"En aquellos tiempos que ya se me antojan lejanos, los de los estudios, recuerdo que las siluetas de Platón o Descartes perfilaban los libros de filosofía; al respecto de la vida solían darnos sus diversas perspectivas, ora comprensibles, ora confusas, ora infumables.
Lo cierto es que la vida de cada uno de nosotros, nuestra vida pasa... y nosotros con ella. Vida y muerte, extremos de una misma partida de ajedrez, caminan siempre al unísono.
Lo cierto es que la vida de cada uno de nosotros, nuestra vida pasa... y nosotros con ella. Vida y muerte, extremos de una misma partida de ajedrez, caminan siempre al unísono.
Hará seis o siete años, cuando inicié el libro sobre el aeródromo militar de Caudete y los refugios antiaéreos, una de las primeras personas con las que hablé fue Tomás porque con anterioridad él ya me habló de que en su nave había habido una caseta de servicio del campo de aviación.
Además y por su profesión, lo veía día sí y día casi también por la oficina de Expediciones de Crisnova, por no decir que a su mujer sí que la veía diariamente en la misma oficina. A los dos, lo saben perfectamente, les tengo un aprecio sincero desde hace muchas décadas que siempre ha sido correspondido desde que nos conocimos.
No es el momento de extendernos en la vida y obra de Tomás; sí me gustaría, no obstante, comentar sucintamente su pasión más conocida y reconocida: los caballos. Decía el ilustre Quevedo aquello de "Érase un hombre a una nariz pegado" y si lo parafraseamos podríamos decir "Érase un hombre a un caballo pegado".
Los caballos eran su pasión y vida; si a su nave he ido unas cuarenta veces por lo del libro en los últimos años, montado sobre su caballo lo pillé en unas 30 ocasiones. E incluso consiguió que yo, el verano pasado, me subiese a lomos del mismo porque entendí que si despreciaba el ofrecimiento, la cuestión se tornaría en afrenta personal en un claro casus belli.
Ayer mismo, domingo 26, sé de muy buena tinta... que salió en la Procesión de San Antón a lomos de su inseparable caballo.
Sobre el libro del aeródromo le hice más de cinco entrevistas y estuve con él hará unas tres semanas; él tenía una ilusión de ver publicados sus recuerdos y por verse en la fotografía que precisamente ilustra este artículo, la última que le hice. Su colaboración, al igual que la de otros muchos pero él en particular, ha sido vital en la reconstrucción del aeródromo caudetano.
Su testimonio, por otra parte, al quedar escrito pasará a ser parte indisoluble de la historia de la villa de Caudete por lo que permanecerá en el tiempo hasta el día del juicio final en el que todos, sin excepción y como dijo Cervantes, subiremos al cielo... sin alas.
De esta última entrevista que tuve con Tomás, recuerdo que al preguntarle sobre sus achaques me dijo aquella famosa frase tan suya de que "mi caballo es mi médico y me lo cura todo". Genio... y figura.
De esta última entrevista que tuve con Tomás, recuerdo que al preguntarle sobre sus achaques me dijo aquella famosa frase tan suya de que "mi caballo es mi médico y me lo cura todo". Genio... y figura.
Amigo Tomás ahora sí que ha llegado tu momento. Allá donde estés apréstate las botas, abróchate tu chaleco, cíñete el sombrero y agarra la fusta; súbete al caballo, marcha "al trote" elegantemente, abre los brazos... y siente el aire recorrer tu cara en un momento sublime por especial que siempre fue el que soñaste.
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