Hace un año que Mary Carmen Conejero Caerols pidió turno en la Casa de la Cultura para exponer sus obras. Es, desde hace cinco años, alumna en la Universidad Popular del pintor local Antonio Requena. Nada mas descolgar el Rubio sus acuarelas, le tocaba a Mary exponer las suyas en la primera exposición que realiza en solitario.
Como en todo, una cosa que funciona muy bien es el boca a boca. Alguien me dijo que me pasara por la Casa de la Cultura que habían expuesto unos retratos muy interesantes de una chica de Caudete “que parecían fotografías, por lo bien hechos que estaban”.
Quien me lo dijo no exageró: Mary hace una cosa muy difícil en acuarela como es retratar. Si Rubio le ha tomado el pulso al paisaje, Mary hace lo mismo con una cara. Me comentó que la de Marylin la pintó en una noche. “Si me pilla inspirada -me dijo- no dejo los pinceles hasta que no termino el retrato”. Me confesó que pinta porque le gusta y le distrae, sin perseguir con ello notoriedad y que si ha realizado la exposición es porque la ha animado su maestro Antonio Requena.
Desde siempre ha tenido afición a dibujar caras de mujer con lápiz o cera. Me contaba que Torres Cotarelo ya se interesó por sus maneras y la habilidad que mostraba, animándola y aconsejándole a que continuara pintando. Pero ha sido en la Universidad Popular donde se ha encontrado a sí misma, adquiriendo soltura y aprendiendo la técnica de la acuarela con Antonio Requena, del que dice “que nos deja mucha libertad para pintar y me ha ayudado a encauzar esta afición que llevo dentro a través de la acuarela".
Considera a Cristóbal Graciá, quien hace unos meses se dió a conocer y con notable éxito en esta misma sala, como el mejor alumno y compañero. Orgulloso tiene que estar Antonio, profundo admirador de la obra de Rafael Requena, de ver cómo sus enseñanzas no caen en saco roto. Las clases las imparte dos días a la semana a lo largo de siete meses. Cinco años enseñando acuarela, empiezan a dar
frutos. Una muestra de ello son los retratos de Mary.
A Mary la conocen por “la mujer del panadero” por estar esta casada con Ángel, el único que hace pan en La Encina. Le dije que podían dejar de hacer pan y dedicarse a pintar retratos, que a su mujer no le iba a faltar trabajo. Vean unos cuantos ejemplos y juzguen ustedes mismos.
Como en todo, una cosa que funciona muy bien es el boca a boca. Alguien me dijo que me pasara por la Casa de la Cultura que habían expuesto unos retratos muy interesantes de una chica de Caudete “que parecían fotografías, por lo bien hechos que estaban”.
Quien me lo dijo no exageró: Mary hace una cosa muy difícil en acuarela como es retratar. Si Rubio le ha tomado el pulso al paisaje, Mary hace lo mismo con una cara. Me comentó que la de Marylin la pintó en una noche. “Si me pilla inspirada -me dijo- no dejo los pinceles hasta que no termino el retrato”. Me confesó que pinta porque le gusta y le distrae, sin perseguir con ello notoriedad y que si ha realizado la exposición es porque la ha animado su maestro Antonio Requena.
Desde siempre ha tenido afición a dibujar caras de mujer con lápiz o cera. Me contaba que Torres Cotarelo ya se interesó por sus maneras y la habilidad que mostraba, animándola y aconsejándole a que continuara pintando. Pero ha sido en la Universidad Popular donde se ha encontrado a sí misma, adquiriendo soltura y aprendiendo la técnica de la acuarela con Antonio Requena, del que dice “que nos deja mucha libertad para pintar y me ha ayudado a encauzar esta afición que llevo dentro a través de la acuarela".
Considera a Cristóbal Graciá, quien hace unos meses se dió a conocer y con notable éxito en esta misma sala, como el mejor alumno y compañero. Orgulloso tiene que estar Antonio, profundo admirador de la obra de Rafael Requena, de ver cómo sus enseñanzas no caen en saco roto. Las clases las imparte dos días a la semana a lo largo de siete meses. Cinco años enseñando acuarela, empiezan a dar
frutos. Una muestra de ello son los retratos de Mary.
A Mary la conocen por “la mujer del panadero” por estar esta casada con Ángel, el único que hace pan en La Encina. Le dije que podían dejar de hacer pan y dedicarse a pintar retratos, que a su mujer no le iba a faltar trabajo. Vean unos cuantos ejemplos y juzguen ustedes mismos.
Joaquín Medina Iñiguez
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