La tradición
marxista ha debatido la cuestión del Estado de forma insistente; una de estas
discusiones consistía en participar en las Elecciones. Algo que hoy parece muy
evidente, pero que no siempre fue así.
Hay que
recordar que el movimiento socialista de mediados del siglo XIX entendía que la
revolución socialista tenía que hacerse de la misma manera que la revolución
burguesa lo había hecho al enfrentarse a las estructuras feudales de los
"señores del castillo".
El movimiento socialista se sentía heredero de
revoluciones como la francesa, solo que denunciaba que aquella revolución no se
había completado. Completarse era, nada más y nada menos, que la democracia
llegara al ámbito económico y social y no solo al político.
La concepción
de los partidos socialistas de la época era que el objetivo real estribaba en
construir una sociedad paralela a la burguesa, utilizando todos los
instrumentos posibles a su alcance, sin
comprometerse ni inmiscuirse en asuntos internos de la burguesía.
Además, se
imponía la idea de que los trabajadores tenían que organizarse como clase porque,
de lo contrario, votarían sobre la base de otras identificaciones, fueran
religiosas o de cualquier otra naturaleza.
El gran
dilema electoral eterno y penitente del partido socialista es que están
obligados a elegir entre un partido homogéneo en su apariencia de clase, pero
sentenciado a las derrotas electorales, y un partido que lucha por el éxito
electoral al coste de diluir su carácter de clase. En eso se entretienen hasta
hoy día…
La socialdemocracia parece condenada a la minoría cuando son un partido de clase, y parecen igualmente relegados cuando buscan ser el partido de las masas, o de la nación entera.
La socialdemocracia parece condenada a la minoría cuando son un partido de clase, y parecen igualmente relegados cuando buscan ser el partido de las masas, o de la nación entera.
Con el
tiempo, la socialdemocracia abandonó el marxismo primero, y el reformismo
después. Sin embargo, a partir de los años sesenta y en plena ola neoliberal,
el nuevo giro de la mayor parte de los partidos socialistas hizo que dejasen de
ser reformistas y comenzaran a ser partidos liberales, eso sí, con una impronta
social; confirmando con esta actitud la llamada “ley de hierro de la oligarquía”.
Según esta, toda organización social, a medida que crece, necesariamente
degenera en una forma burocratizada y controlada por una oligarquía sea del
carácter político que sea. Esta oligarquía es lo que en términos coloquiales
suele llamarse “el aparato”.
Coincidiendo
con la contundente sentencia judicial Argentina sobre los inhumanos crímenes
cometidos durante la dictadura del General Videla les transcribo esta carta del
señor Gelman, don Juan, autor de un poema titulado “Oración de un desocupado”
que tantas veces habré leído y que sigue emocionándome de igual manera.
Juan Gelman pagó muy caro su
activismo contra la Dictadura argentina. El 24 de agosto de 1976, un grupo de
militares irrumpió en su casa. Él no estaba allí. Se llevaron a su hijo y a su
nuera embarazada. Nunca volvería a ver a ninguno de los dos. En 1995 Gelman
escribió esta carta abierta a la nieta o nieto que la Dictadura le había
robado.
Dentro de seis meses cumplirás 19
añs. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración.
Poco antes o después de tu
nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca
disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un
comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto
en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que
funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “El Jardín”.
Tu padre se llamaba Marcelo. Tu
madre Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno
cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos en ella- cuando estuvo a
punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico
cómplice de la Dictadura Militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a
parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía,
o juez, o periodista amigo de policía o militar.
Había entonces una lista de espera
siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con
el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran
asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares
dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre.
En cambio, en un tambor de
grasa de 200 litros que los militares rellenaron de cemento y arena y arrojaron
al río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después.
Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.
Me resulta muy extraño hablarte de
mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que
naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado
del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu
destino. Me asaltan ideas contrarias.
Por un lado, siempre me repugnó la
posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un
amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que,
cualquiera hubiese sido el hogar al que fuiste a parar, te criaran y educaran
bien y te quisieran mucho.
Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aun así,
algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto
porque tus padres de hoy no son biológicos -como se dice-, sino por el hecho de
que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y la falsificaron. Imagino
que te han mentido mucho.
También pensé todos estos años en
qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus
padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y
acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de donde
venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la
posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se
reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento.
Me preocupaba que fueras demasiado
chico o chica – por no ser suficientemente chico o chica- para entender por qué
no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a
padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de
hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación.
Pero ahora sos grande.
Podés enterarte de quién sos y decidir después que hacer con lo que fuiste. Ahí
están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con
precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.
Ahora tenes casi la edad de tus
padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en
los 20 años para siempre. Soñaban mucho como vos y con un mundo mas habitable
para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos.
Para reconocer
en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos
somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio
que en la carne de la familia perpetró la Dictadura Militar. Para darte tu
historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande,
dije.
Los sueños de Marcelo y Claudia no
se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con
quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño
de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe
cómo serás si sos varón. Quién sabe como serás si sos mujer. A lo mejor podés
salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que
te espera.
El
31 de marzo de 2000, Juan Gelman reencontró por fin a su nieta. Tenía 23 años,
se llamaba María Macarena.
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