Pedro Sánchez Algarra: músico por vocación y alcalde por accidente

               Fue con motivo del artículo “30º Aniversario de Ayuntamientos Democráticos”, publicado en abril del pasado año, cuando saqué a la palestra al último alcalde de la época franquista: Pedro Sánchez , de mote el “Patillas”. Como recordarán, Pedro le pasó la vara a Vicente Lillo un 19 de abril de 1979 tras haber ejercido 9 años como Alcalde con bastante acierto para el poco presupuesto que entonces manejaban los Ayuntamientos.

              Hoy vuelvo a traer otra vez a Pedro por un motivo distinto a la política: por su actividad como músico a lo largo de 60 años. Nuestro paisano, que el próximo 10 de abril cumplirá 70, salió por primera vez en la Banda de Música de Caudete en 1950 (con 10 años) tocando el saxo alto. Aprendió solfa y a hacer música con el maestro Juan Ángel Amorós, director entonces de la Banda.

             Guarda un grato recuerdo de este músico y compositor (que esta enterrado en Petrel) que un buen día se presentó en la alcaldía para hacerle entrega de un regalo que Pedro tiene guardado en su casa como si fuera un tesoro: le llevó las partituras originales del pasodoble “Músico y Alcalde” que Juan Ángel le dedicó a su antiguo alumno. 

                  Ahora Pedro está jubilado y pasa su tiempo entre Caudete y San Juan. Como tiene todo el tiempo del mundo, es peligroso juntarse con él porque al tener “toda la faena hecha” no tiene prisa para finalizar la conversación. No ser esclavo del reloj, querido amigo Pedro, es …¡todo un lujo que ahora te puedes permitir! Ahora distrae el tiempo entre sus 9 nietos y su pasión: la música.

               Es un enamorado del acordeón y por eso forma parte de una Asociación en Alicante que responde al nombre de “Grupo Fénix” al que pertenecen más de 25 acordeonistas, presidida por José Rubio Jaén. Nuestro paisano aprendió a tocar este entrañable instrumento desde muy joven viendo tocar a su padre. El acordeón tuvo en Caudete siempre notables seguidores como Fidel y sus dos hermanos, el Rita, Daniel Lillo, el Titolo… y tantos otros.

                Recientemente ha grabado un su “estudio” un CD con 14 piezas con el título “60 años de acordeón”. La mejor de todas ellas “Que nadie sepa mi sufrir”, letra del poeta argentino Enrique Dizeo. Ya les digo que Pedro vive para la música y sus nietos a los que “amenaza con sacar el acordeón si no se portan bien”.

               Pedro defiende una teoría, muy similar a la taurina: …“hay que haber pasado hambre para tocar bien el acordeón”. Algo de cierto debe tener su particular teoría, porque ¡cuentan! que cuando estaba inspirado, Pedro hacía hablar el acordeón en una época ¡de tanta escasez!, en la que un kilo de pan equivalía a un sueldo. ¡Eran otros tiempos! 

                Nacer al año siguiente de acabar la guerra era como estar condenado a quitarse el “hambre a tortas”. Pedro y todos los de su generación debieron pasar lo suyo, como aprender solfa en la cambra a la luz de una vela con el estómago medio vacío mientras que hoy “gozamos” de un desmedido empacho de comodidades, siendo frecuente ver el pan tirado por los suelos.

               Seria conveniente ¡para valorar lo que tenemos! que los Colegios impartieran una asignatura que bien podría tener el título : ”Cómo se vivió desde 1940 hasta que Julio Iglesias gana el “Festival de Benidorm” con la “Vida sigue igual”. Por desgracia, la vida no sonríe a todos de la misma forma. Sospecho que Pedro pertenece a ese tipo de gente que, desde muy jóvenes, se “empeñan” en darle la vuelta a la tortilla ….. ¡Y ya conocen ustedes el viejo adagio! ….”el que la sigue la consigue”

                 Recuerda que de chiquillo tenía una bicicleta de manillar alto y un día se la cambió a Paco “el Cano” por una de carreras con manillares bajos. El cambio no le gustó al padre de Pedro y tuvo que deshacer el trato con Paco, del que hablamos hace unas semanas. A partir de los 14 años, nuestro protagonista tocará el saxo con la orquesta “Casablanca”, teniendo como compañeros a Manolo “Piquillos”, contrabajo y cantante y posteriormente a Antonio el “Sacristán”, personaje alegre y extrovertido que tocaba la guitarra y cantaba al que Pedro recuerda con cariño, Paco el “Cansino” la trompeta, Alberto Benito “Calendarios” el trombón de varas, José Benito Gil la batería, Juan Martínez el “Majo” la trompeta y Jaime Benito clarinete y saxo. La orquesta “Casablanca” estuvo mas de 10 años actuando y compitiendo con otras como “Tudescan” de Aspe, los “Serenade” de Novelda o la “Cherif” de Almansa.

                Con 17 años abandona la albañilería y se enrola …¡en un circo!: el “Circo Azul”. Después de estar un mes plantado en la Plaza Nueva (entonces era muy frecuente tanto tiempo) y hacerse amigo del Director, a lo largo de un año formará parte de su orquesta tocando el saxofón y colaborando en las tareas propias del circo allá donde se instalaba: Onteniente, Onil…

                 Tras esta breve experiencia, regresa a su pueblo a trabajar en la obra con quien lo hacía antes: Juan Bellota. Unos pocos años más tarde vuelve a salir de su pueblo, esta vez como yesaire, oficio realizado a destajo que con el paso del tiempo será el motor económico del desarrollo de Caudete. En sus mejores tiempos llevará a cincuenta operarios enluciendo paredes y techos por toda la provincia de Alicante. Pepe Caerols había sido el primero en poner en práctica este tipo de destajo y Pedro el segundo.

                  Por estas fechas se desplaza a trabajar a Francia. Estando en Aviñon, pasa un día por delante de un escaparate y lee que una orquesta necesita saxofonista y allá que se mete. Su vida, como vemos, siempre gira alrededor de la música, profesión de la que le hubiera gustado vivir.

                 Con la Banda Municipal estuvo saliendo con el saxo hasta los 18 años. La deja porque actuar con la Orquesta Casablanca era incompatible. En Alicante también colaborará con la Banda de Cruz Roja. Hoy, en su casa tiene un rincón donde se aísla del mundo rodeado de cinco acordeones, tres pianos, tres saxos y otros aparatos de grabación. Me contaba que el primer saxo se lo compró su padre y el primer acordeón, un Honner, se lo compró a otro excelente acordeonista como era Francisco el del Granillo.

                Desde la reflexión que da la distancia, Pedro recuerda con agrado sus actuaciones en bodas, bautizos, bailes en casas, bares y restaurantes como el Bar Pía de Yecla entreteniendo a la gente con el acordeón. La cosa ha cambiado mucho: si antes lo hacía como fuente de ingresos, ahora lo practica por amor al arte con el “Grupo Fenix”, grupo de acordeonistas que hace unas semanas se dieron cita en el aula de Castilla La Mancha (barrio de San Blas, en Alicante). También han actuado en la Casa de la Cultura de Caudete.

                 Al poco tiempo de escribir el artículo “30 años de Ayuntamientos Democráticos” me contó la anécdota de cómo llegó a la Alcaldía sustituyendo a Manuel Amorós Herrero. Eran otros tiempos y otros sistemas de elección muy distintos al actual. Alguna discrepancia debían tener los dos “bandos” en litigio y suben a Albacete para ver de solucionarlo. Al final de la reunión, el Gobernador Civil, Moisés Arrimada, le dice …”Pedro: la solución pasa por que …¡cojas la alcaldía!”. Al ser la propuesta de Alcalde, como decimos por aquí, de sopetón, Pedro duda. ¡No sabe qué hacer! Es mucha responsabilidad. Esa misma noche, su mujer es quien le aclara la situación ..¡y las dudas! Poco más o menos le dice a su marido que…“si el Gobernador Civil te ha ordenado que seas el Alcalde…¡a qué esperas!

                 En contra de lo que algunos piensan, no está del todo aclarado que el mundo lo mueva la Ley que descubrió el matemático inglés Isaac Newton en el siglo XVIII. ¡Ni muchos menos! Antes, con dictadura, y ahora con democracia, el mundo lo mueve ….¡la mujer! Si tienen alguna duda al respecto… ¡pregúntenle ustedes a Pedro!

                 Si han llegado hasta aquí leyendo, coincidirán conmigo que el título lo dice todo del personaje: músico por vocación y Alcalde …¡por accidente! pasándole, después de nueve años, la vara de mando a Vicente Lillo con la llegada de la Democracia.

Joaquín Medina Iñiguez