Se trata de analizar la rehabilitación de una fachada llevada a cabo hace unos años, en la vivienda situada entre las calles Santa Inés y San Jaime por una empresa local. Esta vivienda, con más de 100 años, forma parte de uno de los tres bloques construidos por D. Francisco Albalat Navajas a primeros del siglo XX. D. Paco las llevó a cabo para gente con pocos recursos. “Para gente pobre de solemnidad”, según sus propias palabras, con ayuda de su colaborador y maestro de obras Juan Arellano.
Desde hace 30 años, los propietarios de estas 45 viviendas vienen rehabilitando sus fachadas, estructuras, cubiertas, cambiando carpintería exterior, instalaciones, solados, alicatados e incluso la distribución en la parte de la cocina y patio. Como anécdota les contaré lo que me dijo el otro día el exconcejal del PP Joaquin Mollá: fueron las primeras casas en Caudete que disponían de retrete. También me comentó que los patios posteriores se realizaron años mas tarde.
Con una fachada sencilla y sobria llama la atención los detalles de las tejas del caballete de la cubierta, el remate superior de las ventanas así como las hileras de ladrillo enmarcando el zócalo, esquinas y forjados. Hoy estamos acostumbrados al término bungalow. Pero en su día la distribución causó impacto por ser las primeras viviendas unifamiliares adosadas en dos plantas en el que hoy conocemos como “Barrio de San Francisco” que contó con Hospital, Iglesia y Plaza de Toros.
El interior y las fachadas de estas viviendas se han ido rehabilitando en las tres últimas décadas al gusto de cada propietario, empleando materiales diversos que en absoluto respetan el conjunto. Hay zócalos de azulejos de distintos colores y formatos, de piedra, así como ventanas de aluminio de distintos colores y formas. Incluso teja árabe cuando es plana.
Dentro de estas actuaciones, llevadas a cabo de forma un tanto anárquicas, me llamó la atención que una fachada se había rehabilitado ¡manteniendo, casi en su totalidad, sus elementos materiales y la forma original! Indagué quién era el constructor para felicitarlo. Se trataba de Andrés Marco, quien me dijo que “el mérito no era suyo, sino de la dueña de la vivienda, que le había dicho, al iniciar las obras, que respetara la originalidad de la fachada en todo lo posible”.
Busqué a la propietaria y cual fue mi sorpresa cuando descubrí que se trataba de una súbdita inglesa que, por cierto, conocía: Michelle Wright. La felicité por la sensibilidad y el gusto que había tenido de mantener la fachada en su estado original. Sin embargo, ella no le dio importancia al asunto, ya que consideró que “rehabilitar la fachada recuperando su original aspecto era, sencillamente, lo que había que hacer”.
Tras lo anteriormente expuesto, debe hacernos reflexionar el hecho de que nosotros no le demos la importancia que tiene a nuestro patrimonio arquitectónico y que sea una persona ajena a nuestra cultura quien haya considerado, como lo más normal del mundo, mantener la fachada en su estado original. He dicho al principio que este artículo era intemporal y que no perdía actualidad y que lo traigo a este rincón de la red como ejemplo a estudiar y, sobre todo, a seguir.
Para acabar, les diré que nos encontramos en estos momentos tramitando un Plan General de Ordenación Urbana que dentro de poco se reiniciará y que recogerá y delimitará áreas del pueblo catalogadas como casco antiguo (la Villa, estas viviendas y poco más) donde, para rehabilitar sus fachadas, habrá que obtener permiso de Patrimonio y seguir unas directrices que no son otras que las que ha empleado Michelle: sentido común, sensibilidad, respeto y admiración por el pasado. En eso consiste básicamente la rehabilitación del Patrimonio Histórico-Artístico.
Joaquín Medina Íñiguez
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