“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
Horacio Verbitsky, periodista y escritor argentino
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miércoles, 23 de octubre de 2013

Víspera de una huelga en Educación. "Como gobernar un pais", de Philip Freeman. El autor recupera en este libro una breve antología del pensamiento de Marco Tulio Cicerón que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue estando presente y actual.

                                                                                 
         Me ha llegado al correo un resumen de  "Como gobernar un país" , título de un libro escrito por Philip Freeman, profesor  de Historia Clásica en varias Universidades de Estados Unidos (Boston)  que,  por su interés y actualidad y para los amantes de la historia y la política, he transcrito para que  lo conozcan.  Cicerón, que vivió hace mas de 20 siglos, nos deja de manifiesto que el mal gobierno y la corrupción han acampado a lo largo de la historia con los distintos regímenes políticos. Dice así el correo:

 Diez consejos de Cicerón para Mariano Rajoy
La obra 'Cómo gobernar un país', de Philip Freeman, recupera en una breve antología el pensamiento político del cónsul de Roma
ALEJANDRO TORRÚS,  Madrid 07/09/2013

"Cuando Cicerón fue nombrado cónsul de Roma el gobierno constitucional de la República se estaba desmoronando. Las facciones políticas del momento se negaban a escucharse, la economía estaba estancada y el desempleo se había erigido como la principal amenaza para la estabilidad ciudadana. Cicerón, un conservador moderado, llegó al poder con la esperanza de recuperar el pasado glorioso. La realidad del poder, sin embargo, se lo impidió.  Apenas tres años después de su ascenso a lo más alto de la República, los que hasta el momento habían sido sus aliados le pararon los pies. Pompeyo, Craso y Julio César formaron un triunvirato con el que gobernar la República entre bastidores. Lo invitaron a unirse a ellos, pero Cicerón no quiso relación alguna con la autoridad ilegítima. Años más tarde Cicerón sería ejecutado. Antes, tuvo suficiente tiempo para escribir numerosos ensayos, tratados y cartas en los que ponía reglas, aconsejaba y delimitaba, siempre a partir de su propia experiencia, sobre cómo debe funcionar un buen gobierno.  Ahora, Philip Freeman, especialista en lenguas clásicas, recupera en una breve antología el pensamiento político del cónsul de Roma en la obra Cómo gobernar un país (Crítica) que bien constituye, como reza su subtítulo, una guía antigua para políticos modernos. Una guía que veinte siglos después sigue de plena actualidad. Estos son diez  consejos que Cicerón lanzaría hoy  a Mariano Rajoy".
                                                                                                                                                  
1. La corrupción destruye a la nación
El consejo no podía ser más apropiado para el tiempo actual. Para Cicerón, la corrupción se había convertido en un verdadero cáncer que devoraba el corazón del Estado. Para la historia quedará el discurso de Cicerón en el juicio contra Gayo Verres, antiguo gobernador de la isla de Sicilia cuya forma de gobierno se convirtió en paradigma del político depravado. En sus palabras, Cicerón demostró no sólo una lucha férrea contra la corrupción sino que prometió enfrentarse a todos aquellos que se atrevieran a defender al corrupto.

2. La inmigración fortalece a un país
Cuando se cumple un año de la expulsión del Sistema Nacional de Salud de cerca de un millón de inmigrantes irregulares, los consejos de Cicerón se hacen más valiosos que nunca. Roma pasó de ser un pueblecito a un imperio poderoso gracias a su política de acogida de nuevos ciudadanos a medida que se extendía por el Mediterráneo. Hasta los esclavos podían llegar a ser integrantes plenos de la sociedad y tener derecho a voto. Los ciudadanos nuevos aportan, a su juicio, nueva energía e ideas a la nación.

3. Jamás hay que empezar una guerra injusta
Esta máxima de Cicerón cobra especial importancia el fin de semana en el que se ha conocido el apoyo del Gobierno de Mariano a Estados Unidos en su intención de atacar Siria. "¿Cómo os sentís vosotros sabiendo que una sola orden ha bastado para causar en un día la matanza de miles de ciudadanos romanos? (...) Para que un conflicto sea justo es preciso anunciarlo y declararlo, y que tenga por fin la restitución del bien perdido", escribe. En este caso, parece cuanto menos dudoso, que el objetivo último de Estados Unidos en Siria sea restituir el bien perdido.

4. La inteligencia no es mala
Para Cicerón los dirigentes de una nación deben ser los más perspicaces del país. Si los dirigentes no poseen un conocimiento meticuloso de aquello de lo que hablan, sus discursos no serán más que una mera cháchara de palabras vanas y sus actos estarán mal informados hasta extremos peligrosos. "Para elaborar un discurso no importa sólo la elección de las palabras, sino también su correcta disposición (...) la agudeza, el humor, la erudición propios de un hombre libre, así como la rapidez y la brevedad a la hora de responder o atacar, que siempre irán ligadas a un encanto sutil y a un claro refinamiento".

5. El gobernante debe poseer una integridad excepcional
Sobre este aspecto, Cicerón destacaba que el buen gobernante debe "destacar por su coraje, aptitud y su resolución". "En nuestra nutrida ciudadanía son multitud quienes aspiran a la revolución y a la caída del Estado por tener el castigo que se merecen las faltas que saben haber cometido", escribe. En su opinión presidir un país es como gobernar una nave, sobre todo cuando empiezan a soplar vientos de tempestad: si el capitán no es capaz de mantener un rumbo constante, la travesía se resolverá en desastre para cuantos viajan a bordo.

6. No hay que subir los impuestos
Salvo que sea excepcionalmente necesario. El propósito principal de un gobierno consiste en garantizar a los individuos la conservación de lo que les pertenece y no la redistribución de la riqueza. Pero también condena la concentración en manos de una minoría selecta. "Quien gobierne una nación debe encargarse de que cada uno conserve lo que es suyo y de que no disminuyan por obra del Estado los bienes de ningún ciudadano", señala.

7. La negociación es necesaria
En una época en la que el Partido Popular aplica su mayoría parlamentaria como un rodillo para negarse a negociar las leyes que regirán el destino del país, conviene recordar vehementemente este consejo de Cicerón. En su opinión, la adopción de posturas inflexibles es una irresponsabilidad. Negarse siempre a transigir no significa fortaleza sino debilidad. "Cuando hay un grupo de personas que gobierna una república por el hecho de tener riquezas, abolengo o cualquier otra ventaja, cabe considerarlo una facción, aunque ellos se quieran llamar próceres", dice.

8. Tener a los enemigos cerca
Escribe Cicerón que los dirigentes fracasan cuando subestiman a sus amigos y aliados. Por ello, recomienda al buen gobernante asegurarse de saber qué está haciendo el adversario. En su opinión, el orgullo y la terquedad no son lujos que el buen gobernante se pueda permitir. No es un mal consejo para aplicar en el caso Bárcenas.

9. El equilibrio de poderes
Un gobierno justo debe fundarse en un sistema de supervisión y equilibrio. Señala que hay que recelar del dirigente que elude las leyes constitucionales so pretexto de la necesidad de conveniencia o seguridad. En este sentido aporta que hasta los monarcas más nobles se trocarán en tiranos si nada restringe su reinado. Cicerón advierte que no es difícil que de la virtud nazca el vicio y que "el rey degenere en déspota, la aristocracia, en facción, y la democracia, en turba y rebelión".

10. Leyes universales que gobiernan la conducta de los asuntos humanos
Cicerón creía en la existencia de leyes divinas, no sujetas al tiempo ni el espacio, que garantizan las libertades fundamentales de todos los seres y constriñen la conducta de los gobiernos. "La verdadera ley constituye, en efecto, una norma recta y congruente con la naturaleza, aplicable a todos, inmutable y perdurable, que nos lleva a cumplir nuestro deber con sus dictados y con sus prohibiciones nos aparta del mal".
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                Vísperas de una convocatoria de  huelga general en  Educación,  es evidente que  el consejo nº 7 de Cicerón se lo debió haber aplicado el Ministro de Educación José Ignacio Wert mucho antes  de haber sacado adelante su polémica  LOMCE. Es una Ley que, para desgracia nuestra, no cuenta con el visto bueno ni tan siquiera de muchos sectores del PP como lo demuestra el hecho de que  Eugenio Nasarre - Vicepresidente de la Comisión- se desmarcara de la ponencia parlamentaria del proyecto educativo y que, tras su intervención de que el castellano debe recibir el mismo trato que el catalán en Cataluña,  el portavoz de Educación del PSOE, Mario Bedera, se acercara a felicitarlo. En política hay gestos muy elocuentes.  Que hace falta una reforma en la Educación para evitar el elevado fracaso escolar... coinciden  todos. Pero,  sin el consenso de todos los sectores implicados,  esta ley es papel mojado. Si no llevo mal la cuenta, esta es la séptima Ley Educativa desde que Rubalcaba fuera Ministro de Educación. El fracaso de esta joven democracia queda reflejado en la actitud poco negociadora en asuntos de suma importancia. La Educación lo es. Hace 20 siglos ya lo apuntaba Cicerón: negociar siempre resulta barato.....¡ y rentable! Nos ahorraríamos el espectáculo y la derogación -y otra vez volver a empezar- de esta Ley que ya ha anunciado casi toda la oposición que hará en cuanto pueda. Que dios nos pille confesados.

Algunos axiomas no pasan nunca de moda
Cicerón también dejó dicho, hace mas de 20 siglos, lo siguiente:

 “El presupuesto debe equilibrarse,
el Tesoro debe ser reaprovisionado,
la deuda pública debe ser disminuida,
la arrogancia de los funcionarios públicos
debe ser moderada y controlada,
y la ayuda a otros países debe limitarse
para que Roma no vaya a la bancarrota.
La gente debe aprender nuevamente a trabajar,
 en lugar de vivir a costa del Estado”  







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