Casi siempre ha ocurrido así en el pasado. La historia se repite una y otra vez con nuevas formas. Hay un fuerte desajuste entre una democracia representativa debilitada y un tipo de capitalismo que va mutando constantemente, pero que se va haciendo incontenible. Esta descompensación es muy visible en nuestros días.
La democracia, cuando avanza, lo hace a sorbos, con humildad, mientras que el capitalismo de nuestros días es avasallador y es el único sistema económico existente (incluido la oficialmente comunista China se define mediante ese oxímoron llamado “comunismo de mercado”).
En la falta de competencia con otros sistemas económicos alternativos se ha hecho prepotente, va desenfrenado y sin regulaciones efectivas y, como consecuencia, abunda en escándalos, abusos y complicidades con el poder político.
Es muy paradójica esta realidad: mientras estuvo vigente el contrato de ciudadanía que se instaló después de las dos guerras mundiales; se permitían sin escándalo diversos grados de desigualdad. La alarma se acentuó cuando se hizo dominante el llamado “efecto Mateo” (por el evangelista del mismo nombre): “Al que más tiene más se le dará y al que menos tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”. El rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre.
Ha habido tres etapas diferentes en la hegemonía de este “efecto Mateo” en los últimos cuarenta años. La primera comenzó en la década de los años ochenta del siglo pasado que pusieron en marcha dos personajes centrales de la centuria como fueron Margaret Tharcher y Ronald Reagan. En esta fase se logra debilitar el paradigma dominante desde el final de la Segunda Guerra Mundial: el socialismo.
La segunda etapa coincide con la caída del Muro de Berlín. Ahora le toca la caída al comunismo. Si hasta el último tercio del siglo XX ha habido constantes avances hacia el Estado de Bienestar, estos se hacen más lentos, se detienen por razones económicas y, sobre todo, por circunstancias políticas: al desaparecer el modelo alternativo al capitalismo ya no era necesario convencer a los trabajadores de que una disyuntiva a éste era el comunismo o el socialismo real.
La tercera etapa –por ahora- es la delimitada por la última crisis económica. A partir del 2007 el mundo experimenta una enorme marcha atrás, con el empobrecimiento generalizado de una buena parte de la población, sobre todo en los países ricos.
La tercera etapa –por ahora- es la delimitada por la última crisis económica. A partir del 2007 el mundo experimenta una enorme marcha atrás, con el empobrecimiento generalizado de una buena parte de la población, sobre todo en los países ricos.
Los abusos cometidos durante la Gran Recesión, algunos de los cuales fueron cometidos dentro de la legalidad del sistema (son abusos, pero no delitos); con esta situación, se pone en cuestión el delicadísimo equilibrio entre democracia y capitalismo, un equilibrio que se había obtenido con mucha sangre tras las dos guerras mundiales.
Con esta crisis se rompe del todo con el contrato social implícito por el cual una de las partes de la sociedad, la minoritaria, la más favorecida, se llevaba la parte principal de los beneficios y del progreso a cambio de que la otra parte, la mayoritaria, las clases bajas y medias, tuviesen seguridad, trabajo, mejorasen su bienestar y gozasen de protección en caso de debilidad.
Un diálogo en que los ganadores de la Gran Recesión dicen a los perdedores: “Lamentamos sinceramente el destino que habéis tenido, pero las leyes de la economía son despiadadas y es preciso que os adaptéis a ellas reduciendo la protección que aún tenéis. Si os queréis enriquecer debéis aceptar una mayor precariedad. Este es el contrato social del futuro, el que os hará encontrar el camino del dinamismo”. Esto, es explicar la Gran Recesión como “un golpe de Estado silencioso”.
Este golpe de Estado explicaría en buena parte la desafección ciudadana respecto a la casta económica y política, y la aparición de movimientos de resistencia en forma de nuevas formaciones políticas y de presencia en las calles y plazas de la mayoría de las ciudades del mundo.
Si existe nula o poca capacidad de resistencia por parte de los representantes políticos libremente escogidos por los ciudadanos en las urnas para que traten de solucionar los problemas, si no pueden oponerse con la fuerza suficiente al dominio de los mercados y de los más ricos, si no se mantiene cierta compatibilidad y equilibrio entre los intereses contrapuestos que se miden en el seno de una sociedad, es difícil hablar de democracia.
De reflexiones como estas sale el slogan de los indignados que se ha repetido mil veces en las manifestaciones: “LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES”.
POSDATA: Este escrito es una síntesis del criterio y pensamiento del señor Joaquín Estefanía plasmado en su libro: “Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?”.
En junio de 1984, dentro del disco “Fa vint anys que tinc vint anys” (Hace veinte años que tengo veinte años) el señor Serrat compuso el tema “Seria fantástic” (Sería fantástico). Poema de alto contenido ético y humano en el que un mundo ideal en el que la solidaridad y la convivencia entre todos sea la base germinadora de un mundo mejor.
Sería fantástico
que anduviera equivocado
y que el váter no estuviera ocupado.
Que hiciese un buen día
y que nos convenciera.
Que San Pedro, pagando, no cantase.
Sería fantástico
que nada fuera urgente.
No pasar nunca de largo y servir para algo.
Ir por la vida sin cumplidos
llamando a las cosas por su nombre.
Cobrar en especies y sentirse bien tratado
y mearse de risa y hacer volar
palomas.
Sería todo un detalle,
todo un síntoma de urbanidad,
que no perdiesen siempre los mismos
y que heredasen los desheredados.
Sería fantástico
que ganase el mejor
y que la fuerza no fuera la razón.
Que se instalase en el barrio
el paraíso terrenal.
Que la ciencia fuera neutral.
Sería fantástico
no pasar por el embudo.
Que todo fuera como está mandado y que nadie mandase.
Que llegara el día del sentido común.
Encontrarse en casa como en todas partes.
Poder distraerse sin correr peligro.
Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios.
Sería todo un detalle
y todo un gesto, por tu parte,
que coincidiéramos, te dejases convencer
y fueses tal y como yo te he imaginado.
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