Ayer aparecía en el diario El Mundo
un artículo con el título “Discreto papel del deporte olímpico español”,
firmado por Luis María Anson en la
sección que el miembro de la Real Academia de España define como “canela fina”.
Cuenta el discreto papel que nuestros atletas están teniendo en estas
Olimpiadas, sobre todo en futbol y
atletismo. Pone el dedo en la llaga cuando denuncia como causa de este pobre resultado no
solo el poco dinero destinado a la preparación de los atletas españoles sino el
descontrol que ha habido por parte de los políticos en la preparación de estos
Juegos Olímpicos. Zapatero era el
flamante Ministro de Deportes. Todos
recordamos cuando, rodeado de empresarios, el ex Presidente afirmaba ……“le estábamos adelantando a Francia a una velocidad pasmosa”.
Dándole un vistazo el medallero francés, comparado con el nuestro, pronto
llegamos al grado de acierto del ex Ministro de Deportes. La improvisación en
el control de la economía, las finanzas y el empleo la vamos a pagar cara. La improvisación en la preparación de
los atletas esta dando la cara en Londres. En el partido España-Honduras alcanzamos el punto más alto de la gloria deportiva
del último milenio. Les dejo con el artículo de Anson que dice:
Bernard
Shaw, que murió a los 94 años, solía decir, con la frescura de la coña
marinera que siempre le caracterizó: “Me
he pasado la vida asistiendo a los entierros de mis amigos que hacían deporte”.
Los mandarines chinos, tras contemplar un partido de tenis entre los
diplomáticos de la Embajada Británica en Pekín,
dijeron al embajador: “Nos ha gustado
mucho el partido. Pero ¿porqué no les dicen a sus criados que jueguen y que se
cansen ellos?”. En “Las horas
solitarias”, Pío Baroja escribió: “Hay que
tener ese fondo de candidez, de seriedad
y alegría que tienen los ingleses para tomar el sport como una cosa seria, importante y divertida”. El
escepticismo de comienzos de siglo XX ante el deporte se ha diluido. Hoy, desde
Emilio Botín y Mariano Rajoy al último financiero y a la penúltima empleada, todos
hacen deporte. Del Rey abajo, ninguno renuncia al ejercicio deportivo.
Cuando, gracias a Samaranch, España se convirtió en sede de los Juegos Olímpicos,
vino a mi despacho Carlos Ferrer Salat,
un deportista auténtico, campeón de tenis en su juventud. “No nos comemos una rosca-me dijo- Para hacer un papel decoroso en los Juegos Olímpicos es necesario,
antes que nada, dinero, dinero y dinero. Solo el atleta con condiciones que
dedique doce horas al día a su deporte y que no tenga preocupaciones
económicas, podrá competir. Vosotros, los responsables de los medios, tenéis la
obligación de apoyar y defender un plan para que no hagamos el ridículo en los
Juegos de Barcelona”.
Carlos
Ferrer murió prematuramente pero dejó en marcha, bien financiado y mejor
controlado, el Plan ADO. El deporte
español alcanzó, e incluso superó, el nivel que le correspondía en Barcelona 1992. Quedamos los sextos, tras Alemania pero por
delante de Francia, Italia y Gran Bretaña. Después la financiación se ha
mantenido en gran parte; el control no. La clase política se ha dedicado a especular con los dineros del deporte
español y así nos ha lucido el pelo en los Juegos Olímpicos de Londres, en
los que hemos hecho un discreto papel que varios comentaristas especializados
han calificado de ridículo, pensando
sobre todo en el futbol y el atletismo.
Algunas medallas han enjugado, en cualquier caso, las lágrimas deportivas que
España ha llorado. Tras la apoteosis del
tenis con Nadal y Ferrer, del futbol con Iniesta y Casillas, del baloncesto con
Gasol y Navarro, del automovilismo con Alonso, del ciclismo con Contador y del
motociclismo con Lorenzo y Pedrosa, los españoles ilusos se las prometían
de perlas en Londres. La realidad, reflejada en la tozudez escueta de las
cifras, nos ha golpeado de forma muy ruda.
España es la tercera o cuarta
potencia cultural del mundo. Es la undécima o duodécima potencia económica. En
los Juegos Olímpicos de Londres, a punto de clausurarse, nos moveremos en el entorno del puesto 30, lejano a lo que
representamos como nación en el mundo y a larga distancia de nuestros competidores
europeos, Francia, Italia, Alemania y
Gran Bretaña. Un discreto papel, en fin, del que no hay que pasar página
sino, a la vista del horizonte Madrid
2020, regresar a la sagaz política deportiva que trazó Carlos Ferrer Salat para que no solo se arbitre el dinero necesario
para los españoles y españolas con cualidades atléticas sobresalientes, sino
que además se controle adecuadamente el esfuerzo económico y no se convierta
todo en una fugaz raya en el agua.
Luis María
Anson.
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