Llevamos más
de medio siglo arrastrando una rémora reaccionaria y nadie ha sido capaz de
ponerle punto final. El delirio regional corresponde todavía a un
enquistamiento de la España negra en pleno siglo XXI. La cuestión sigue siendo
la misma; o se largan o se quedan con cara sonriente. Pero, esa monserga diaria
es mortífera por su enorme pesadez y sobre todo por el desgaste que supone para
la cimentación de los temas de ámbito nacional.
Modestamente
me atrevo a exponer una posibilidad de arreglo siguiendo la misma modalidad que
cuando en su día se compraron territorios a los turcos de Palestina con el fin de
establecer algunos asentamientos judíos sufragados entonces por el magnate
Rothschild. Se trataría de introducir un nuevo concepto mercantil parecido en
el conjunto de hectáreas que forman el territorio español y, de esta forma, el
problema podría solucionarse mediante un precio de mercado.
Para llevar a
término la componenda proyectada, hay que dejar de lado los romanticismos históricos
y otras martingalas que impiden una visión pragmática del tema. Imaginemos por
un momento que pertenecemos a una sociedad con cincuenta millones de
accionistas que se llama España S.A., cuyo último contrato fue firmado en asamblea
mayoritaria de socios a través de la Constitución de 1978.
Habitamos todos una
finca de la que poseemos idéntica participación; por lo tanto, si una comunidad
de propietarios desea romper unilateralmente el contrato y quedarse con una
parte del terreno, solo es cuestión de negociar el precio del metro cuadrado,
así como la penalización. Si la suma que percibe el resto de propietarios de la
sociedad es considerada suficientemente sustanciosa, nada impide que los
compradores se queden con la parte de la hacienda acordada y además pongan una
valla.
Cuando cada
uno de los españoles vendedores ingrese un buen puñado de euros como resultado
de la operación financiera, no duden que saltará de alegría y le importará un
comino que Cataluña finalmente siga haciendo los mismo que hace ahora con la
lengua u otros inventos folclóricos. El hecho de que se autoproclame Nación o Imperio Feudal independiente será incluso celebrado con grandes fastos con tal
de que dejen de dar la lata al resto de los españoles.
Aquí, el
único problema que plantea la operación mercantil es si los catalanes estarán
de acuerdo en conseguir finalmente su independencia a cambio de tener que
soltar la pasta, aunque solo se trate de cincuenta euros por cabeza. Veremos si
el patriotismo se impone al hecho diferencial avaro que tan memorables chistes
ha inspirado.
En el peor de
los casos, probarlo no cuesta nada y es mucho más sensato que cualquier
referéndum de autodeterminación, que, a fin de cuentas, representa la
posibilidad de romper el contrato unilateralmente y escabullirse de la sociedad
con una parte del botín de todos. Es una idea.
POSDATA. - El
texto que acaban de leer, benditos lectores, es por obra y gracia del cachondo
mental señor Boadella, don Albert.
Acompaño el
escrito de hoy con un tango creado por el argentino Enrique Santos Discépolo
titulado “Cambalache”, del que me consta que al cantarlo el catalán se siente
muy feliz; lo grabó en el disco “Serrat en directo” de 1984. Una gran parte de
los argentinos consideran este tango como el verdadero Himno Nacional; y, otros,
por contrario, el antihimno.
Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé...
En el quinientos seis
y en el dos mil también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente
ya no hay quién lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseaos...
¡Hoy resulta que es lo
mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!...
¡Y todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Que uno vive en la impostura
que otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que si es cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
¡Qué falta de respeto,
qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
vi llorar la Biblia
contra un calefón...
¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no roba es un gil!
¡Dale nomás! ¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
se vamo a encontrar!
¡No pienses más séntate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de las minas,
que el que roba, que el que mata
o está fuera de la ley.
Reconozco que hasta llegar a Boadella me tenia seriamente preocupado. Jajaja
ResponderEliminarAlbert Boadella, esa lumbrera enchufada en los teatros del canal por Esperanza Aguirre, a cuyo alrededor creció la podredumbre en Madrid. No, Boadella no puede ser la solución.
ResponderEliminarVamos a devolver a la vida a Luis Ruviales, ese si era un actor integro y valido para la chuspa separatista y cia.... que no sabia que habia tanta en nuestro pueblo, ¿sera porque tenemos raices valencianas y estas mismas se terminan los limites por el norte, con la región donde estan en una dictadura?
ResponderEliminar