Tenía 12 años la primera vez que junto a tres amigos, Juan Azorin, Damian Agulló y el que este año hizo el Pregón de Fiestas Manuel Gracía Villescusa, una
tarde fuimos por primera vez a ver una película en el Cine Calderón. El título era “Nobleza Baturra” de Juan de Orduña donde Alfredo Landa ya empezaba a despuntar. Falleció el
pasado 9 de mayo a la edad de 80 años, después de haber participado en casi 150
títulos y haber conseguido 3 Goyas y una Palma en Cannes. Creo que a todos nos impactó ver, hace casi
30 años, a este cómico personaje junto a Paco
Rabal y Terele Pávez en la
película de Mario Camús “Los
Santos Inocentes”, basada en la novela de Miguel Delibes. A nadie nos dejó indiferentes la actuación de Paco,
Terele y Alfredo, mostrándonos esa España profunda que habíamos
abandonado tan solo una década antes. Descubrimos que este actor era un todo terreno
y que es acertado el titular que Luis Martínez le daba a su crónica en El
Mundo: “La trágica comicidad de un genio”. Otra de sus actuaciones mas aplaudidas fue en
la película de Luis García Berlanga “La Vaquilla”, junto a otro
extraordinario artista como es José
Sacristán. Todos los medios de comunicación le han
rendido un merecido homenaje de despedida a quien un buen día abandonó la Facultad de Derecho
para convertirse en actor. Aquella tarde de verano de 1964 nos fuimos a
ver la película, y ninguno dijimos nada a nuestros padres. Como la cosa se alargó mas de lo debido, nuestras familias estaban preocupadas. De esto ....hace casi 50 años. Fuimos a ver la primera película ...y solos. Todo una heroicidad. Esa primera película ....no se te olvida nunca. No sabíamos quien era Alfredo Landa. Lo que si recuerdo es lo mucho que se reía la gente. La verdad es que entonces teníamos pocos medios pero nos reímos mucho y casi por nada. Como decía aquel: "....en mi casa no comemos pero nos reimos mucho".
Ahora es al revés. Unos pésimos actores nos han robado la sonrisa, el humor y, lo mas grave, el poco patrimonio que habíamos acumulado con mucho esfuerzo. Recuerdo hasta el precio de la entrada: una peseta y que la vimos en la planta primera, conocida como el gallinero del Cine Calderón. Si ahora puedes ver las películas que quieras desde tu butaca, al cine íbamos entonces de semana en semana. Y no todas. Justo en aquella época fué cuando empezaron a entrar las televisiones tímidamente a nuestras casas. Aquello si que era una revolución: tener el cine en tu salón. Para el que tenía tele, claro. Recuerdo que los sábados por la tarde, a los hijos de los socios del Casino de los Señoritos, -menos conocido como C.C.C., Centro Cultural Caudetano- nos daban un pase para ver una película del Oeste. Haciamos cola para entrar en el salón donde estaba aquel novedoso aparato apoyado en la repisa de una pared con una cortinilla de tela delante. La pantalla se veía en blanco y negro y la calidad... muy escasa. Era la época en que Miguel Delibes escribió la novela que mas tarde se llevaría al cine como "Los Santos Inocentes". Mario Camús podría rodar ahora una película que bien podría titularse "La Inocentada". La trama y el argumento... se repiten. Lo malo de esta película que estamos viviendo en nuestras propias carnes, que ahora vemos en alta definición y en color, es que los perjudicados siempre son los mismos y que, en contra de lo que baticinan los señores De Guindos y Montoro, la cosa va para largo. Y como dice el refrán, no hay mal que cien años dure...ni nadie que los aguante.
Ahora es al revés. Unos pésimos actores nos han robado la sonrisa, el humor y, lo mas grave, el poco patrimonio que habíamos acumulado con mucho esfuerzo. Recuerdo hasta el precio de la entrada: una peseta y que la vimos en la planta primera, conocida como el gallinero del Cine Calderón. Si ahora puedes ver las películas que quieras desde tu butaca, al cine íbamos entonces de semana en semana. Y no todas. Justo en aquella época fué cuando empezaron a entrar las televisiones tímidamente a nuestras casas. Aquello si que era una revolución: tener el cine en tu salón. Para el que tenía tele, claro. Recuerdo que los sábados por la tarde, a los hijos de los socios del Casino de los Señoritos, -menos conocido como C.C.C., Centro Cultural Caudetano- nos daban un pase para ver una película del Oeste. Haciamos cola para entrar en el salón donde estaba aquel novedoso aparato apoyado en la repisa de una pared con una cortinilla de tela delante. La pantalla se veía en blanco y negro y la calidad... muy escasa. Era la época en que Miguel Delibes escribió la novela que mas tarde se llevaría al cine como "Los Santos Inocentes". Mario Camús podría rodar ahora una película que bien podría titularse "La Inocentada". La trama y el argumento... se repiten. Lo malo de esta película que estamos viviendo en nuestras propias carnes, que ahora vemos en alta definición y en color, es que los perjudicados siempre son los mismos y que, en contra de lo que baticinan los señores De Guindos y Montoro, la cosa va para largo. Y como dice el refrán, no hay mal que cien años dure...ni nadie que los aguante.
Le roban el bolso a una señora mayor que queda
muy magullada al caer al suelo.
La cosa se pone cada vez peor. De nuevo le pegan un tirón al bolso de una señora mayor, en la calle Principe de los Ingenios, y resulta muy magullada tras caer al suelo. Y lo malo es que estos hechos se han dado a plena luz del día. Cada vez baja mas la prima de riesgo al mismo tiempo que sube el riesgo a que te roben la cartera. No. No vamos bien. La cosa empezó a torcerse el día que por arte de magia nos enteramos que había desparecido el patrimonio de unas entidades cuyo activo era de todos los españoles. El que le pega un tirón al bolso de una señora que queda lesionada se arriega a un castigo. Sin embargo, los que se lo llevaron calentito a su casa no corren ningun riesgo. Quien falla estrepitosamente es la Justicia, señor Gallardón. Los resultados Macroeconómicos son una cosa y el hambre que pasan muchos que se han quedado sin trabajo es otra. Estos indices, por desgracia, no evolucionan de forma pareja y proporcional. Y eso no es bueno.
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