A continuación,
paso a desarrollar cincos frases para ser feliz a los sesenta años. Aceptando
de antemano que este concepto es como algo abstracto. Aquí van.
“Coleccionar enemigos”.
Nada más
depresivo que intentar estar a buenas con todo el mundo. El buen rollo es uno
de los ingredientes esenciales de mi generación, inventado para estimular la
mediocridad, el tedio y el canuto. La disposición al consenso compulsivo
provoca un trabajo pesado, inútil y, sobre todo, frustrante. Buscarse enemigos
tampoco resulta una tarea sencilla, porque lo esencial es saberlos escoger.
Ahora bien, si acertamos, el divertimento y la pasión están asegurados de por
vida.
“No practicar deportes”.
A partir de una cierta edad, practicar
deportes es un hábito peligroso para la mente y el físico. Ello, además del
correspondiente ridículo que comporta su exhibición ante el prójimo. Hay que
abandonar el deporte en la edad que se debería dejar de leer novelas, o sea,
cuando alcanza una cierta madurez. Las energías del deporte nos harán más
felices dedicadas a promover los bienes públicos. Por ejemplo, arreglar los
parterres de una plaza o limpiar las hojas del parque, lo cual puede significar
miles de flexiones provechosas.
“Tender a la castidad”.
Todo lo que
represente contención es una reserva de emotividad para ser disparada en el
mejor momento. Especialmente cuando ya no se pueden hacer demostraciones y,
mucho menos, malversaciones en estos terrenos por falta de excedentes. Se trata de conseguir que resulte una
milagrosa excepción aquello que para la mayoría del personal acostumbra a ser
cotidiano.
“Ser ligeramente millonario”.
Los extremos
son inquietantes, pero el de la precariedad puede ser tan letal como el del
exceso. Se trata de encontrar la posición adecuada, de tal manera que los
dineros tampoco nos aboquen a la avidez de la multiplicación y las inversiones,
lo cual provoca inmediato insomnio. Lo contrario, también puede significar para
uno convertirse en carne de las actividades del Inserso, cuyos beneficiarios
participan mensualmente en unas excursiones de muertos vivientes
“No someterse a ninguna ayuda psicológica”
Nuestra
tradición cristiana nos enseña que solo podemos ser profundamente felices si
dejamos de pensar en nosotros y lo hacemos sobre los demás. Nada es tan
aburrido como uno mismo. En caso de remordimientos u otros complejos muy
propios de estas edades, siempre nos queda el confesor, que es mucho más barato
y eficaz que el psiquiatra. Además, ahora no tendremos ni que hacer cola. Ni
siquiera penitencia.
POSDATA.- Este mini ensayo de cómo envejecer de manera
feliz se debe a la obra y a la gracia de mi admirado bufón señor Boadella, don
Albert.
Es en “La primera” donde Serrat viaja
a la savia de la adolescencia, a los fulgores de aquel encuentro agridulce que
expone con maestría y sutileza la pérdida de la virginidad con una prostituta.
Disco “Per al meu amic” (Para mi amigo) de 1973
Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hubiese sido primavera,
y que la primera
hubiera sido aquella muñeca rubia,
delgada y pecosa
que cada tarde
subía conmigo al tranvía
cuando el día se
dormía.
Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que tu cuerpo harto
"de diez duros y la cama aparte",
pero las cosas son como son
y en aquel tiempo no
me dejaron escoger.
Y no lo lamento
ni me avergüenza
que fuese en tu pila
mi bautizo de amar.
Fuiste honrada y sincera
y la primera
de segunda mano.
Pero, francamente,
me hubiera gustado, mucho más
que aquel catre, un pajar
donde la primera
se hubiera dejado llevar con vergüenza,
entre mentiras
y un poquito de broma,
e irlo haciendo, sin prisas,
rezumando ternura.
Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hacer de aprendiz
cuando en la puerta espera otra gente,
notando el olor
de otro que se acostó
antes que yo.
Y no lo lamento
ni me avergüenza.
Eres parte de mi historia
y por eso puedo dibujarte
deseando bajar bandera.
Ay, la primera
de segunda mano.
Francamente,
me hubiera gustado mucho más
que hubiese sido primavera
y la primera,
la continuación de aquellas
historias verdes,
romances tiernos
sobre los que mi hermano mayor mentía
sentado en la acera.
Francamente,
me hubiera gustado mucho más.
Benevolente,
le gustan vírgenes al adolescente,
pero, como usted,
se come lo que se
encuentra por la calle.
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