Ya tocando la boca o ya la frente
Silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Así comienza Francisco de Quevedo su famosa "Epístola y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos" dirigida a D. Gaspar de Guzman, Conde-Duque de Olivares, valído del Rey Felipe IV, el hombre más poderoso de la Corte con el que una contrariedad o crítica a su gobierno podía suponer el destierro o ir a galeras.
Tras esta breve, pero necesaria introducción, les contaré la anécdota. Venía de hacer fotos de cómo había quedado el campo tras la tormenta de granizo y agua que calló en Caudete el 31 de julio por la tarde. Delante del lateral del Mercado Municipal estaba el Alcalde y, al llegar a su altura, aminoré la marcha del coche y sin bajar lo saludé.
Unos instantes que aprovechó para llamarme, no sin cierta sorna, "escritor" añadiendo "que me iba a contestar". Supongo que a alguno de mis comentarios que no ha sido de su agrado como, por ejemplo, el famoso sorteo de concejalías a modo de pataleta por no salir adelante su propuesta de sueldos, sorteo que califiqué de despropósito. Pero...¿qué esperaba? ..¡que lo aplaudiera! Esta en su derecho de replicar a todo lo que escriba. Tengo por norma respetar porque insultando no se llega lejos por lo que siempre expreso mis opiniones e ideas desde el respeto.
He podido comprobar desde el primer artículo que escribí como corresponsal del Diario "La Verdad" de Albacete, 10 de octubre del 1987, -ya ha llovido- que a ninguno de los cuatro Alcaldes con los que me ha tocado convivir les gustó la crítica. Tengo que decir, en honor a la verdad, que de los cuatro -Vicente Lillo, Elisa Pagán, Vicente Sánchez o José Miguel Mollá- Elisa fue la más condescendiente y tolerante y, sin duda, la que más sentido del humor derrochaba. No se les olvide que humor e inteligencia suelen ir parejos.
Desde el respeto, querido Alcalde, seguiré contando cosas y anécdotas -como esta- que ocurran en mi pueblo sea de política, deportes, cultura, tradiciones, religión...¿Nunca se ha de decir lo que se siente? Hoy en día, en aras de lo políticamente correcto, ¡así es!. Me niego, y por eso no he de callar, por más que silencio avise Mollá... ¡aunque sea en broma!.
Así comienza Francisco de Quevedo su famosa "Epístola y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos" dirigida a D. Gaspar de Guzman, Conde-Duque de Olivares, valído del Rey Felipe IV, el hombre más poderoso de la Corte con el que una contrariedad o crítica a su gobierno podía suponer el destierro o ir a galeras.
Tras esta breve, pero necesaria introducción, les contaré la anécdota. Venía de hacer fotos de cómo había quedado el campo tras la tormenta de granizo y agua que calló en Caudete el 31 de julio por la tarde. Delante del lateral del Mercado Municipal estaba el Alcalde y, al llegar a su altura, aminoré la marcha del coche y sin bajar lo saludé.
Unos instantes que aprovechó para llamarme, no sin cierta sorna, "escritor" añadiendo "que me iba a contestar". Supongo que a alguno de mis comentarios que no ha sido de su agrado como, por ejemplo, el famoso sorteo de concejalías a modo de pataleta por no salir adelante su propuesta de sueldos, sorteo que califiqué de despropósito. Pero...¿qué esperaba? ..¡que lo aplaudiera! Esta en su derecho de replicar a todo lo que escriba. Tengo por norma respetar porque insultando no se llega lejos por lo que siempre expreso mis opiniones e ideas desde el respeto.
He podido comprobar desde el primer artículo que escribí como corresponsal del Diario "La Verdad" de Albacete, 10 de octubre del 1987, -ya ha llovido- que a ninguno de los cuatro Alcaldes con los que me ha tocado convivir les gustó la crítica. Tengo que decir, en honor a la verdad, que de los cuatro -Vicente Lillo, Elisa Pagán, Vicente Sánchez o José Miguel Mollá- Elisa fue la más condescendiente y tolerante y, sin duda, la que más sentido del humor derrochaba. No se les olvide que humor e inteligencia suelen ir parejos.
Desde el respeto, querido Alcalde, seguiré contando cosas y anécdotas -como esta- que ocurran en mi pueblo sea de política, deportes, cultura, tradiciones, religión...¿Nunca se ha de decir lo que se siente? Hoy en día, en aras de lo políticamente correcto, ¡así es!. Me niego, y por eso no he de callar, por más que silencio avise Mollá... ¡aunque sea en broma!.
Aplausos
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