lunes, 15 de octubre de 2012

Mientras que el equipo de Félix Baumgartner demostró ayer saber subir y bajar, la burbuja inmobiliaria hizo mal el ascenso y peor el aterrizaje. Las consecuencias....¡desastrosas!

                                                                                                                                                                                                                                              



                                                                                      
              A los que no nos apasiona ni mucho ni poco  el futbol,  ayer disfrutamos viendo en directo lo  bien programado y  lo profesional que resultó  el salto estratosférico que  por la tarde-noche  realizaba el austriaco Félix Baumgartner  desde casi 39.000 m  de altura  con un  aterrizaje  suave  sobre el desierto de Nuevo México, y en el sitio previsto. Todo el que vio en directo  bajar a Félix, en algunos instantes a una velocidad cercana a la del sonido   -1.234 km/h-,  pudo comprobar que  el salto no obedecía  a las leyes de  la improvisación  ni del descontrol y que todo estaba perfectamente medido, ensayado y calculado para evitar riesgos y sorpresas. Tardó casi dos horas y media en subir  39.000 m con un globo de helio y algo menos de  seis minutos en tocar tierra de forma suave. Me van a permitir   trazar una semejanza entre  el ascenso y aterrizaje del reto que se había marcado  Félix y el de nuestra burbuja económica-inmobiliaria-financiera.  A los dos,  globo y burbuja, les costó  subir. Pero mientras que el globo subía  bajo control, nuestra burbuja subió despendola, ella sola  y sin ningún tipo control. Si alguien, desde la sala de  mando del Banco de España u otro organismo oficial, advirtió alguna anomalía en el sistema mecánico de elevación, lo amenazaron con retirarle las credenciales y mandarlo a la Guayana Francesa, al mismo sitio que  la Justicia  envió al señor  Papillón.  Nadie podía poner en tela de juicio la sociedad del bienestar creada artificialmente a  la sombra de la burbuja que tan bien funcionaba…. para unos pocos claro. Y mientras que el   aterrizaje de  Félix Baumgartner  estaba controlado para que fuera como deben ser los aterrizajes, suaves y sin peligro, el de nuestra burbuja fue estrepitoso, traumático y violento. ¿Que  no conocían los efectos que tendría subir sin control y aterrizar en caída libre y sin paracaídas? Claro que lo sabían.  Los sinvergüenzas que llevaban los mandos, sabían perfectamente  que la impericia traería hambre, paro, desesperación, recortes y que los jóvenes se convertirían en emigrantes si querían trabajar. ”Zapatero a tus zapatos”, dice el refrán. Eso no ocurrió por la sencilla razón de que, en vez de a profesionales independientes, al frente de los mandos  colocaron  a  los que hacían relojes  de madera programando una ascensión rápida sin un triste plan de aterrizaje que, llegado el momento, nos permitiera ponernos a salvo en caso de peligro.  Desde Bruselas  y desde el  FMI nos mandan ahora a unos señores vestidos de negro a inspeccionar la caja negra para averiguar  en que falló el tren de aterrizaje: no se fían de los controladores de aquí.  Y hacen bien. Enhorabuena a Félix Baumgartner y a su equipo por la profesionalidad que han demostrado en los dos sentidos: en subir y en bajar. ¿Cómo íbamos a bajar nosotros, y en que condiciones íbamos a quedar tras el impacto,  si la subida fue improvisada  con banqueros  y políticos  hechos unos zorros? No se pueden diseñar piscinas difíciles de mantener, trazados de Aves por los que no transita la gente ni Aeropuertos en los que no aterrizan aviones. A nadie que le pase.
 

 

 

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