“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
Horacio Verbitsky, periodista y escritor argentino
Comunicado Importante

Ante la imposibilidad de compartir los posts que se publican en este blog en facebook se han realizado varios ajustes técnicos para lograr solucionarlo y no ha conseguido.

Lo que nos hace pensar que los artículos que se publicaron en facebook fueron marcados como inapropiados por lectores que no están de acuerdo con la línea editorial de este blog.

Por eso nos hemos visto obligado a crear un nuevo blog para poder seguir exprensándonos de forma libre. Aquí está la nueva dirección.

https://blogjoaquinmedina.blogspot.com/

sábado, 31 de agosto de 2019

"Maldita Globalización", por Óscar de Caso. "La globalización se instaló como un asunto económico aprovechando las nuevas tecnologías digitales".

          No debemos ser adanistas, es decir, comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente. En realidad, la historia de la humanidad es, con abundantes picos de sierra, la historia de la globalización, en la que los hombres se van acercando unos a otros a través de su economía, su cultura, sus costumbres, de la política incluso. Globalizaron los fenicios comerciando por el Mediterráneo, o los venecianos, o los misioneros que llegaron a Japón.

          La primera globalización comenzó en la última parte del siglo XIX, coincidiendo con la Comuna de París y acabó con la Gran Guerra en el año 1924. La segunda globalización comenzó en la década de los cincuenta del siglo XX y ha tenido su esplendor desde la caída del Muro de Berlín en 1989 hasta ahora.

          La globalización se instaló como un asunto económico aprovechando las nuevas tecnologías digitales. Pero era mucho más que economía. La globalización que llegaba era un proceso por el cual las políticas nacionales tenían cada vez menor importancia y las políticas internacionales, aquéllas que se deciden más lejos de los ciudadanos, cada vez más.

          Los ciudadanos dejaban de sentirse representados por quienes tomaban las decisiones últimas, por quienes se reunían entre sí para marcar las tendencias, los vericuetos por los que iba a discurrir la humanidad. Lo principal era que la globalización distanciaba de la participación, anestesiaba lo público y lo colectivo. 
El caso más citado es el de los bancos centrales, que tienen un fuerte grado de dependencia de los gobiernos. Si el poder de estas instituciones “ademocráticas” sobre los súbditos de la globalización se vuelve absoluto (sin control real), la institución se sitúa por encima de la ley y en esa medida se diferencia y se separa de la sociedad civil, que somos todos. 

Los mercados votan cada día, obligan a los gobiernos a adoptar medidas ciertamente impopulares, pero imprescindibles... Son los mercados los que tienen sentido de Estado.

          A continuación, paso a transcribirles parte de un ensayo del austríaco Stefan Zweig contenido en el libro “El mundo de ayer. Memorias de un europeo” donde describe con mucha brillantez la globalización de los principios del siglo XX:

         “Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba donde quería. No existían permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les cuento que antes de 1914 viajé a la India y a América sin pasaporte y que en realidad jamás en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntados, no tenían que rellenar ni uno del centenar de papeles que exigen hoy en día. 

No existían salvoconductos ni visados ni ninguno de esos fastidios; las mismas fronteras que hoy aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que las líneas simbólicas que se cruzaban con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich. Fue después de la guerra cuando el nacionalsocialismo comenzó a trastornar el mundo y el primer fenómeno visible de esta epidemia fue la xenofobia: el odio o, por lo menos, el temor al extraño. 
En todas partes la gente se defendía de los extranjeros, en todas partes los excluía. Todas las humillaciones que se habían inventado solo para los criminales ahora se infringían a todos los viajeros, antes y durante el viaje: tenían que hacerse retratar de la derecha y la izquierda, de cara y de perfil, cortarse el pelo de modo que se les vieran las orejas, dejar las huellas dactilares, primero las del pulgar, luego las de todos los demás dedos.... 

....Además era necesario presentar certificados de toda clase: de salud, vacunación y buena conducta, cartas de recomendación, invitaciones y direcciones de parientes, garantías morales y económicas, rellenar formularios y firmar tres o cuatro copias y con que faltara uno de ese montón de papeles, uno estaba perdido”

POSDATA.- El contenido de este escrito es un resumen elaborado por un servidor de los estudios y los razonamientos de los señores Fernand Braudel, Joaquín Estefanía y George Soros.

          La idea de la canción “Irene” del disco “1978” surge de la experiencia vivida por el cantautor Serrat en los recovecos de la ciudad de Nápoles. En un mundo sensitivo de las ropas tendidas en los balcones, de las prendas amorosas, de los aromas y sensaciones del entorno.
Irene
tiende sus trapos al sol,
prestando
misterios a la siesta
de bragas comprometedoras
y sábanas alcahuetas...

Irene

tiende el alma en el balcón
y el viento, indiscreto,
la explora,
resucitando formas
gorditas y habladoras...

Irene

columpiándose en los alambres.
Irene
convidándome a conocerla,
emplazándome...

No comprendo cómo puede usted

pasar y no verla...

Irene

tiende sus trapos al sol
y algo en mí
se aroma y despereza,
jugando a las adivinanzas
y a los rompecabezas.

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