lunes, 1 de abril de 2019

"El Sainete Catalán". Acto Primero por Óscar de Caso. "El viejo Tarradellas fue una excepción en la tradición de Presidentes locos".

         Este escrito forma la parte primera de una trilogía que se me ha ocurrido llamar “El sainete catalán”. La he denominado sainete, porque según el diccionario: es una obra teatral frecuentemente cómica, aunque pudiera tener carácter serio, de ambiente y personajes populares, en uno o más actos, que se representa como función independiente.

             Hagamos primeramente la necesaria e inevitable introspección de la historia política de Cataluña en los últimos 200 años para ambientarnos y que no nos produzca ningún pasmo el estado en el que se encuentra en la actualidad esta región, nación, singularidad, república, califato, colmao…

          El presidente Maciá era un militar del ejército español, completamente desjuiciado, que intentó invadir la Cataluña de Primo de Rivera con 200 hombres desde Prats de Molló, confiando en que la gente de los pueblos se iría incorporando. Después, ya como Presidente, declaró la independencia de Cataluña, pero naturalmente, ni la invasión ni la independencia tuvieron el menor éxito. 

Su sucesor Companys protagonizó la rebelión del 6 de octubre del 34 frente al Gobierno conservador de la República, creyendo insensatamente que el pueblo de Cataluña se echaría a la calle a jugarse el físico. Total, un ridículo estrepitoso, pues solamente los anarquistas podían hacer una cosa así, pero naturalmente tampoco se sentían representados por una Generalidad. 

Jordi Pujol proporcionó la imagen perfecta del Presidente paciente, activo y espabilado que se cree más listo que el psiquiatra. El lenguaje, la gestualidad, los tics, la manera de tratar Cataluña como su ejercicio de terapia…, todo ello configura el retrato del presidente. El viejo Tarradellas fue una excepción en la tradición de Presidentes locos.

          Todos presentan en común la misma patología en el terreno de los delirios: un mesianismo paranoico que les lleva a erigirse en vengadores de las injusticias históricas; para ello se fabrican un país virtual y no aceptan la Cataluña que por suerte o por desgracia les toca vivir.

          En la actualidad el sueño de la tierra “libre, despierta y feliz” se ha convertido en marujalandia; el país ha sido atacado por una epidemia de marujas y marujos catalanistas de todas las edades que, organizados como un perfecto orfeón, siguen las partituras transmitidas desde Catalunya Radio y TV3, "unos órganos oficiales convertidos en el material de intoxicación más sutil y perfecto del siglo".

          A principios de 1969, recordemos que padeciendo  Dictadura, Serrat graba el disco “Cum ho fa el vent”, y dentro del mismo “Camí avall”, en esta canción vuelve los ojos a los fantasmas del pasado de la guerra civil con dolor y talante contenido, poniendo énfasis en la regeneración de las cosas, en mirar hacia delante como símbolo de los nuevos tiempos que estaban por llegar.
Maduraban los trigos,
el verano nacía,
las amapolas iban tiñendo
los campos;
le llamaban Soledad,
Rosario, María,
y con un ramo de flores iba
camino abajo.
Camino abajo hay una curva
y él le esperaba,
le decían Pedro, Juan,
Luis o Guillermo,
la llevarán sus manos curtidas
muy lejos de su gente.
Camino abajo
quedan las flores,
las irá tapando
el polvo
que lleva el viento.
Pero un día les dijeron:
“No hace falta que siembres,
este año vuestros campos
no deben dar trigo,
necesario que por un fusil
cambie el arado “.
Camino abajo de mañana
se va un soldado.
Quemó y mató
mientras envejecía,
hasta que otro tirano
antes que él;
lo enterraron un buen día
en un pozo con otros ciento.
Camino abajo
sin un adiós
nadie puso una cruz,
no era necesario.
Ella lloró por
la muerte del hombre
y por los campos donde no
crecía el trigo.
Por el camino llegarán
unas manos jóvenes,
para secar sus ojos
y labrar los campos.
Y otra vez nacerán
trigos y amapolas
cubriendo las fértiles tumbas de los soldados:
muere un viejo, dos niños nacen.
Y todo pierde el olor a quemado.
Camino abajo
un hombre muerto.
Camino abajo
queda un recuerdo
del pasado.
Y hoy maduramos los trigos,
el verano empieza
y las amapolas van
tiñendo los campos;
le llamaban Soledad,
Rosario, María,
y con un ramo de flores va
camino abajo.

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