Ya se que hay asuntos más importantes de que hablar un domingo por la mañana que de un contenedor de papel tirado por los suelos como este que aparece en las fotos en la Avenida Virgen de Gracia y entre dos Colegios: uno público y otro concertado. No lo he podido evitar. Había quedado con Antonio Requena para andar el sábado anterior al inicio de la Fiesta y que nos veriamos a las nueve de la mañana delante del Colegio Alcazar y Serrano. Cuando llegué me encontré con el contenedor que lo habían volcado esa madrugada -el día anterior estaba en pié me dijeron- y los papeles esparcidos. El contenedor, dolorido por el golpe, me suplicaba que hiciera algo.
Llevaba el movil y me puse a hacerle fotos mientras pensaba en el beneficio que habían obtenido el o los que lo habían tirado al suelo...en el motivo que les había impulsado a hacerlo...en que este acto vandálico, como muchos otros, iba a quedar impune.
Pensé que los jóvenes de mi generación ¡ni por asomo! se nos habría ocurrido realizar un hecho similar....en el coste que supone reponer el mal realizado... en la cantidad de actos similares que se realizan al cabo del año. ¿Lo más duro de aceptar?: la impotencia de saber que asumimos estos hechos y muchos más como normales. La primera vez es un schok. La tercera ....una cosa normal.
Porque ...¡nadie va a investigar quien a sido! Nadie va a recibir castigo. Ni tan siquiera un cachete o reprimenda. ¿Denunciar? ¡No se consigue nada! Y si denuncias ...te complicas la vida. ¡No vale la pena!... Así las cosas, hace tiempo que vengo observando que esta democracia, con más derechos que obligaciones, lleva mal camino cuando las personas pasamos al lado de un contenedor tirado por los suelos o una farola rota y ya no reaccionamos.
El sentimiento es de indeferencia. ¿Por qué? Porque sabemos, y de sobra, que a los autores ni tan siquiera les van a sacar los colores. Ocurrió algo similar, un poco más abajo, cuando otro y a plena luz del día tiró al suelo dos árboles. Hubo más aplausos que castigo.
El sentimiento es de indeferencia. ¿Por qué? Porque sabemos, y de sobra, que a los autores ni tan siquiera les van a sacar los colores. Ocurrió algo similar, un poco más abajo, cuando otro y a plena luz del día tiró al suelo dos árboles. Hubo más aplausos que castigo.
Hay una concepción de la Enseñanza que limita su ámbito a lo puramente instructivo.Todo lo que se escape de las asignaturas clásicas es considerado como una "maría" o como algo puramente anecdótico. Paradójicamente, muchas de las personas que tal opinión mantienen, suelen recalcar el valor de la Educación como transformador social. Son los docentes que confían en que la escuela es la única que puede cambiar o"redimir" a la sociedad. Trabajan para que el alumno o la alumna sean buenos profesionales u "hombres de bien" como se decía no hace mucho.
ResponderEliminarSin embargo, no caen en la cuenta que tan importante para la sociedad es un buen médico, profesor, profesional,empleado o dependiente, como un buen ciudadano.Y llamo ciudadano a aquella persona que sabe conscientemente sus derechos y sus deberes y aplica ese conocimiento en todos los órdenes de su vida personal y social. Incluso las personas que a lo largo de su vida optan por negar el sistema en el que viven y proclaman la necesidad del cambio revolucionario de la misma, necesitan del conocimiento de las instituciones y sus mecanismos de operatividad que desean sustituir por otras.
La Democracia necesita de un sistema educativo que forme en valores y también en saberes, siquiera elementales, sobre el funcionamiento político, institucional y jurídico de la sociedad en la que viven. Yo no desprecio la instrucción, sin ella no hay ciencia ni formación intelectual ni tampoco cultura; lo que digo es que al mismo nivel que la instrucción debe situarse la formación cívica. En este aspecto lo que hizo la II República sigue siendo superior a lo que se ha hecho después. La Democracia debe de crear la escuela que ella necesita.
JULIO ANGUITA Y CARMEN REINA
Conversaciones sobre la III República
Editorial El Páramo