Esta es la portada del Programa de Fiestas de Moros y Cristianos 2014 cuya autora es la Arquitecta Leticia Requena Pérez que lleva por título "Fiesta, Devoción y Color". Se han imprimido 1.600 ejemplares en "Quinta Impresión" S.L. y ha sido diseñado por Tabula Comunicación y editado por la Asociación de Comparsas.
No pude asistir a la presentación de Programa de Fiestas pero me dijeron que José Tecles Albertos lo hizo muy bien. Aficionado a la fotografía, este mireno sabe hacer fotos de esas que a los miembros de un Jurado se les pega sin querer en la retina. Presentar un Programa de Fiestas con 331 fotos de mucha calidad, para un fotógrafo tiene que ser un lujo....un placer. Me dijeron que Pepe rompió una lanza en favor de esas mujeres que en Fiestas les toca estar más pendientes de los invitados, de la cocina, la despensa y la lavadora que del horario de la celebración de los Episodios.
Siempre ha sido así: para que unos disfruten a otro/as les toca trasnochar y madrugar. O como a los ginecólogos, que donde otros disfrutan ellos trabajan. Ahora ha cambiado la cosa bastante. Se han democratizado las tareas familiares. ¡Ya se que aun queda!. Pero ....¡que les dijeran de fiestas a nuestras madres y abuelas que no tenían las pobres tiempo ni para acicalarse! Coincido con Tecles: estas mujeres se merecen un reconocimiento público.
Me ha llamado la atención un detalle del Programa: tanto las fotos como la mayoría de artículos están relacionados con la Fiesta. La arqueología, geografía, la climatología, el desarrollo urbano, la economía... han desaparecido en favor de artículos directamente relacionados con la Fiesta. Hasta ahora, para conocer historia y anécdotas locales había que recurrir a él. Me parece un paso importante que el Programa de Fiestas hable de las fiestas. Internet lo ha revolucionado todo.
Hay un artículo en el Programa sin relación con la Fiesta que me he tomado la libertad de traerlo a este blog por el carácter y contenido didáctico y entrañable que su autor, Luis Torres Martínez, ha empleado al escribirlo y que nos narra, con todo lujo de detalles, como transcurría la vida hace cincuenta años con tan solo describir la calle y los oficios de la gente donde él vivía: calle El Molino nº 5. Les recomiendo su lectura.
Siempre ha sido así: para que unos disfruten a otro/as les toca trasnochar y madrugar. O como a los ginecólogos, que donde otros disfrutan ellos trabajan. Ahora ha cambiado la cosa bastante. Se han democratizado las tareas familiares. ¡Ya se que aun queda!. Pero ....¡que les dijeran de fiestas a nuestras madres y abuelas que no tenían las pobres tiempo ni para acicalarse! Coincido con Tecles: estas mujeres se merecen un reconocimiento público.
Me ha llamado la atención un detalle del Programa: tanto las fotos como la mayoría de artículos están relacionados con la Fiesta. La arqueología, geografía, la climatología, el desarrollo urbano, la economía... han desaparecido en favor de artículos directamente relacionados con la Fiesta. Hasta ahora, para conocer historia y anécdotas locales había que recurrir a él. Me parece un paso importante que el Programa de Fiestas hable de las fiestas. Internet lo ha revolucionado todo.
Hay un artículo en el Programa sin relación con la Fiesta que me he tomado la libertad de traerlo a este blog por el carácter y contenido didáctico y entrañable que su autor, Luis Torres Martínez, ha empleado al escribirlo y que nos narra, con todo lujo de detalles, como transcurría la vida hace cincuenta años con tan solo describir la calle y los oficios de la gente donde él vivía: calle El Molino nº 5. Les recomiendo su lectura.
"La vida de una Calle.
Las personas no mueren mientras se les recuerda"
Y no
solamente ocurre esto con las personas, sino también con las calles, los
acontecimientos, las costumbres, etc.. Además estos siguen teniendo vida si las
personas que las vieron no las han dejado en el olvido. Quisiera
rememorar la vida de un trozo de calle en la que viví desde los 5 hasta los 14
o 15 años, se trata de la calle El Molino, conocida entonces como Avenida de
los Caídos.
La he
conocido de tierra, asfaltada, engalanada, con más de un metro de nieve, con
los volantes pasando el día 6 de septiembre por la tarde, acompañados del
sargento y el redoble de tambor. Comenzaba en
la Plaza del Carmen con el horno de Josefa que daba también a la calle el
Molino. Josefa era la encargada del despacho de pan. Se entraba por un pesado
portón acristalado en su mitad (desde él he visto más de una vez la hoguera de
San Antón que hacían en la Plaza, y las carretillas que les tiraban
a las muchachas cuando salían de la fábrica del yute), un mostrador con una
balanza y, a la izquierda, el horno de leña con olores de la calda más intensa de
los viernes para cocer el pan doble de los sábados.
Pepe "el
hornero", con su puro caliqueño, que en sus descansos o antes del horneado se
sentaba a horcajadas en la puerta en esas tardes calurosas de veranos debajo de
la acacia que había junto a su puerta. Iris y Manola, las hijas del matrimonio
colaboraban en las faenas y ventas del horno y en proporcionar a Tomás Pagán o a los monaguillos del
Carmen, las brasas para el incensario, y… los jueves y domingos, la partida de
cartas de Josefa con su hermana Teresa
y otras señoras que alrededor de la mesa camilla y con el calorcillo del horno
hacían más llevaderas las largas tardes de invierno. Ese calorcillo que en los
días previos a Pascua y en la olla del horno, favorecía el que la masa de las
monas subiera mejor en los lebrillos.
Nos contaba Antonio Díaz que antes de guerra se
accedía a este horno por la calle del Molino y tenía en la retina la imagen de
ver cómo la gente humedecía dicha entrada y la fachada con cubos y sacos
mojados de agua ante las llamaradas que salían del Carmen cuando incendiaron
dicha iglesia. Yo recuerdo
cuando mi madre llevaba un día a la semana las llandas de pipas, panchitos y
cacahuetes (alcagüetas), para cocer en el horno y vender durante la semana en
la caseta de Milán, claro está… y
ese aroma tentador que desprendían las llandas recién cocidas.
Más abajo y
como primera puerta habitada estaba la casa de Bautista Parra y Anica. Bautista
inició un negocio para arreglar y vender relojes a la vez que tenía un coche,
de los únicos que por entonces había y que servía como taxi al servicio del
pueblo, incluso creo que arreglaba y alquilaba bicicletas. Su hijo Juan Parra heredó el oficio de relojero
y luego se estableció también como óptica en la calle de las Moreras, enfrente
de la actual óptica, a la vez que doña Carmen
la comadrona, su mujer, ejercía como practicante.
Paco,
Carlos, Eulalio y Maruja eran el resto de los hermanos. Ellos iniciaron un
taller de reparación y venta de bicicletas, mobilettes, y máquinas de coser
Sigma (Mariana, mi mujer, aún borda
con una de ellas). Eulalio, a pesar de sus dificultades, también participaba en
la reparación de pinchazos y arreglos de las bicicletas "Orbea" y "BH" que eran las marcas más conocidas. Tenía su encanto esa
silla pequeña en la que se sentaba Anica
y tiempo después Eulalio, puesta en
la estrecha acera de su puerta para tomar el fresco en los atardeceres
veraniegos.
Siguiendo la
acera estaba la carpintería del tío Pinillos.
Joaquín y Anica que era el
matrimonio que allí vivía y en el porche o entrada de la casa estaba la carpintería
donde Joaquín, también con su puro caliqueño interminable, realizaba sus
trabajos en un clásico canco de carpintería envuelto en un ambiente almizclado
con olor a tabaco, madera y cola recalentada.
El matrimonio tuvo una hija que
falleció joven y un hijo que murió en el 36. Y allí transcurrían sus días
lentamente. Joaquín era un buen carpintero y realizaba su labor acompañado del
sonido de los golpes de martillo y de algún “taco” que se le escapaba cuando
algo no le salía a su gusto o se daba algún que otro martillazo en los dedos.
De sus manos salían mesas, bancos, marcos, puertas, estanterías y algún
confesionario para el Carmen. Esta casa
fue comprada por las hermanas Albertos “las
Bajocas” y construyeron unos pisos y planta baja que hemos conocido como
recreativos, video club, locutorio, agencia de viajes, etc.
En el nº 5
de la calle estaba mi casa. Una media casa como las anteriores con planta baja
y cambra. Tenía porche, habitación, cocina baja, salita de paso, cocina, corral
con cuadra y retrete. Esta casa perteneció a “el Pequeño” que en su cuadra interior tenía ovejas que más tarde mataban y
se vendían en un puesto del Mercado. Más tarde, en 1955 la compraron mis padres, Juan (Milán el de la caseta) y Carmen montándo un pequeño negocio de
juguetería con afluencia masiva en la época de Reyes. Dos ligeros portones
encristalados de quita y pon anunciaban la existencia de la tienda y allí se
exportarían castañuelas y alguna que otra baratija.
Al entrar y bajar dos
escalones había un largo mostrador y una estantería adosada a la pared, realizados
por el tío Pinillos, que formaban la tienda que más tarde se trasladó a la calle
del Mercado donde montaron un pequeño bazar de juguetes. En esta casa nació mi
hermana María y en la cambra tenía
yo mi habitación y lugar de estudio, que se iluminaba con un pequeño ventano
que daba a la calle.
A
continuación había un pisito al que venían de Valencia don José María Amorós y
Consuelo Herrero, familia de las hermanas Amorós, de la calle Nueva. En la
planta baja había vivido Carmen Graciá, señora viuda que trabajó en el Ayuntamiento y poco tiempo después se trasladó allí la barbería que Pedro "el
barbero" tenía en la calle Mayor. Junto a la
barbería se encontraba la casa de Don Juan José y doña Jesusa, matrimonio de maestros
que alegraban la calle con sus 5 hijos (Maruja,
Amparo, Carmen, Miguel y Anita).
Don Juan
José adquirió uno de los primeros televisores de la localidad y, entre sus hijos
y vecinos, era tal la cantidad, que encargó un banco que puso en frente del
televisor para colocarnos allí y ver los programas infantiles de "Marilín", "Valentina y el capitán Tan", "Bonanza",
etc. Más abajo
vivía la familia de Úbeda, Jacinto y señora con sus dos hijos. Él trabajaba
para la familia Graciá en sus campos
y allí guardaba su carro y los aperos de labranza. Luego
encontrábamos una pequeña almazara donde se almacenaban y molían las olivas con
el molón que giraba sin cesar en esos días de diciembre y enero, desprendiendo
ese olor típico de aceite y morcas.
Una gran
casa venía a continuación, la casa de José
Tomás Algarra (Pepe el de los coches), donde vivía con su familia, y bajo
tenía una gran cochera donde guardaba el autobús que, en un principio, hacía el
servicio de llevar y traer gente de la Estación. Tenía también un camión
pequeño que lo mismo servía de cuba, como de transporte de bultos o de ganado. Manolo Cantos adquirió el edificio y lo
convirtió en su oficina y aparcamiento y, más tarde, en oficina de una entidad bancaria.
El frontón
de Arellano era la siguiente
construcción y allí se realizaban partidas de este deporte, compartiendo la
afición con el otro frontón que había en El Paseo. Luego se transformó en
almacén de materiales para obras, fabricación de tubos de uralita, taller
metálico conservando en su fondo la pared del frontón, almacén de abonos,
supermercado, muebles..
Y al final
un huerto con un pequeño jardín, alberca y casita. Una palmera y un hermoso
árbol del amor florecía en el mes de abril o mayo antes de verdear sus hojas
acorazonadas. Allí vivió Soledad y
Antonio Martínez, más tarde la familia de Gabriel "el de los plátanos", que ahora
viven en la Villena y, por último, Pepe
(Jorge), María y sus tres hijas.
En la parte
derecha de la calle siempre hemos conocido la Iglesia del Carmen, reconstruida hace ahora 75 años por el P. Elías
Requena (sirva este escrito como reconocimiento a una carmelita con fuertes
creencias, tenaz y solidario con los necesitados). El convento
que además de servir como tal ha sido cárcel, cuartel, imprenta, academia de
música, colegio, noviciado, teleclub, salas de catequesis, etc. Y junto a él la
balsa y el patio de los frailes, que ha servido más tarde como cochera, patio
de recreo del colegio El Paseo, y en una de sus zonas se han construido dos
bloques de pisos con la actual Plaza de la Constitución.
El cine
España (el cine de abajo), antes teatro Cortés.
Donde se proyectaban películas, se presentaba a las reinas de fiestas y
se hacían los bailes de puja.
La casa de
Arellano, el taller de Sivó y el
taller de mimbre que antes había sido la casa de mis bisabuelos Francisco y Pepica; la zapatería de Paco el "Cebollero" y al llegar a la esquina,
campo y más campo con acequia, moreras, farolas con poste de cemento que
llegaban hasta el cuartel y… las casas de enfrente en las que el sol daba con
alegría durante todo el año, ya que no había construcción alguna que se lo
impidiera. En mis recuerdos están esas personas, anécdotas y edificios y… espero haber contribuido
a que otros las rememoren para que sigan viviendo.
Caudete, mayo de 2014
Luis Torres Martínez
Maestro de Escuela.
Fotos del Archivo de Jaime Medina López que acompañan a otro interesante artículo de Manuel Díaz Conejero que, si tengo tiempo, les contaré y que lleva por título "Evolución de nuestras Fiestas a través del tiempo"
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