Hubo una época en que una vez a la semana venían al pueblo profesionales de la restauración de utensilios de barro cocido. Nuestras abuelas les entregaban cantaros, lebrillos, vasijas o macetas que perdían agua. Con pericia y arte los reparaban. ¡No se tiraba nada!. Eran los lañadores, profesión hoy desaparecida.
Recuerdo como sentados en la acera, estos artesanos procedían a colocar lañas o grapas en unos orificios que previamente realizaban de forma manual con una herramienta milenaria: el taladro de cuerda realizado con un trozo de madera, una cuerda y una broca.
La maceta de la imagen.... hace 50 años se habría recuperado. Nuestros antepasados no la hubieran dejado romperse. Ahora vivimos inmersos en la cultura del "usar y tirar". Afortunadamente, en la Casa de la Cultura, se vienen realizando cursos de restauración de enseres como camas, perchas, sillas, mecedoras, taquillones, arcones,jofainas...
Acabarían en el vertedero de no ser por la pasión de un grupo de caudetanos/as que, año tras año, se embarcan en recuperar lo que otros tiramos directamente al vertedero.
Recuerdo como sentados en la acera, estos artesanos procedían a colocar lañas o grapas en unos orificios que previamente realizaban de forma manual con una herramienta milenaria: el taladro de cuerda realizado con un trozo de madera, una cuerda y una broca.
La maceta de la imagen.... hace 50 años se habría recuperado. Nuestros antepasados no la hubieran dejado romperse. Ahora vivimos inmersos en la cultura del "usar y tirar". Afortunadamente, en la Casa de la Cultura, se vienen realizando cursos de restauración de enseres como camas, perchas, sillas, mecedoras, taquillones, arcones,jofainas...
Acabarían en el vertedero de no ser por la pasión de un grupo de caudetanos/as que, año tras año, se embarcan en recuperar lo que otros tiramos directamente al vertedero.
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