El ejemplo más paradigmático a nivel mundial en cuanto a estafas financieras se refiere lo capitanea el norteamericano Bernie Madoff, en los comienzos de la Gran Recesión. Cuando el mundo estaba temblando por la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, surge en el corazón de Wall Street el “escándalo Madoff”.
El señor Madoff no era un estafador al uso, ni pertenecía a una baja clase social; era parte del corazón de la aristocracia financiera norteamericana. Expresidente del mercado electrónico Nasdaq, con una brillante reputación como gestor de inversiones capaz de lograr de forma sostenida altas rentabilidades; a Madoff acudían multimillonarios de todo el mundo para que administrase su dinero.
En diciembre de 2008, haciendo gala de una frialdad excepcional, Madoff confiesa a sus hijos y a su mujer que todo el negocio había sido una gran estafa a lo largo de las últimas décadas, y que se trataba de un “esquema Ponzi” (estafa del tipo piramidal) para la high society.
Utilizaba el llamado “método del margen”: una persona poseía un inmueble no hipotecado valorado en quince millones de dólares; lo hipotecaba por diez millones a un tipo de interés del 4 por ciento. Los gastos de mantenimiento de esa hipoteca eran de 400.000 dólares anuales. Si invertía con Madoff esos 10 millones obtenidos de la hipoteca, con un beneficio que le aseguraba el 12 por ciento. La diferencia de ocho puntos entre los gastos de mantenimiento y los beneficios suponían 800.000 dólares anuales. El plan era perfecto… mientras funcionara.
A continuación les transcribo el contenido textual de su declaración ante el juez; es una pieza mayor de la literatura de las estafas financieras: “Su señoría, muchos años hasta el día de mi arresto el 11 de diciembre del 2008 he mantenido un esquema de Ponzi utilizando la actividad de asesoramiento e inversión de mi empresa, Bernard L. Madoff Investment Securities, sita aquí mismo, en Manhattan, en el 885 de la Tercera Avenida en Nueva York.
A decir verdad, aprecio la oportunidad, por primera vez, de expresarme públicamente en relación con los delitos que he cometido y que me producen una gran pena y vergüenza. Al iniciar este fraude sabía que lo que hacía estaba mal, que era un acto delictivo. Cuando empecé a establecer el esquema de Ponzi creía que sería por un corto período de tiempo y que conseguiría salir de él y sacar a mis clientes del sistema.
Sin embargo, resultó difícil, y al final imposible, y con el paso de los años comprendí que mi arresto y este mismo día tenían que llegar sin remedio. Soy cruelmente consciente del daño considerable que he causado a numerosas personas, incluso a miembros de mi propia familia, mis amigos más cercanos, mis socios y a los miles de clientes que me confiaron su dinero […] Si estoy aquí es para aceptar la total responsabilidad por mis delitos confesándome culpable y, con este alegato, exponer los medios a través de los cuales conduje y oculté el fraude”.
La Justicia le condenó a 150 años de cárcel (terminará sus días en prisión, dado que en EE UU las condenas se cumplen independientemente de la edad del reo), y le hallaron culpable de once delitos. Se trató de la pena más alta que se había dictado nunca para estos delitos.
Este personaje (y no como otros pusilánimes suicidas) nos deja todo un ejemplo de dignidad y ética delictiva en contraposición a la innumerable lista de forajidos financieros que padecemos los españoles; que aún pillándoles con “las manos en la masa” tienen la desvergüenza de negarlo “categóricamente”.
El caso mas vergonzante se produjo cuando el socialista Pedro Hernández Moltó, a la pregunta del Juez de cual era su cometido en la Caja de Castilla La Mancha respondio que el era el animador sociocultural. La fiesta nos costó a los españoles 6.000 millones de euros
Unas frases del contundente Bertolt Brecht ponen fin a este escrito; sencillas, rotundas, con terrible moraleja final, son siempre las palabras de este hombre.
En los primeros meses del poder nacional-socialista
un trabajador de una pequeña localidad fronteriza checa
fue condenado a prisión
por distribuir panfletos comunistas.
Como uno de sus cinco hijos ya había muerto de hambre,
no le agradaba al juez enviarlo a la cárcel
por mucho tiempo.
Preguntóle entonces si no estaría, tal vez,
algo corrompido
por la ideología comunista.
No sé lo que el señor me quiere decir, contestó aquél,
pero mi hijo
fue corrompido por el hambre.
Una de las medidas que deberían tener en cuenta es disminuir la corrupción en las instituciones encargadas de cuidar de estafas como la Comisión Nacional de los Mercados de Valores y sacar funcionarios corruptos como Jesualdo Dominguez Alcahud que por culpa de este ocurrió lo de Bankia
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