“Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa”
Horacio Verbitsky, periodista y escritor argentino
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domingo, 19 de abril de 2015

Crónica de la actuación del villenero "Charly" que lleva por título "La gata sobre el tejado de zinc", por Leo Maciá.

La Gata sobre el Tejado de Zinc.

La tarde deja caer sobre mi tejado la pálida luz del sol de abril. Mil tejas crujen cuando la veo pasar, silenciosa, ágil y sigilosa me da la espalda aunque vigila de reojo. El alfeizar de mi ventana la espera, la gata vuelve a casa… a encontrado la historia que se perdió hace tres semanas.

Me dice Chimo Medina que me ha dejado la puerta abierta para que entre y salga cuando quiera. Y me siento un poco como la gata de mi tejado. El pino sigue buscando la sombra de nuestro pacto y yo tres semanas de demora en la crónica del monólogo de Charly.

Esta crónica es rara, todo pasó con la velocidad del AVE de Villena. El artista se trajo al público y por lo tanto el éxito estaba escrito en su pajarita roja. Juan Carlos “Charly” un abogado villenero con gracia de recolector de limones en Murcia.  Esa gracia del que lleva todo el día a sol y le da igual tres que ochenta. Lo mismo le daba contar esa historia de los dos primos que van por primera vez a Madrid, o el monólogo que se inventó a lo largo del juicio contra el ladrón de chatarra del Poblao, pasando por un tema de su tesis doctoral.

No sé como dio conmigo ni con La Bomba, el caso es que tenía amigos caudetanos muy interesados en verle en harina. Yo tuve la suerte de tener el local impuramente “abarrotao”, como decían el Pulga y el Linterna y creo que para sus fieles incluso con cierta incomodidad. Eso me hizo estar más pendiente del camarote de los Hermanos Mars que del monólogo. Para llegar a la cafetera había que saltar dos sombreros, tres chaquetas y varias sonrisas de pintalabios, a la vuelta el panorama pintaba a dos caballeros billete en mano con los ojos como platos, cinco bandejas de vasos sucios, una vez tuve  que bajar un poco la cabeza para no darme con el sobaco del padre de Vicki el Vikingo que venía con el caballo de Pipi Lamstrum que, además no podía desmontar porque le daba con el pié al sombrero de la señora del pintalabios.

 Divertido caos el que se montó con este monologuista que tenía la plaza “abarrotá”, que más y más le pedía el público, su público que, conocedor de sus hazañas, le decían: “Charly… cuenta ese de…” a falta ya de monólogos acabo contando los éxitos de Arévalo. Mientras, en la barra: un señor francés con el estilo de un pintor del Sacre Coeur y la alcoholemia de un seguidor del Paris Saint Germain en los Campos Eliseos, lanzaba incómodos improperios a la Rue de Percebe de Mortadelo y Filemón. Sería esta, la nota negativa.

Terminó la noche con adioses y besos de un abuelete con pinta de haber recogido alpicoces esa misma tarde, que resultó ser cuñado de la hermana de mi abuela paterna. La tía Algelines  vivió al lado del colegio de los Salesianos de Villena. Todo esto pasando por la gigantesca chica de Molina del Segura que contaba a carcajada limpia que menos mal que se le había ocurrido entrar en la Bomba por casualidad, que lo único que conocía de Caudete era Mercadona y se lo estaba pasando en grande, que siendo funcionaria de prisiones estaba más para estar dentro que fuera.

 Después de tres Gin Tonic  de “a litro” nos despedimos de un monólogo cargado de muchas historias paralelas. Todas ellas perdidas durante tres semanas. Menos mal que como en la película de Paul Newman y Elizabeth Taylor, se me escapó la gata por el Tejado de Zinc. Chimo, déjale la puerta abierta…

Leo Maciá

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