¿Puede
ocurrir que alguna persona en su sano juicio esté esperando el debate electoral
televisivo, le preste exquisita atención y decida su valioso voto a según quién haya despreciado más a su adversario,
quién haya alzado más la voz, quién lleve mas gomina en el pelo, limpieza de
cutis, hato más elegante o mirada más glamurosa?
Pues si, joder, parece que si, por la inquietud que tienen algunos partidos políticos de
levantar el telón y representar el ridículo e interminable sainete que se viene
produciendo irremediablemente días antes de cada comicio electoral y que yo
tengo la opinión de que se asemeja en gran medida al enunciado con que encabezo este artículo.
Hasta me
pareció coherente la decisión que tomó el Sr. Rajoy en las anteriores Elecciones de no aparecer en estos debates, con una posible argumentación
introspectiva por su parte, creyéndose probable vencedor o temiendo encontrarse
derrotado. De cualquier modo pensaba optar por aquél dicho:”virgencita déjame
como estoy…”. Posteriormente recapacitó: ”por si las moscas…” y mandó a la
vicepresidenta Sra. Sáenz de Santamaria para que la viesemos el tupé en la tele.
Ironías
aparte. No podemos perder la memoria tan rápido y no acordarnos del modo en
cómo nos han gobernado la última legislatura el Partido Popular. Y en lo que
respecta a la responsabilidad de los
otros partidos, existe, aunque poca gente lo lee y lo conserva, un documento
que el Sr. Anguita (Don Julio) denominaba machaconamente, y con válida razón:
“programa, programa, programa”.
Se puede llamar programa, pero yo quisiera ser
más pragmático y titularlo “contrato del gobierno para con sus ciudadanos”.
Este contrato debería ser como una fianza de alquiler de sus compromisos en el
caso de alcanzar el poder. Algo así como un tiket regalo, que se pueda devolver
a la agrupación política que te lo ha ofrecido como ofrenda de compromiso a
cambio de tu preciado voto.
Y en el supuesto de que una vez, llegado al poder, no estuviera en su mano
cumplir con el programa prometido se le deberían presentar dos obligaciones:
a) dimitir para que otro más capacitado lo intente y b) reintegrarnos el voto
concedido. Si esto se llevase a cabo de esta manera, los ciudadanos tendríamos
un criterio muchísimo más claro y saludable de las personas que forman la clase
política en España.
Pudiendo demostrar
estos señores con esta acción un grado de coherencia y honestidad muy elevado;
no teniendo necesidad de sacar a pasear familiares, difuntos o dioses para
juramentar por ellos su inocencia.
Pero, no
parece que sea esta la manera en que
muchos ciudadanos toman la decisión de conceder su voto. No. Esperan a que se
monte el sarao televisivo, y así dar rienda suelta a un cierto morbo contenido;
y una vez terminado el “chou”, y satisfecho dios sabe que perversión, toman la
resolución.
Una de las
cosas que tengo claras, con respecto a los debates televisivos, es que si se
toman tanto interés en realizarlos y con la excesiva escrupulosidad notarial en
su desarrollo es, sin duda, debido a que han comprobado (y tienen medios para
ello) el numeroso volumen de votos que se deciden en estos retransmitidos entremeses.
Aprovecho
este momento, para reseñar lo dificultoso, engorroso, lento, caro, canalla y un
tanto cínico en que se tiene que efectuar el voto por correo, desde el
extranjero en esta era digital que al parecer disfrutamos todos. Y además,
sabiendo en esta ocasión la importancia que deben de tener aquellos votos del
numeroso aluvión de personas que se han visto obligados a viajar al extranjero como “refugiado económico” para
así poder pagar sus facturas.
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