Sí, desde
luego, la clase social importa, y por desgracia. De hecho, es el gran concepto
político, y desde luego mucho más que partido político. Veamos los
ejemplos: en un barrio rico de Madrid la esperanza de vida es de 86 años; por
el contrario, en un barrio obrero es de 83. En Barcelona la diferencia puede
llegar a ser de 9 años. Podría ser aún peor, en Glasgow (Escocia), es de 28
años.
Otro ejemplo:
los estudios realizados en Bolivia, la tasa de mortalidad infantil de los bebés
de madres sin estudios supera el 100 por mil, mientras que en las madres con
estudios secundarios es del 40 por mil.
Abundando en
ejemplos, pondré uno chusco y casi inexplicable: en España, el 25 por ciento de
las personas sin ingresos son votantes de la derecha conservadora del Partido
Popular y el 13 por ciento, de la derecha liberal de Ciudadanos. Aquí lo dejo…
Regresemos al
tema de las clases sociales, el concepto de clase en la explotación significa asumir
que entre las clases sociales existe una relación por la que unas se enriquecen
a costa de otras, es decir, el capitalista obtiene ganancias generadas por los
trabajadores y no pagadas a estos; sus intereses son opuestos y antagónicos.
Digamos, que la dinámica capitalista apuntaría a la destrucción de todas las
clases sociales que no fueran las de los capitalistas y los trabajadores, de lo
cual se deduce que un individuo es capitalista o trabajador no en función de su
propia percepción, sino por el lugar que ocupa en el sistema económico
capitalista.
Escribamos
sobre el llamado Estado de bienestar -o más acertadamente, el Estado social-
fue el resultado de un compromiso entre capitalistas y trabajadores por el cual
los incrementos de productividad derivados de las mejoras tecnológicas y de
organización se repartían entre salarios y beneficios.
Así, tanto los salarios
como los beneficios empresariales crecían año tras año, mientras que el sistema
fiscal y financiero posibilitaba financiar servicios públicos que permitían a
las familias de clases trabajadoras ir por primera vez a los colegios,
universidades, hospitales, e incluso de vacaciones.
Normalmente,
esos compromisos tenían una contrapartida. Por un lado, la clase capitalista no
podía ganar tanto como quería y, de hecho, tenía que asumir unos niveles de
impuestos de hasta el 90 por ciento. Por su parte, la clase trabajadora
institucionalizaba el conflicto social, que a partir de entonces tendría lugar
de acuerdo a las normas y leyes vigentes, y renunciaba a la insurrección armada
como mecanismo para conquistar el poder.
Este sistema de compromiso entre
capital y trabajo se vino abajo en torno a los años setenta, y le sucedió una
ofensiva neoliberal aún vigente, que consiste esencialmente en retrotraernos al siglo XIX en derechos y
libertades.
La propia
teoría neoliberal no niega que el capitalismo genere desigualdad. Sin embargo,
los liberales lo justifican por las remuneraciones que merecerían los
empresarios que arriesgan su capital. Además, los liberales argumentan que las
desigualdades también ayudan a los pobres a través del “efecto goteo”.
Este
efecto consiste en que, al favorecer a los más ricos, los beneficios –en forma
de nuevos puestos de trabajo o de mejores salarios- terminarán cayendo hasta
los niveles más bajos como las gotas que caen en el suelo desde las hojas de
los árboles. Aquí lo dejo también…
POSDATA.- Parte de este escrito está confeccionado con las
ideas y apreciaciones de los señores: Przeworski, Marx, Wright y Garzón. En la canción
de hoy titulada “Ciudadano” de 1978, perteneciente al disco “1978”, el señor
Serrat nos desmenuza el entorno viciado de la ciudad, sus inevitables lacras,
su tránsito rutinario de gentes que van y vienen en un eterno deambular, en un
itinerario repetitivo y cansino, la ciudad que aprisiona las pasiones,
desarraiga, lo reduce a paredes de hormigón. En fin, un caos tedioso.
Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra va el ciudadano,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
Rotos y desarraigados,
hablando a gritos,
golpeando los adjetivos precipitadamente,
asfixiados en los humos y en las gestiones,
se cruzan y entrecruzan, sordos e indiferentes
a salvo en sus caparazones.
A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques de tus mayores.
Así reviente el señor
de miedo y de soledad.
Con Dios, ciudadano,
ya te apañarás.
Y se amontonan y se hacinan
encima, enfrente, abajo, detrás y al lado.
En amargas colmenas los clasifican,
donde tan ignorantes como ignorados
crecen y se multiplican,
para que siga especulando
con su trabajo, su agua, su aire y su calle
la gente encantadora... Los comediantes
qué poco saben de nada, nada de nadie,
y son
ciudadanos importantes.
Hijos predilectos,
científicos admirados,
tiernos poetas galardonados,
intermediarios,
ciempiés,
políticos de salón,
y nueve de cada diez estrellas, lo son.
El neoliberalismo no existe, existe el liberalismo de toda la vida
ResponderEliminarLa imagen creo que no es la óptima para definir las clases sociales. Tenemos dos clases sociales, siendo estas la clase alta y baja, las cuales son mantenidas por la clase media, la cual es cada vez más escasa. Hasta cuándo podrá la clase media mantener al resto?
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