo político y militar puede instalar en el planeta
relaciones de señorío y vasallaje con los demás países, y ello sería, según los
evangelistas del neoliberalismo, una política profundamente antiliberal.
Resulta por tanto insólita esa fascinación de amplios sectores de la derecha
democrática ante el “fenómeno Trump”; lo que omite y se ignora o se pone en
segundo término es su proteccionismo, la xenofobia, el cuestionamiento de la
independencia judicial o la libertad de prensa; se sienten cómplices de Trump y
ello es una trampa que desnaturalizará al verdadero liberalismo...
Los más tibios
de estos liberales califican a Trump como un bocazas en el que el verbo va
siempre por delante de la acción (no piensa), y entienden que para juzgarlo
habrá que tener en cuenta, cuando llegue la hora de hacer balance, lo que
ejecuta y no lo que brama.
Pasar del
primer Presidente negro de la historia de Estados Unidos a un presidente
supremacista blanco, sin solución de continuidad, parecía una contorsión
imposible. Trump fue el aglutinante de las frustraciones de muchos ciudadanos;
su ascenso fue inseparable de la enorme desilusión que habían generado décadas
de imparable neoliberalismo, que han terminado con las aspiraciones vitales de
una parte significativa de la ciudadanía que se identifica, genéricamente, con
los perdedores de la globalización.
Alimentó
durante la campaña electoral los resentimientos de una parte de las clases
medias y bajas ante un orden injusto, y logró capitalizar el empobrecimiento
relativo a unos sectores que atribuían éste, antes que a la revolución
tecnológica que exige otro tipo de asalariados, al egoísmo de las élites (el
enemigo interior) y a la competencia de la inmigración (el enemigo exterior).
El sueño
americano se ha esfumado y ha mutado, haciendo aguas por arriba y por abajo;
por la creación de hecho en las
comunidades ricas de una élite extractiva con elevadas barreras de entrada, que
ha perdido el contacto con el grueso de la sociedad y que lidera los asuntos
claves del país, la política, la economía y la cultura; por abajo han aumentado
el deterioro de los valores que constituían las instituciones básicas de la
cultura americana, en especial el trabajo y el matrimonio.
Los americanos
no suelen tolerar la incompetencia, pero sí el carácter, por fuerte que éste
sea. Es el caso del Presidente. Un Presidente que puede parecer en muchos casos
como un fenómeno de extrema derecha, sin tener la apariencia de los neonazis ni
de los skinheads y tampoco su violencia, aunque a veces la practiquen.
Este
hombre se defiende invariablemente con el desprecio, la indignación y las
acusaciones; siente la necesidad constante de anunciar que él es el más grande
y el mejor en casi todo lo que hace.
Para
finalizar la primera parte de este personaje tan peculiar y patético escribiré
una secuencia muy descriptiva de lo escrito con anterioridad de la película Asalto a Wall Street: se trata de un
perdedor de la globalización que se venga matando a tiros a todos los que
considera causantes de su desgracia. El más malo de todos, el jefe de los
especuladores, se sincera con la víctima con las siguientes palabras:
“¿Sabes que
en el mundo no hay nadie que tenga más de cien millones de dólares y haya hecho
su fortuna honradamente? Fíjate en las fortunas familiares, los Vanderbilt, los
Carnegie, los Getty, los Morgan, los Rockefeller… ¿Cómo crees que hicieron
fortuna? Se apropiaron de territorios, patentes y negocios, mataron a los
nativos, importaron a los esclavos y vendieron armas al norte y al sur durante
la guerra civil. Y controlaron a los políticos.
Y son héroes, los héroes
americanos. Enseñamos a nuestros hijos que ser honrados y trabajar mucho son
las claves del éxito. Mis hijos no irán a ninguna guerra, estudiarán en Yale o
en Harvard, y serán los idiotas, los estúpidos blancos de clase baja y los de
los guetos negros que lucharán en las guerras americanas sin sentido. Protegerán
el país y nuestros negocios, y será mi negocio el que crecerá y será más y más
grande, tendrá más y más beneficios.
Es la vieja historia. Los banqueros, propietarios y los consejeros se enriquecen y la gente desgraciada compra las
acciones y al final siempre pierde. La gente como tú. Es un sistema de libre comercio.
Es el capitalismo. La competencia en una sociedad capitalista. Así es como la
élite consigue quedarse por encima. El fuerte siempre sobrevive; el débil
siempre muere […] Me encanta competir. Da igual cómo gane. Lo importante es que
he vencido”.
Tengo casi la
certeza, benditos lectores, de que esta forma de sobrevivir, de este tipo de
políticos y de hacer política les suenan muy próximos.
POSDATA.- El señor Joaquín Estefanía, con sus artículos y sus
libros me han permitido hacer un pequeño resumen de la personalidad y criterio
de este tipo llamado Donald Trump.
Hace tan sólo
29 años, el tonadillero Joan Manuel Serrat compuso una canción de amor luminosa
y brillante, carnal y sugestiva, con imágenes muy poéticas acurrucadas en las
fiebres del sol de julio. Le puso de título “Cremant núvols” (Quemando nubes)
recogida en el disco “Mô” (Mahón).
Quemando nubes pasa el sol
vertical y el mundo se para.
Rogando piedad al fuego
se esconden las criaturas
a la sombra de cualquier
sombra que Dios les procura.
Quemando nubes pasa el
sol.
El día se arrodilla
mendigando la siesta.
Por los párpados con sueño
resbala un hilo de baba
y todo duele y nada quiere
y todo pesa y nada pasa.
Quemando nubes pasa el sol,
quemando nubes el sol
pasa.
El alma abandona el cuerpo
turbia y embriagada.
Fantasía de una muerte
de eternidad limitada.
No saca los cuernos el caracol
ni se encarama a la montaña.
Quemando nubes pasa el
sol.
Cuidado al cruzar el bosque,
que en los matorrales, huérfanos de lluvia,
podría prenderse fuego
si los rozases con los muslos.
En la sombra de tus sábanas
te espero, no tardes mucho.
Quemando nubes pasa el sol,
quemando nubes el sol
pasa.
Patrona de los inactivos,
Santa Pereza del mediodía,
proteged el amor furtivo
-si así lo quiere Dios, que así sea-,
especialmente en julio
cuando, reclamando compañía,
quemando nubes pasa el
sol.
Quemando nubes pasa el sol,
y tú y yo echando un polvo al mismo tiempo
que en otros lugares llueve
y otra parte del mundo llora.
Unos de fiesta, otros de luto.
Unos luchan, otros se abrazan.
Quemando nubes pasa el sol,
quemando nubes el sol
pasa.
Esto va para los mas listos del blogs y que solo se dedican a escribir o mejor dicho a fijarse en las supuestas faltas de ortografía, POR FAVOR MIREN A ESTE SEÑOR Y ES NUESTRO SER SUPERIOR Y PRESIDENTE DE NUESTRO GOBIERNO.
ResponderEliminarPedro Sánchez ha felicitado este viernes con un mensaje en Twitter al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, por el Premio Nobel de la Paz que se ha anunciado hoy. Pero en el mensaje del presidente del Gobierno en funciones había algo que no debía estar ahí: una falta de ortografía.
Pedro Sánchez felicita al nuevo Nobel de la Paz con una falta de ortografía Pedro Sánchez felicita al nuevo Nobel de la Paz con una falta de ortografía
En la felicitación, al socialista le han bailado las ‘b’ y las ‘v’. Así, cuando quería hablar de "savia nueva", Sánchez ha escrito "sabia nueva":
Pero esto no es nuevo en este personaje, HASTA EN SU TESIS TENIA FALTAS DE ORTOGRAFÍA APARTE DE PLAGIAR Y LA GENTE LO VOTA. jajajajajajajajajajaja
Y sobre este presidente, NO OPINO.
O manifestar en una entrevista que primero piensa ir a Huesca y después... a Aragón.
ResponderEliminarO soltar en medio de toda su cohorte socialista de Extremadura que el presidente de China se había puesto hasta los ojos de "jamón serrano" cuando se estaba refiriendo al jamón ibérico de bellota del que tanto presumen, y con razón, en Extremadura.