Como siempre,
es conveniente hacer historia de la historia. Los principales protagonistas del
Mayo francés del 68 hacen permanentes analogías entre lo que allí sucedió y la
Comuna de París de 1871, este movimiento insurreccional que tuvo lugar entre el
18 de marzo y el 28 de mayo, que se disputaron los anarquistas y los
comunistas, y que terminó con la entrada triunfal de las tropas prusianas a
sangre y fuego.
Durante esos dos meses se promulgaron unos decretos
revolucionarios como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños,
la laicidad del Estado, la obligación de la Iglesia de acoger las asambleas
ciudadanas y de sumarse a las labores sociales, o la abolición de los intereses
de las deudas.
Fue una forma
de revelarse contra el sistema en la que muchos de sus participantes
despreciaban el poder; querían la palabra, no el poder.
En el 68 no
hubo cambio de Gobierno, sino un fortalecimiento del existente.
No fue poco,
pero sí menos de lo que pretendieron los rebeldes. En una posguerra en que se
pasó en un corto espacio de tiempo de la desesperación al estado de bienestar,
en el imaginario colectivo pareció, ingenuamente, que todo podía ser posible y
sin derramamiento de sangre. Pasados los años se les sigue mencionando para
corregir sus mitos, las menos veces, para defender sus efectos.
En los años
anteriores y posteriores a esta revolución se pusieron de moda las tesis de Antonio
Gramsci , a la sazón, Secretario General del Partido Comunista Italiano en el que hacía observar que el
poder de las clases dominantes sobre las clases subalternas no está simplemente
en el control de los aparatos represivos del Estado, como creyó el estalinismo,
sino que viene dado también por la “hegemonía cultural” de las élites a través
del control de ese sistema educativo, de los periódicos, de la creación
cultural…
Mediante estos instrumentos, los poderosos “educan” a los subordinados
para que éstos vivan su sometimiento y la supremacía de aquellos como algo
natural, capando su espíritu de rebeldía o incluso revolucionario. ¿Les suena
esto de algo, benditos lectores…?
Los que se
beneficiaron de esa rebelión fueron los que entonces eran jóvenes y a partir de
los setenta ocuparon los puestos de mando en la política, la economía, las
finanzas o la cultura; los que a partir de esa década se vistieron de traje y
corbata, y se pusieron a trabajar y a llevar una vida normal, atravesada por la
secuencia “estudiar-trabajar-casarse y tener hijos-poseer una
vivienda-jubilarse y descansar” ese encadenamiento que se ha roto en mil
pedazos para sus descendientes.
Muchos enterraron las pinturas de guerra y los adoquines
del 68 y se convirtieron en todo aquello que sus padres habían deseado y de lo
que ellos abominaron en un momento de su vida. El 68 fue tan sólo una fase de
su existencia, que ahora recuerdan con una sonrisa.
Un hecho
significativo es que apenas hubo mujeres entre los principales dirigentes del
movimiento, los conflictos de género se consideraban secundario y un
subproducto de la lucha de clases. Hace medio siglo prendió con fuerza esa
nueva categoría transversal, de naturaleza distinta de la tradicional “clase social”:
los jóvenes.
Y más concretamente, los jóvenes estudiantes. De contornos
imprecisos, la Juventud estudiantil, más que la obrera, dio muestra de querer
influir en la política como espacio público compartido. Ese marxismo genérico
que impregnaba a sus vanguardias les aportaba la consciencia de que la
educación que recibían, en la escuela, en el instituto o la universidad a las
que acudían, reproducía el sistema de dominación que había tiranizado a sus
padres.
Los historiadores han concluido que ese tipo de educación, insuficiente
y elitista, fue la yesca que haría estallar la ira de los estudiantes de muchas
partes del mundo. Por primera vez en la historia contemporánea una generación
tomaba el relevo de la clase obrera como factor de contestación al sistema.
Por mucho que algunos izquierdistas ligados al
marxismo obrerista lo sigan negando, Mayo del 68 fue un fenómeno mucho más
generacional que vinculado a las clases sociales. Era el momento del prestigio
de ser jóvenes.
Acabaré este escrito
con la definición de la declaración de principios de los estudiantes parisinos
en la entrada principal de la Universidad de la Sorbona en París: “Queremos que
la revolución que comienza liquide no sólo la sociedad capitalista sino también
la sociedad industrial. La sociedad de consumo morirá de muerte violenta. La
sociedad de la alienación desaparecerá de la historia. Estamos inventando un
nuevo mundo. La imaginación al poder”.
POSDATA.- Este escrito se ha confeccionado con las ideas y
razonamientos de los señores/as: Kristin Ross, Carlos Monsiváis y Joaquín
Estefanía.
Serrat
se marca un rock and roll cuando escribe precisamente: “Cuando duerme el rock
and roll”, canción del 1991 dentro del álbum “Utopía”. En ella desmitifica al
rock criticando el colonialismo anglosajón y reivindicando otros ritmos no
respaldados por la moda, pero necesarios.
A ciertas horas de la noche le pesa la estrella
de sheriff que le cuelga del corazón.
Se deja caer en la cama, se saca las botas
y se afloja dos puntos el cinturón,
y se duerme el rock and roll,
y se duerme el rock and roll.
Cuando la noche agoniza, al fin, se duerme el rock and roll.
Y camuflado en el
desfile de sombras
que se mueven justo antes que salga el sol,
asoma un tango la cabeza, da un brinco
y toma por la cintura a un farol
cuando duerme el rock and roll,
cuando duerme el rock and roll.
Un farol se marca un tango cuando duerme el rock and roll.
Y ronda lunas y
balcones el bolero.
Y un blues, sentimental, se desangra en la acera
viendo como la cumbia mueve las caderas
mientras, indiferente, el vals gira en el cielo,
un dos tres,
un dos tres,
un dos tres,
y con su viejo smoking
y sus zapatos de charol
taca taca taca tac...
salpica charcos el claqué
cuando duerme el rock and roll.
Y se echan a las
calles el mambo, la rumba,
la guaracha, el joropo y el cha-cha-chá
y algún que otro vallenato berraco que busca
el camino de vuelta a Valledupar,
cuando duerme el rock and roll,
cuando duerme el rock and roll.
Se escabullen de sus guetos cuando duerme el rock and roll.
Y se sacuden la
nostalgia y el olvido
y se ventilan mientras les llega la hora
en que los caprichosos dioses de la moda
les reclamen de nuevo entre los elegidos,
ye ye ye,
wo wo wo,
sha la la,
un pasodoble cañí
desde un tendido de sol,
olé olé olé olé,
pide una oportunidad
cuando duerme el rock and roll.
Y como los ajuares de la Cenicienta,
cuando el alba se impone a la oscuridad
todo se desvanece en un visto y no visto
al despertar el sheriff de la ciudad.
Pero cuando duerme el rock and roll,
cuando duerme el rock and roll,
otros le hablan al silencio cuando duerme el rock and roll.
¡Mon Dieu! Mayo del 68.
ResponderEliminarTras unas semanas que mantuvieron en vilo a Europa al final solo se permitió que trascendieran algunas ideas inofensivas, nada cambio, los nuevos valores ligados a la sexualidad, al hedonismo y a la rebeldía inauguraban una nueva época de consumo. El capitalismo se hacía rebelde y el mercado absorbía la transgresión y todo el arte de vanguardia. Los sistemas políticos y económicos de todos estos países salieron del 68 exactamente igual a como habían entrado.
Si nos quedó claro que la playa nunca esta bajo los adoquines, que la revolución obrera han de hacerla los obreros, que la revolución de los intelectuales dura hasta que cambian el adoquín por un maletín de ejecutivo o un puesto político/administrativo… La historia se repite siempre, aquí tenemos nuestra Puerta del Sol y es comprensible, no hay revolución que se pueda mantener junto a una buena hipoteca.
Chimo salvando la letra de mi admirado Serrat, intenta poner esta también viene al caso, anexo la letra.
Salud.
https://youtu.be/wSCUV7ysBbI
Ismael Serrano.
Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
De gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo
Y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana
Y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda
Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
Estropeando la vejez a oxidados dictadores
Y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
En aquel mayo francés en los días de vino y rosas
Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita
De aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia
Y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo
Y como desde aquel día todo parece más feo
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
Y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada
Al final de la partida no pudisteis hacer nada
Y bajo los adoquines no había arena de playa
Fue muy dura la derrota, todo lo que se soñaba
Se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas
Y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias
Pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza
Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis
Que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París
Sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual
Las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más
Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam