Una cosa que creo que debemos de reconocer los españoles es que los catalanes, además de su laboriosidad y legendaria tacañería, es la modernidad que siempre han disfrutado, siendo la correa de transmisión de Europa hacia el resto de España de sus usos, modas, costumbres, novedades, etc…
A pesar de las ilegalidades evidentes del proceso soberanista, de las presiones ejercidas por la Generalitat con la máxima potencia, de las manipulaciones informativas, educativas e históricas, el llamado “problema catalán” existe y es preciso solucionarlo.
Sean cuales sean las razones por las que se ha llegado al punto en el que el nacionalismo antes moderado es ahora abiertamente secesionista, lo cierto es que millones de catalanes quieren separarse de España. Y siguen queriéndolo pese a la caída del patriarca y su familia, el clan que modeló sus sueños, o quizá delirios, de independencia.
Apoyado en organizaciones ciudadanas generosamente subvencionadas y con un entramado institucional que se parece mucho a un régimen; crecido por el giro suicida de la izquierda hacia el filonacionalismo; subido a la ola de la crisis económica para aprovecharla antes que el maremoto también lo ahogue a él, el independentismo no hizo más que crecer hasta que la corrupción y las desavenencias, junto a la desconcertante irrupción de Podemos, frenaron algo su impulso.
Frente a la potencia propagandística y su habilidad con los símbolos, la otra Cataluña, la que no quiere dejar de ser española, ha permanecido callada, casi escondida, en cualquier caso, quieta como el Gobierno de España. Y en desigual pugna la brecha política y sentimental ha crecido hasta convertirse en una peligrosa herida.
Cuando en España se sufre una crisis institucional, económica y social, que no se recuerda, la amenaza de secesión de una de sus grandes regiones es un problema mortífero ante el que no cabe quedarse quieto. Quizá no sea tarde para escuchar alguna voz imprescindible que nos recuerde que negar al otro es negarse a uno mismo y que además nos dice que en el mundo de hoy una nación de naciones no tiene nada de raro. Tal vez no es tarde si se reforma la Constitución para que reconozca la singularidad catalana y así la continuidad de España.
Los factores históricos que condicionan el comienzo del proceso soberanista, posiblemente se deba a la “mala gestión” del Estatuto de 2006 con el pésimo planteamiento del mismo por parte del ex presidente Pascual Maragall y del Parlamento de Cataluña, y que acaba en 2010, con algo mucho peor: una sentencia del Tribunal Constitucional que, por primera vez, enmienda una ley refrendada por una parte del cuerpo electoral español.
Denota también el empeño del PP para generar en España anticuerpos catalanofóbicos, estamos hablando de un proceso en el que tanto el nacionalismo español y el nacionalismo catalán se retroalimentan. Y, evidentemente, en Cataluña, esos anticuerpos hispanofóbicos se traducen en un asalto exponencial del independentismo político.
Y todo eso no es ajeno al auge de los neopopulismos en Europa, que siempre buscan el muy necesario chivo expiatorio. De modo que también en Cataluña estamos viviendo un auge del neopopulismo.
Ni Cataluña ni el resto de España han hecho nada especial que pudieran haber corregido o que hubieran podido evitar y que, al hacerlo, hubiera cambiado sustancialmente la situación de deterioro en que en que se encuentran las relaciones entre las dos partes.
Simplemente están inmersas en un proceso tan viejo como el mundo; un proceso que hace que las regiones ricas intenten desembarazarse de las menos afortunadas económicamente para no tener que soportar una carga económica real o figurada. De ahí que no sean fáciles soluciones o medidas que hagan reversible una situación de deterioro que se ha acelerado, ¡oh por casualidad!, a raíz de la crisis.
Se llame decadencia o recesión, lo cierto es que en la bonanza este tipo de tensiones segregacionistas procuran unos problemas manejables, pero en la escasez desatan un potencial conflictivo que conduce a procesos de escisión y ruptura como el que pretende el soberanismo catalán.
Colocaré una canción de Serrat alusiva a este escrito, se trata de: “Por las paredes (mil años hace…)”. Pertenece al disco “1978”. Se trata de una canción elaborada con un enorme aliento lírico, desmenuza con aires reivindicativos la historia de Cataluña. Está inserta en un contexto complicado como es el de la Transición española.
Es una canción ambiciosa y magnífica pese a que su discurso carezca de sentido en la actualidad, viaja desde la antigüedad de las primeras colonizaciones al presente más cercano, aquel que marcaba el contexto de la Transición, repleto de libertades sugeridoras y esperanzas florecidas resumidas en el final de la canción.
reconociendo en cada casa
el hijo que acaba de nacer,
que el monte dibuja perfiles
suaves, de pecho de mujer,
que las flores nacen discretas
y las bestias y la luz también.
Mil años para nuestro bien.
En cada valle una gente
y cada cala esconde
vientos diferentes.
Mil años, que el hombre y la guerra
dieron lengua y nombre a la tierra
y al pueblo que rindió a sus pies,
la plata del olivo griego,
la llama persa del ciprés.
Y el musulmán lo perdió todo,
la casa, el sueño y la heredad
en nombre de la cristiandad.
Íberos y romanos,
fenicios y godos,
moros y cristianos.
En paz descansen esplendores
de amor cortés y trovadores.
Dueños del camino del mar,
no había pez que se atreviese
a transitarlo sin llevar
las cuatro barras en el lomo.
Descansa en paz, ancestral grey
vendida por tu propio rey.
De mártires y traidores
enlutaron tus campos
los inquisidores.
Mil años hace que el sol pasa
pariendo esa curiosa raza
que con su llanto hace un panal.
Y de su sangre y su derrota,
día de fiesta nacional.
Que con la fe del peregrino
jamás dejó de caminar,
de trabajar y de pensar.
Empecinado,
busca lo sublime
en lo cotidiano.
Mil años hace y unas horas
que con manos trabajadoras
se amasa un pueblo de aluvión.
Con sangre murciana y de Almería
se edificó una exposición.
Ferroviarios, labradores,
dulces criadas de Aragón,
caricias de este corazón.
Y lágrimas oscuras
de los andaluces.
Y la dictadura...
Patria pequeña y fronteriza,
mil leches hay en tus cenizas,
pero un soplo de libertad
revuelve el monte, el campesino,
el marinero y la ciudad.
Que la ignorancia no te niegue,
que no trafique el mercader
con lo que un pueblo quiere ser.
Lo están gritando
siempre que pueden,
lo andan pintando
por las paredes..
POSDATA.- El presente escrito está inspirado en trabajos de los señores: Jorba, Elliott y Zarzalejos.
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