Antes del capitalismo,
la gente tenía que trabajar porque era una obligación social, tradición o
costumbre. Más tarde, cuando se trabajó por incentivos económicos, apareció la
pobreza del individuo, el desempleado que no puede alimentarse.
En tiempos
anteriores la sociedad no podía desentenderse de la mala suerte de estas
personas. Así podemos entender que el individualismo capitalista es una
consecuencia de la pobreza.
El neoliberalismo
comienza a incubarse en los años veinte del siglo pasado, de modo larvario en
la escuela austriaca de economía. Comienza su floración, sin duda, en la
Escuela de Chicago por obra y desgracia de Milton Friedman. Al neoliberalismo
le llega su oportunidad de dar fruto en la década de los sesenta a consecuencia
de la fulminante subida de los precios del petróleo.
Los
neoliberales profesan en común una desconfianza feroz en la intervención del
Estado en la economía, ¡Qué digo! Ellos creen que los gobiernos son incapaces
de mejorar los resultados económicos.
Escribamos la
diferencia entre liberalismo y neoliberalismo: los primeros, pretendían un
Estado “débil”; los segundos quieren que el Estado se subordine a las
necesidades competitivas (maldita palabra) de los mercados: desean gobiernos
flojos, limitados, que puedan sustituirse con unas elecciones y que no influyan
en la economía del capitalismo. Ahora bien, benditos lectores, puestos a
escoger prefiero un gobierno democrático de libre mercado que un régimen
autoritario.
Friedrich
Hayek, uno de los tres “papás” del neoliberalismo de finales del siglo pasado
quedó gratamente impresionado durante el régimen de Pinochet, antes incluso de
Reagan o Thatcher, como laboratorio de ideas neoliberales.
En épocas
anteriores se consideraban tecnócratas a aquellas personas con carreras de
ingeniero o científico; a día de hoy, la manifestación principal de la
tecnocracia es el economista neoliberal. Llega a prometer sin vacilación que si
se le otorga poder decisorio garantiza mejores resultados que aquellos elegidos
por el pueblo.
Resulta de
verdad curioso que se creen agencias reguladoras de economía al frente de las
cuales se colocan a “expertos independientes”. No hay, en cambio, agencias
independientes que regulen el sistema sanitario, el mercado de trabajo, las
pensiones.
Estos tipos han creado dos mundos: uno, el suyo, el económico,
despolitizado y protegido de manera especial; y el otro, en lo que se refiere a
la justicia, la igualdad y la redistribución que debe ser resuelto por los políticos.
Con el fin de
poder recuperar el poder para el pueblo hay que fortalecer al Estado desalojando
a las élites, creando una coalición ancha y transversal con un fuerte mandato
para retirar los obstáculos que impiden al Estado políticas de interés para la
gente.
Si las clases populares se hacen con el control del Estado, se podrán
realizar políticas progresistas públicas que siempre ha demandado la mayoría
social, porque hasta ahora los partidos tradicionales no han sabido (o quizás,
podido) asegurar una seguridad económica a la población, rompiendo el vínculo
representativo que les debía de unir.
Los mensajes de los partidos políticos,
en el caso de la izquierda, se concentran en hacernos creer que desde el poder
político se pueden elaborar programas ambiciosos y profundos con carácter
social y económico.
Una marcada
intencionalidad crítica hacia el poder, hacia los dirigentes, hacia las altas
cúpulas de la sociedad que arrasan con todo y
cierran las puertas del porvenir a las generaciones más jóvenes . Éste
es el resumen de la canción “No esperes” del disco “Cada loco con su tema” de
1983 escrita por Joan Manuel Serrat.
No esperes que un hombre muera
para saber que todo corre peligro,
ni a que te cuenten los libros
lo que están tramando ahí fuera.
No esperes a que te den los
planos
para satisfacer tu curiosidad,
ni a que el aire también sea de pago
para gozar el placer de respirar.
No esperes golpes de suerte,
seguirás a su merced
mientras haya gente que
trafique con la muerte.
No esperes de ningún modo
que se dignen consentir
tu acceso al porvenir
los que hoy arrasan con todo.
No esperes a que se acaben
para desear las cosas más que nunca
ni a responder las preguntas
cuando los otros se callen.
No esperes el consentimiento
ni a que te proporcionen un manual,
ni a que el horóscopo te sea propicio,
ni a que el cielo te mande una señal.
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