“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
Horacio Verbitsky, periodista y escritor argentino
Comunicado Importante

Ante la imposibilidad de compartir los posts que se publican en este blog en facebook se han realizado varios ajustes técnicos para lograr solucionarlo y no ha conseguido.

Lo que nos hace pensar que los artículos que se publicaron en facebook fueron marcados como inapropiados por lectores que no están de acuerdo con la línea editorial de este blog.

Por eso nos hemos visto obligado a crear un nuevo blog para poder seguir exprensándonos de forma libre. Aquí está la nueva dirección.

https://blogjoaquinmedina.blogspot.com/

viernes, 21 de junio de 2019

El nuevo trabajo Digital, por Óscar de Caso. "La tecnología digital no está generando más empleos, sino eliminándolos y de manera muy rápida".

          John Maynard Keynes (1883-1946) demostrado insigne economista británico mencionaba en sus conferencias una nueva enfermedad que según él se oiría mucho en los años venideros, la denominó: “paro tecnológico”. 

    A diferencia de otras etapas de la evolución social, la tecnología digital no está generando más empleos, sino eliminándolos y de manera muy rápida.
          Economistas y sociólogos predicen que, antes de que llegue la mitad de la centuria, desaparecerán entre el 40 y el 50 por ciento de los puestos de trabajo y serán automatizados.

          Primera consideración: la digitalización no debe confundirse con una suerte de tercera revolución industrial que genera grandes cantidades de puestos de trabajo.

          Segunda consideración: la digitalización condiciona la cantidad y la calidad del trabajo: más que la sustitución del hombre por la máquina, es la aparición de nuevos productos y costumbres que asolan muchos empleos. Instagram o WhatsApp no superan los cien empleados a pesar de haber alumbrado productos rompedores que fueron adquiridos por las “grandes ganadoras”, que pagaron cantidades fastuosas por ellas. Unas inversiones similares durante la era industrial hubieran supuesto la creación de miles y miles de puestos de trabajo.

          Tercera consideración: el empleo disponible, como el petróleo, es un recurso escaso que habrá que administrarse racional y democráticamente.
          Cuarta consideración: la industria ha cambiado su cadena de producción: diseña con productos escritos por otros, que trabajan lejos de quien los fabrica; la logística de proveedores y clientes se ejecuta telemáticamente; la vieja factoría reduce su superficie con la robotización avanzada. Lo digital hace que lo industrial se haga terciario.

          Quinta consideración: en las relaciones cotidianas desaparece la intermediación, y con ella cientos de miles de puestos de trabajo.
          El problema no reside ya en que habrá menos trabajadores sino menos empleo.

     Las máquinas sustituirán trabajos que hasta ahora se consideraban propios de las clases medias y trabajadoras. Al final llegará el momento, inevitablemente, de desvincular empleo y trabajo.
          Recuerdan ustedes, benditos lectores, el regocijo que nos suponía a los obreros contemplar por la televisión aquellos reportajes en los años ochenta, donde se mostraban los primeros adelantos tecnológicos digitales en los que veíamos como los robots desarrollaban todo tipo de trabajos con calidad y celeridad. 

Éramos unos ilusos; confiábamos en obtener con esas portentosas máquinas un justo y lógico bienestar social, empleos más seguros, salarios más dignos, más tiempo libre para la familia. ¡Error! Tan sólo hemos logrado: “mini jobs, trabajos basura, precariado y dolorosas separaciones de nuestras familias".

          Remataré este escrito con palabras textuales del señor Keynes: "Por lo menos durante otros cien años debemos fingir nosotros y todos los demás que lo justo es malo y lo malo es justo, porque lo malo es útil y lo justo no lo es. Muy lamentable…

POSDATA. -Este escrito se ha realizado con las opiniones del señor Joaquín Estefanía y de un servidor.

          En el año 1987 Joan Manuel Serrat compuso “La rana y el príncipe”. Se trata de una canción con cariz fabulador donde se produce una inversión del cuento clásico que bebe de la tradición popular; el maestro Serrat lo desmitifica. En aquellos años se rumoreaba que la canción la compuso en modo de sátira, reflejando la vida disoluta y casquivana de un personaje perteneciente a la familia Borbón. Nada hay de cierto en ello. Canción dentro del disco “Bienaventurados”.
Él era un auténtico príncipe azul

más estirado y puesto que un maniquí,
que habitaba un palacio como el de Sissí
y salía en las revistas del corazón.

Que cuando tomaba dos copas de más

la emprendía a romper maleficios a besos.
más de una vez, con anterioridad,
tuvo Su Alteza problemas por eso.

Un reflejo que a la luna

se le escapó,
en la palma de un nenúfar
la descubrió.

Y como en él era frecuente

inmediatamente
la reconoció.

Ella era una auténtica rana común

que vivía ignorante de tal redentor,
cazando al vuelo insectos de su alrededor
sin importarle un rábano el porvenir.

Escuchaba absorta a un macho croar

con la sangre alterada por la primavera,
cuando a traición aquel monstruoso animal
en un descuido la hizo prisionera.

A la luz de las estrellas

le acarició
tiernamente la papaba
y la besó.

Pero salió rana la rana

y Su Alteza en rana
se convirtió.

Con el agua a la altura de la nariz

descubrió horrorizado que para una vez
que ocurren esas cosas, funcionó al revés
y desde entonces sólo hace que brincar y brincar.

Es difícil su reinserción social.

No se adapta a la vida de los batracios
y la servidumbre, como es natural
no le permite la entrada en palacio.

Y en el jardín frondoso

de sus papás
hoy hay un príncipe menos
y una rana más.


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