Pues bien, estamos hoy en España, en Europa y en el mundo, en un momento en que en otras ocasiones de la historia, las sociedades han tenido que escoger un camino u otro. O seguir en la resignación o plantar cara. La resignación es un producto de muchas causas. La resignación es hija de ese discurso totalizador, cual si fuese una nueva religión.
No hay más verdad que la competitividad, no hay más santos ni más poderes que los mercados, la economía tiene que crecer constantemente.
No hay más verdad que la competitividad, no hay más santos ni más poderes que los mercados, la economía tiene que crecer constantemente.
No importan que se contaminen las aguas, que se contaminen los ríos, los mares o los aires. Competitividad, crecimiento sostenido y los mercados. ¡Eso es lo único que importa!. Su poder no puede ser contestado, y además, la existencia de las propias sociedades nos demuestra que esto es lo que produce bienestar.
Y no importa que las personas de la calle vean que su bienestar no le ha llegado al hijo que tiene que ir a la empresa de trabajo temporal, que le cobra el 40% de la nómina por colocarle en una empresa.
Y no importa que las personas de la calle vean que su bienestar no le ha llegado al hijo que tiene que ir a la empresa de trabajo temporal, que le cobra el 40% de la nómina por colocarle en una empresa.
No importa que la persona que todavía tiene una pensión que no llega al salario mínimo interprofesional y está casi a la mitad, 400 y pico euros, la mitad de eso, a veces no llega. No importa el paro de aquel que entró en los 45 años, no importa que la mujer, madre y esposa pero que además tiene que trabajar, no cobra lo mismo, igual que el hombre, haciendo la misma tarea, violando artículos enteros de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas, de los Derechos Humanos, y texto de la Constitución Española.
No importa, porque le están diciendo que no hay más bien que la competitividad, lo bien que vivimos, lo bien que vamos, los datos, las cifras… No importa que la gente vea o no quiera ver en su entorno y a su alrededor. Hechos que están contradiciendo ese mensaje. Porque, para que no se vea, o para sea menos hiriente, hay sucedáneos.
Ahí tenéis la televisión, fútbol, mucho fútbol, más fútbol que en épocas anteriores de la historia de España. Ahí tenéis concursos degradantes que no alimentan la razón, el estudio, el análisis. Ahí tenéis la vida de los personajes populares que se diseccionan y se abren para que atisbemos, como si fuéramos aves carroñeras, y olvidando el entorno que tenemos, entremos en lo que ocurre en sus alcobas. Ahí está toda la literatura de evasión para que la gente no vea y confunda su historia real, con las existencias que le ponen en las pantallas y en los informativos.
Un caso de alienación, un caso de suplantación, un caso de drogadicción. La imagen, lo bien que vivimos, las historias de alcoba, las revistas del corazón, las frivolidades, que hacen olvidar lo que ocurre diariamente, o si se ve, se eleva a otra categoría, como si no fuese real.
POSDATA.- Este texto está extraído en parte de un discurso pronunciado por Julio Anguita en Cáceres en el año 1999 delante de los señores Saramago y Cañadas.
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