Antes quizás
no, pero en los últimos tiempos son más los casos en que la gente se agrupa
tras referentes simbólicos que no replican el par izquierda-derecha que
aquellas ocasiones en que sí. De hecho, la izquierda acusaba a Podemos de no serlo
y la derecha de no reconocerlo.
Y es que
seguramente el rasgo distintivo de quienes se reivindican de izquierdas es la
cantidad de tiempo y salud que gastan en definirse, reivindicarse y batallar
con otros por el título. La izquierda podría así definirse como aquel colectivo
que fundamentalmente discute sobre la izquierda; están bastante orgullosos de
sus valores y al mismo tiempo viven en una insatisfacción permanente con los
actores políticos que deberían convertirlos en transformaciones del presente.
Las
izquierdas generalmente han preferido regañar y repartir culpas antes que
plantearse seriamente preguntas. Así, han tachado de falsa conciencia a
identidades políticas duraderas y de efectos muy reales, se quejan de los
medios de comunicación, de traiciones de sus vecinos, y, más a menudo aún, de
su propio pueblo por no parecerse a los pueblos que salen en los manuales.
La izquierda,
precisamente por sentirse portadora de ideales universales y moralmente
superiores, a menudo da la verdad por constituida, de tal manera que la tarea
de la política revolucionaria sea proclamarla o revelarla. De este esquema se
desprende una considerable rigidez a la hora de llegar a acuerdos y compromisos
o adaptarse a situaciones cambiantes. Este moralismo ha dado lugar a que la
historia de la izquierda, por bellas que sean sus ideas, sea también un largo
camino de sectarismo y purgas.
La
competencia y deliberación entre las mejores ideas y cuadros se sustituye por
la lealtad y el terrible oficio de posicionarse siempre del lado que sopla el
viento. Esto convierte a los actores o regímenes políticos en fábricas de
mediocridad y, a la postre, de derrota.
Mientras, la derecha, quizás por una
flexibilidad más cínica, ha entendido mejor en las últimas décadas la necesidad
de elegir las batallas y de concentrarse en la disputa por el sentido común y
la primacía simbólica: ser quien dicta los nombres y reparte las posiciones.
Así convierte con frecuencia los intereses de la minoría privilegiada en
interés general. Esto ha producido que una socialdemocracia se ha olvidado de
disputar la concepción ética del mundo a las fuerzas conservadoras o
reaccionarias y hoy se marchita y se contenta con aguantar.
Según este argumento, las fuerzas
progresistas son incapaces de ganar, de construir mayorías y articular un
proyecto general, porque se han olvidado de hablar de lo que es común a toda la
ciudadanía, de los problemas “realmente importantes”. Los poderosos, por su
parte, pueden ceder diferentes reconocimientos a la ciudadanía, siempre que
estos puedan ser integrados en una visión del mundo y reparto del poder que
estabilice y naturalice el dominio de los privilegiados.
Maquiavelo
nos enseñó que detrás de la política si hay principios morales, inevitable y
afortunadamente, pero que no hay nada más irresponsable que escudarse en la
belleza de estos para desatenderse de sus consecuencias, que la política y la
moral tienen lógicas diferentes que, en todos casos y con dificultades, el
príncipe puede querer hacer converger.
Me ha
parecido bien informarles, benditos lectores, al término de escrito que la
autoría del mismo es un resumen de algunos pensamientos y criterios de Iñigo
Errejón. La razón fundamental es que lo leyesen sin condicionamientos a priori.
Hace 31 años
Serrat compuso posiblemente una de las cinco canciones que más me siguen
emocionando, se titula “Especialmente en abril” donde canta a la primavera
contemplada con los ojos de un urbanita. En sus versos, me hace anhelar la
posibilidad de disfrutar de dos primaveras al año al poder vivir la de España
en abril y en octubre en Buenos Aires.
Especialmente en abril
se echa a la calle la vida
Cicatrizan las heridas
y al corazón, como al sol,
se le alegra la mirada
y se abre paso entre las nubes
Al paisaje se le suben
los colores a la cara
Y apetece ir donde cubre
a nadar contra corriente
En abril especialmente
-en Buenos Aires, octubre-
Se ruega al señor
"fulano de tal"
-dice la voz de la conciencia malherida-
que haga el favor de personarse
urgentemente en la salida
Que el día más
insospechado
y de cualquier manera
en el lugar más imprevisto
se puede aparecer la primavera
Especialmente en abril
la razón se indisciplina
y como una serpentina
se enmaraña por ahí
Van buscando los rincones,
sofocadas, las parejas
Hacen planes y se dejan
llevar por las emociones
Sin atender, imprudentes,
el consejo de Neruda:
"que las nieves son más crudas
en abril especialmente"
https://www.esdiario.com/872828175/Iglesias-y-Montero-aumentan-su-sueldo-.000-euros-para-pagar-el-chalet.html
ResponderEliminarMe parece que no anda Vd., desencaminado ó el Sr. Errejón... en cualquier caso, me resulta especialmente interesante para el análisis el párrafo que a continuación reproduzco de su artículo.
ResponderEliminarUn saludo Sr. Oscar y siga con nosotros.
"La izquierda, precisamente por sentirse portadora de ideales universales y moralmente superiores, a menudo da la verdad por constituida, de tal manera que la tarea de la política revolucionaria sea proclamarla o revelarla. De este esquema se desprende una considerable rigidez a la hora de llegar a acuerdos y compromisos o adaptarse a situaciones cambiantes. Este moralismo ha dado lugar a que la historia de la izquierda, por bellas que sean sus ideas, sea también un largo camino de sectarismo y purgas"
Cuanta insolencia que escribes..ufff
ResponderEliminarNo puedo ni terminar de leerlo
Cuanta intolerancia disfrazada de otra cosa...
Eliminar